Niños y adolescentes se convierten en diputados por un día para reclamar ser escuchados en la toma de decisiones

Los parlamentos no dejan de ser un reflejo de la sociedad que representan, y en el caso de Galicia, esta en una sociedad cada vez más envejecida. Este lunes no fue así. Como cada mes de noviembre, el Pazo do Hórreo acogió el Foro de Participación Infantil e Adolescente de Unicef Galicia con motivo del Día Mundial de la Infancia, que se celebra el próximo día 20, coincidiendo con la celebración del pleno ordinario. El acto permitió a un centenar de niños y niñas, y también adolescentes, convertirse en diputados por un día para dar voz a los derechos de los menores. Los escolares llegaron puntuales a la sede del legislativo, y tras un breve recorrido por el edificio, ocuparon sus escaños, incluidos los reservados al presidente de la Xunta, los miembros del Gobierno y los portavoces de la oposición.

En concreto fueron 97 estudiantes, elegidos entre los consejos locales de participación infantil y adolescente de once concellos: A Laracha, Burela, Nigrán, Moaña, Moeche, Ponteareas, O Rosal, Teo, Tui, Tomiño y Viveiro. Entre ellos se sentaron también diputados de PP, BNG, PSdeG y el miembro del Grupo mixto, quienes tomaron nota de los discursos que los representantes de cada ayuntamiento fueron ofreciendo desde el atril. Tras ellos, en la Mesa del Parlamento, estaba el presidente de la institución, Miguel Santalices, quien destacó la necesidad de escuchar activamente a niños y adolescentes, en especial en temas relacionados con su salud mental y su participación en la toma de decisiones, instando a que las autoridades tengan siempre presente la perspectiva de la infancia en sus políticas y acciones.

Santalices estuvo acompañado por el director xeral de Familia, Infancia e Dinamización Demográfica, Jacobo Rey, la socialista Patricia Iglesias y la presidenta de Unicef en la comunidad, María Montalvo, quien reivindicó el Día Mundial de la Infancia como una oportunidad para recordar el papel protagonista que merecen los niños y adolescentes. «Non podemos esquecer que para protexervos e para entender as vosas necesidades e defender os vosos dereitos, necesitamos ver a vida a través dos vosos ollos, e escoitarvos», señaló.

Durante sus intervenciones, los niños y adolescentes insistieron en que la sociedad, y especialmente las autoridades, deben comprometerse con una defensa real de los derechos de la infancia. Explicaron que la participación infantil no solo es un derecho fundamental recogido en la Convención sobre los Derechos del Niño, sino que también permite exigir el respeto a otros derechos. En este sentido, los jóvenes pidieron ser escuchados y recibir respuestas concretas a sus demandas. «As autoridades teñen que render contas, tanto das decisións que toman a partir das nosas propostas, coma as decisións nos nosos municipios e na nosa comunidade nos aspectos relativos á infancia, xa que somos os e as protagonistas, e moitas veces non toman en conta a nosa opinión», expuso Emily, de Viveiro.

Héctor, un joven de Moeche, recordó que los niños y niñas merecen «ser tratados con dignidade» a pesar de tener medos edad: «Que a nosa participación non sexa manipulada con outros intereses», reclamó. El encargado de cerrar las intervenciones fue Alfredo, quien exhortó a las autoridades a apostar «por sumar a voz dos nenos, nenas e adolescentes ás políticas públicas». «Vouvos facer un spoiler, as propostas que temos, polo xeral son amplas e non só nos benefician a nós, senón que as nosas ideas e reflexións son boas para toda a sociedade. Así que non esperedes, poñede as lentes azuis que vos imos a entregar e comezade a ver o mundo un pouco máis preto da nosa realidade. Somos o cambio que estades a precisar», se ofreció este adolescente de Tomiño.

Santalices citó los datos del Barómetro de Opinión da Infancia e Adolescencia 2023-2024 de Unicef para revelar que cuatro de cada diez adolescentes en Galicia han experimentado problemas de salud mental en el último año, y la mayoría no ha buscado ayuda. Así, abogó por un cambio cultural en el que pedir apoyo sea visto como «un signo de responsabilidade, libre de estigmas e prexuizos».