El papa proclama santo a un fraile de Ourense que fue masacrado en Siria con otros siete franciscanos
Sociedad
El religioso gallego fue lanzado desde lo alto de un campanario y rematado en el suelo con una espada por musulmanes drusos. En la ceremonia de canonización, celebrada 164 años después de la matanza, actuó la Real Banda de Gaitas de Ourense, que presentó el tema inédito «Los mártires de Damasco»
20 Oct 2024. Actualizado a las 21:10 h.
A Juan Jacobo Fernández (Carballeda de Cea-Ourense, 1808) lo lanzaron desde lo alto de un campanario en la noche del 9 al 10 de julio de 1860 y horas después, con el cuerpo maltrecho y ensangrentado, lo remataron con una espada. Igual o peor suerte corrieron otros seis frailes franciscanos españoles y un austríaco, así como tres hermanos laicos maronitas, que fueron masacrados por una avalancha de musulmanes drusos durante la violenta persecución que llevaron a cabo contra los cristianos asentados en Libia.
El burgalés Manuel Ruiz, el superior del monasterio asaltado, situado en el barrio cristiano de Bab Tuma, en Damasco, había recibido una propuesta del gobernador turco de la época para que la comunidad franciscana se refugiase en su residencia, pero rechazó la oferta. Ni él ni sus compañeros querían dejar a su suerte al resto de los cristianos que sufría la persecución de los drusos. El monasterio, bien fortificado, podía resistir el embate de la revuelta, pero no contaban con que fueran traicionados por varios miembros de la comunidad local a los que daban clase y que abrieron una puerta oculta a los sanguinarios drusos. Tenían al enemigo dentro. Allí fueron bárbaramente masacrados tras negarse a renunciar a la fe cristiana y convertirse al islam.
Son los once mártires de Damasco, que 164 años después acaban de ser proclamados santos por el papa Francisco en una ceremonia en el Vaticano que congregó a cerca de un centenar de ourensanos que quisieron arropar la figura de su paisano. «Foi un acto moito emocionante, moi bonito e moi relevante para Ourense, para Galicia e tamén para toda España», explica desde Roma Óscar Martínez Caamaño, delegado de peregrinaciones de la diócesis ourensana.
A la ceremonia de canonización acudió una comitiva de la diócesis de Ourense encabezada por el obispo Leonardo Lemos Montanet, así como un grupo de sacerdotes y seglares entre los que se encontraban familiares lejanos descendientes del nuevo santo. Hasta Roma también viajó la Real Banda de Gaitas de la Deputación de Ourense, que participó en los actos interpretando en la plaza de San Pedro, a la conclusión de la ceremonia, el Himno de la Alegría de Beethoven y el Himno del Antiguo Reino de Galicia, además de una obra inédita titulada precisamente Mártires de Damasco. In memorian, que fue compuesta para la ocasión.
La presencia gallega en el Vaticano aún pudo ser mayor, pero como la canonización se adelantó respecto a la fecha prevista fue complicado movilizar a más personas. «Colleunos un pouco por sorpresa porque estaba prevista para o 2025, pero finalmente adiantouse a este ano», admite Martínez Caamaño, quien destaca que, pese a todo, «foi todo moi emotivo». El delegado de peregrinaciones recuerda que el ahora santo Juan Jacobo Fernández «foi misionero nunha terra moi difícil que aínda hoxe en día vive en conflito», pero que a pesar de todo «entregou a súa vida dunha maneira moi cruel para anunciar a Xesucristo». El fraile gallego había estado en un colegio de franciscanos en Padrón, pero «él tiña un afán misionero e ofreceuse para ir a Terra Santa». En Damasco también fue el cocinero del monasterio. Hasta que fue asesinado a los 52 años.
Una causa abierta en 1872 que siguió con la beatificación por Pío XI en 1926
El papa, como es habitual, utilizó una fórmula en latín para proclamar la santidad de los beatos y pidió que fuesen inscritos en los libros de los santos. «Continuamos la obra de Jesús en el mundo. Bajo esta luz podemos recordar a los discípulos del Evangelio que son hoy canonizados. A lo largo de la agitada historia de la humanidad ellos fueron siervos fieles, hombres y mujeres que sirvieron en el martirio y la alegría», dijo el pontífice en la ceremonia, a la que acudió el ministro de la Presidencia, Félix Bolaños.
