La grasa oculta predice el alzhéimer 20 años antes de que aparezcan los síntomas
Sociedad
El estudio, presentado en la Sociedad Radiológica de Norteamérica, podría permitir que la demencia más común pueda diagnosticarse a los 40 años en algunos casos y apuntala también a la obesidad como factor de riesgo de la enfermedad
03 Dec 2024. Actualizado a las 08:25 h.
En el cerebro de las personas con alzhéimer se acumulan dos proteínas —beta amiloide y tau— que intoxican las neuronas hasta matarlas. Son las señales más significativas de la enfermedad neurodegenerativa, pero lo que ocurre es que estas placas en el cerebro se identifican demasiado tarde, cuando la patología se encuentra en fase avanzada. Pero, ¿sería posible detectar estas alertas con años de antelación? La respuesta es sí. O al menos existen varios proyectos de investigación en marcha en todo el mundo que lo harán posible o ya lo están consiguiendo en buena medida, aunque estas técnicas todavía no se aplican en la práctica clínica rutinaria.
Una de estas iniciativas ha sido la presentada en la reunión anual de la Sociedad Radiológica de Norteamérica (RSNA), en la que los investigadores han vinculado un tipo específico de grasa corporal con las proteínas anormales en el cerebro que son característica del alzhéimer hasta 20 años antes de que aparezcan los primeros síntomas de la enfermedad. O, lo que es lo mismo, la demencia más común podría diagnosticarse con dos décadas de antelación, incluso en personas de 40 años. Es más, podrían introducirse modificaciones en el estilo de vida dirigidas a reducir esta grasa y retrasar así el desarrollo de la patología.
«Este resultado crucial se descubrió porque investigamos el alzhéimer ya en la mediana edad (entre los 40 y los 50 años), cuando la patología de la enfermedad está en sus primeras etapas y las modificaciones potenciales como la pérdida de peso y la reducción de la grasa visceral son más efectivas como medio para prevenir o retrasar su parición», explica la autora principal del estudio, Mahsa Dolatshahi, investigadora asociada postdoctoral en el Instituto de Radiología Mallinckrodt (MIR) en la Facultad de Medicina de la Universidad de Washington en St. Louis, Missouri.
La grasa asociada a la demencia es la conocida como «visceral», que es la «grasa oculta en las profundidades que rodea los órganos», según el estudio. Los investigadores analizaron varios marcadores, como el índice de masa corporal, la grasa visceral, la grasa subcutánea, la fracción de grasa hepática, la grasa y el músculo del muslo, la resistencia a la insulina y el colesterol bueno (HDL), con la relación que establecían con dos proteínas características del alzhéimer, conocidas como amiloide y tau.
Para el estudio, los investigadores se centraron en el vínculo entre factores modificables relacionados con el estilo de vida, como la obesidad, la distribución de la grasa corporal y los aspectos metabólicos, y la patología de la enfermedad de Alzheimer.
En el trabajo se incluyeron 80 personas de mediana edad cognitivamente normales (edad media: 49,4 años, mujeres: 62,5 %). Aproximadamente el 57,5 % de los participantes eran obesos y el índice de masa corporal (IMC) medio de los participantes era de 32,31. Los candidatos se sometieron a una tomografía por emisión de positrones (PET) cerebral, una resonancia magnética corporal y una evaluación metabólica (mediciones de glucosa e insulina), así como a un panel de lípidos (colesterol). Se realizaron resonancias magnéticas del abdomen para medir el volumen de la grasa subcutánea (la grasa debajo de la piel) y la grasa visceral (grasa oculta profunda que rodea los órganos).
«Investigamos la asociación del IMC, la grasa visceral, la grasa subcutánea, la fracción de grasa hepática, la grasa del muslo y el músculo, así como la resistencia a la insulina y el HDL (colesterol bueno), con la deposición de amiloide y tau en la enfermedad de Alzheimer», dijo el Dr. Dolatshahi, miembro del Laboratorio Raji en el Centro de Investigación de Laboratorios de Neuroimagen del MIR.
Se utilizaron escáneres de los músculos del muslo para medir el volumen de músculo y grasa. La patología se midió utilizando escáneres PET con trazadores que se unen a las placas amiloides y los ovillos de tau que se acumulan en los cerebros de los enfermos.
Los resultados revelaron que los niveles más elevados de grasa visceral estaban relacionados con un aumento de amiloide, lo que explica el 77 % del efecto del IMC elevado sobre la acumulación de amiloide. Otros tipos de grasa no explicaron el aumento de la patología de Alzheimer relacionada con la obesidad.
«Nuestro estudio demostró que una mayor cantidad de grasa visceral se asociaba con mayores niveles de las proteínas relacionadas con la enfermedad en las imágenes PET», apunta Dolatshahi. «Hasta donde sabemos, nuestro estudio es el único que demuestra estos hallazgos en la mediana edad, cuando nuestros participantes están a décadas de desarrollar los primeros síntomas de la demencia», añade.
El estudio también demostró que una mayor resistencia a la insulina y un nivel más bajo de HDL estaban asociados con un nivel elevado de amiloide en el cerebro. Los efectos de la grasa visceral sobre la patología amiloide se redujeron parcialmente en las personas con un nivel más alto de HDL.
«Una implicación clave de nuestro trabajo es que el manejo del riesgo de alzhéimer en la obesidad deberá involucrar el abordaje de los problemas metabólicos y lipídicos relacionados que a menudo surgen con un mayor nivel de grasa corporal», dijo el autor principal del estudio Cyrus A. Raji, profesor asociado de radiología en MIR.
Aunque estudios anteriores han demostrado el papel del IMC alto en el daño a las células del cerebro, ningún estudio similar ha investigado el papel diferencial de la grasa visceral y subcutánea o el perfil metabólico, especialmente en términos de patología amiloide del Alzheimer ya en la mediana edad.
«Este estudio va más allá de utilizar el IMC para caracterizar la grasa corporal con mayor precisión mediante resonancia magnética y, al hacerlo, revela conocimientos clave sobre por qué la obesidad puede aumentar el riesgo de enfermedad de Alzheimer», dijo la investigadora principal.
El mismo equipo de investigación también presentó un estudio en el congreso de radiología que muestra cómo la obesidad y la grasa visceral reducen el flujo sanguíneo en el cerebro.En este caso realizaron resonancias magnéticas cerebrales y abdominales a individuos de mediana edad cognitivamente normales con un amplio rango de IMC y compararon el flujo sanguíneo cerebral total y regional en resonancias magnéticas cerebrales en individuos con grasa visceral y subcutánea alta versus baja. El grupo con grasa visceral alta mostró un flujo sanguíneo cerebral total más bajo. No se observó ninguna diferencia significativa en el de los grupos con grasa subcutánea baja.
«Este trabajo tendrá un impacto considerable en la salud pública porque casi tres de cada cuatro estadounidenses tienen sobrepeso o son obesos», apunta el doctor. Raji. «Saber que la obesidad visceral afecta negativamente al cerebro abre la posibilidad de que el tratamiento con modificaciones del estilo de vida o medicamentos adecuados para bajar de peso pueda mejorar el flujo sanguíneo cerebral y potencialmente reducir la carga y el riesgo de alzhéimer».