La Voz de Galicia

El refugio de los caballos de Neptuno

Sociedad

rosa estévez

En verano, la ría de Arousa se colorea de azules y verdes intensos. También de ese potente color anaranjado que viste el cielo al anochecer y que convierte las puestas de sol de Punta Cabalo en todo un espectáculo

15 Jun 2024. Actualizado a las 12:18 h.

Entrecerrando los ojos y extendiendo la mano, cualquiera diría que podemos rozar con la punta de los dedos el perfil de O Barbanza. Estamos en Punta Cabalo, al norte de A Illa de Arousa, sobre unas rocas que se internan con decisión en el mar. A un lado, tras alguna reviravolta de la costa, la playa de Area da Secada; al otro, una senda de madera entre cons y pinos. Y al frente, tras las líneas del ejército de bateas, el mar de Cabío y A Pobra. A nuestra espalda, el faro de Punta Cabalo, un edificio levantado a mediados del siglo XIX que se inauguró el mismo día, exactamente el mismo, que su hermano de la isla de Sálvora.

El faro de Punta Cabalo se construyó «porque nesta zona había moitos naufraxios». Nos lo cuenta Juan Otero, Genito, un isleño que siempre que puede se sumerge en la historia de su pueblo. Las palabras que salen de sus labios dibujan la figura de Mateo Borrás, un farero mallorquín que se encontró tan a gusto en esta pequeña isla arousana que nunca se marchó de ella. Mateo asistía a todos los funerales y entierros del pueblo sin preocuparse «de la clase o condición» del difunto, y echaba una mano a quien pudiera necesitarla. Podemos imaginar a Don Mateo, que fue dueño durante muchos años de las únicas cabras que había en A Illa, paseando entre las piedras que sirven de base al faro, en las que hay quien ve el galopar de los caballos salvajes que darían nombre al lugar. O tal vez prefiriese la playa contigua: una cala abrigada y de aguas transparentes, en las que se refleja el verde de los pinos y de los toxos que escalan las paredes que emergen del mar. Allá arriba, un gran afloramiento de granito parece un balcón natural desde el que se tiene una hermosa vista de una ría que palpita en cada batea, en cada barco, incluso en los cargueros que, como gigantes inesperados, cruzan de vez en cuando el canal de Arousa.

Al entorno del faro también acuden a trabajar, en ocasiones, las pequeñas lanchas de los rañeiros, los mariscadores que se dedican a arañar el fondo de la ría buscando bivalvos de calidad. En esta zona, explica el patrón mayor de A Illa, capturan algo de almeja babosa, algo de rubia, algo de reló... Pero los fondos ocultan otros secretos: en Punta Cabalo hay una colonia de caballitos de mar. Estos curiosos animales, que concitan una simpatía generalizada, parecen amar las condiciones de vida que les brinda este lugar de la costa isleña: aguas tranquilas, limpias, resguardadas y muchas piedras entre las que esconderse cuando necesitan un poco de intimidad.

La luz del faro de Punta Cabalo sigue encendiéndose cada noche, pero hace años que en este rincón de piedra y agua no hay farero que se encargue de ello. El resto del edificio que en su día habitó Don Mateo se ha convertido en un restaurante de temporada en el que las vistas alimentan tanto como los platos que se elaboran en la cocina. El menú que nos sirve la naturaleza es variado y cambia constantemente: mañanas de luz transparente y fresca, de verdes brillantes y azules intensos; tardes en las que el sol riela en el mar, anocheceres de potente color anaranjado, un matiz infinito de grises cuando llueve... Y la banda sonora eterna, inagotable, de un mar que se mueve.

Cómo llegar

Hay varias alternativas para llegar hasta aquí, pero escojamos la que escojamos, lo ideal es llegar a pie. Desde la playa de As Rubas parte una senda de madera que permite llegar al faro casi volando sobre el mar.


Comentar