Los Mártires de Damasco eran el padre Manuel Ruiz (San Martín de las Ollas, Burgos, 1804), y otros siete religiosos franciscanos, todos ellos españoles menos uno: Carmelo Bolta (Gandía, Valencia, 1803); Nicanor Ascanio (Villarejo, Madrid, 1814); Nicolás María Alberca (Aguilar de la Frontera, Córdoba, 1830); Pedro Nolasco Soler (Lorca, Murcia, 1827); Francisco Piñazo Peñalver (Alpuente, Valencia, 1812) y Juan Jacobo Fernández (Carballeda, Ourense, 1808), además del austríaco Engelberto Kolland y tres seglares maronitas, los hermanos Massabki: Francisco, casado y padre de familia, comerciante; Abd-el-Mooti, también casado y padre de familia, profesor en el colegio francisano de Damasco; y Rafael, soltero y sacristán.
La causa de beatificación de estos frailes comenzó en 1872, pero, la pérdida de documentos producida por la Primera Guerra Mundial obligó a reiniciar los trabajos, creándose un nuevo tribunal en Damasco en 1922. Finalmente, el 10 de octubre de 1926 los ocho franciscanos y tres católicos maronitas seglares, víctimas de la misma persecución, fueron beatificados en la basílica de San Pedro por el papa Pío XI.
El papa Francisco proclamó santos este domingo al español Manuel Ruiz López y otros siete frailes franciscanos, seis de ellos españoles, asesinados en Siria en 1860, durante un año de persecución y masacres contra cristianos. Entre ellos se encontraba el ourensano Juan Jacobo Fernández, nacido en Carballeda de Cea (Ourense) el 29 de julio de 1808 y fallecido con 52 anos
Francisco usó como es habitual la formula en latín para proclamar su santidad y pedir que fuesen inscritos en los libros de los santos de la Iglesia.
«Continuamos la obra de Jesús en el mundo. Bajo esta luz podemos recordar a los discípulos del Evangelio que son hoy canonizados. A lo largo de la agitada historia de la humanidad ellos fueron siervos fieles, hombres y mujeres que sirvieron en el martirio y la alegría, como el hermano Manuel Ruiz López y sus compañeros», dijo el papa en la ceremonia de canonización en la plaza San Pedro del Vaticano, ante la presencia de fieles.
Manuel Ruiz (Burgos, 1804) fue asesinado en la ciudad de Damasco en 1860, cuando los cristianos de Siria y Líbano sufrieron masacres por parte de miembros de la comunidad drusa. En aquel momento era superior del convento de San Pablo y fue víctima de la furia de una multitud de drusos que la noche del 9 de julio de 1860 irrumpieron en el barro cristiano de Damasco. Ahí vivían unas 30.000 personas, miles de ellas fueron masacradas y algunas se refugiaron en el monasterio de Ruiz y el resto de frailes menores.
Con él decapitaron a siete franciscanos que también fueron canonizados este domingo, entre ellos los españoles Carmelo Bolta, Nicanor Ascansio, Nicolás María Alberca, Pedro Nolasco Soler, Francisco Piñazo Peñalver y Juan Fernández, y el austríaco Engelbert Kolland. Los religiosos recibieron una propuesta del gobernador otomano de la época para refugiarse en su residencia, pero la rechazaron al no querer dejar sola a la gente que buscaba protegerse en el convento.
Manuel Ruiz fue nombrado superior de los franciscanos de Damasco en 1857. La situación que encontró en la ciudad sieria era muy diferente a la que había dejado años atrás: los cristianos del Líbano y Siria eran objeto de persecución por parte de los drusos y, en 1860, fueron destruidas muchas aldeas maronitas y asesinados sus habitantes. La violencia llegó también a Damasco y, el 9 de julio del mismo año, el barrio cristiano, donde vivían unas treinta mil personas, fue asaltado y miles de cristianos degollados.
Muchos cristianos corrieron a refugiarse en el convento franciscano, confiando en la solidez de sus muros. No queriendo dejarlos abandonados a su suerte, los franciscanos decidieron no aceptar la propuesta del gobernador turco de refugiarse en su residencia.
En la ceremonia también fueron canonizados los laicos maronitas Francesco Massabki, Mooti Massabki y Raffaele Massabki. Eran tres hermanos de Damasco muy vinculados a la comunidad de los franciscanos que estaban en el convento de San Pablo junto al resto de frailes, donde murieron igualmente asesinados en la misma masacre.
Este domingo también se proclamó santos al presbítero italiano Giuseppe Allamano (1851-1926), fundador del Instituto de los Misioneros de Consolata y de las Hermanas Misioneras de Consolata, a la italiana Elena Guerra (1835-1914), fundadora de la Congregación de Oblatas del Espíritu Santo -conocidas como Hermanas de Santa Zita-, y a la canadiense Marie-Léonie Paradis (1840-1912), fundadora de la Congregación de las Hermanitas de la Sagrada Familia.
Entre los asistentes a la ceremonia estuvieron autoridades como Félix Bolaños, ministro de Presidencia, Justicia y Relaciones con las Cortes del Gobierno español