La Voz de Galicia

Carmen Caínzos, de diseñar moda de alta costura a cultivar pimientos en Valdoviño: «Quero poder vivir no rural»

Agricultura

ANA F. CUBA VALDOVIÑO / LA VOZ
La productora con dos tarros de las conservas vegetales que elabora

Ay! Carmen. es la marca con la que vende las conservas vegetales que elabora en A Fusquenlla con productos de su huerta de Pantín

04 May 2024. Actualizado a las 10:37 h.

La trayectoria profesional de Carmen Caínzos (Neda, 53 años) ha dado varios vuelcos. Quería estudiar moda en Madrid, pero su padre se resistió a que se marchara tan joven y se matriculó en la Escola de Artes y Oficios de Santiago. Con 20 años consiguió irse a la capital y formarse en lo que parecía su vocación, y allí se quedó hasta cerca de los 34. Trabajó como diseñadora de alta costura con la estadounidense Sybilla y en 2004 regresó a casa, a raíz de la enfermedad de su padre, para tomar las riendas de la empresa familiar, una firma de limpieza industrial que operaba en el puerto de Ferrol.

«Foi unha aprendizaxe enorme —reconoce—, era moi nova e aquel era un mundo de homes. Tiña que formarme á vez que xa estaba metida de cheo nun campo que descoñecía totalmente. Cando empecei eran catro empregados e cando pechou, no 2018, once (todos foron subrogados). Eramos unha empresa pequena competindo coas grandes». Ella perdió el empleo y como no encontraba otra salida laboral, pensó en hacerse autónoma. «Xa levaba anos fóra da moda, e o que había aquí era moi diferente ao que tiña feito. Aínda así botei algún currículo, pero non me convencía», comenta. Cuando dejó Madrid se instaló en Valdoviño, donde veraneaba desde pequeña: «A volta, para min, era a Pantín, e case desde o 2007 tiña horta e facía conservas (vexetais) para autoconsumo».

Sus recetas, novedosas, gustaban, y quienes las saboreaban (amigos o familiares) le preguntaban por qué no las vendía o dónde podía comprarlas. «Aí empezou... cando se cruzou comigo A Fusquenlla. No 2020 xa estaban co tema e souben que Valdoviño entraba [en el centro comarcal de transformación agroalimentaria con sede en Moeche], tiña gañas e curiosidade. Xa fixen o primeiro curso [requisito para utilizar las instalaciones] e a partir de aí fun probando».

Caínzos ya tiene su propia marca, Ay! Carmen., bajo la que comercializa los productos que elabora a partir de las verduras y las hortalizas que cultiva en la huerta en Pantín. Sus conservas de pimientos Gorro de bispo (por su forma), Delicia, ya se han convertido en emblema de la firma. «Só levan azucre e aceite», explica. «Tamén fixen marmelada de tomate e algo con mora silvestre, pero a principal produción, de momento, é de Delicia, aínda que a cantidade é pequena. O tomate confitado tamén tivo moito éxito», indica. En la próxima campaña, además de aumentar en cantidad (ha conseguido más terreno para plantar), incorporará la mermelada de fresa y ruibarbo.

 

 

 

Venta en ferias y tiendas

Carmen se ocupa de todo el proceso. Cultiva, recolecta, elabora sus conservas en A Fusquenlla y las comercializa, directamente en ferias (como la reciente de San Sadurniño) o en los establecimientos Gadelicia, de Santa Icía (Narón), y A Tenda de Ruliño (Ferrol), ambos especializados en producto local, «sostible e diferenciador», como su apuesta. También distribuye al restaurante italiano Penda's 130, en la calle Nova de Caranza, donde emplean su Delicia en una pizza. Y pronto venderá en dos comercios de Madrid y Valladolid, aunque todo depende de la cosecha.

 

Al tiempo que se relaciona con la tierra y envasa, Carmen se forma: «Estou facendo moitos cursos, varios grazas á oficina agraria, para ir aprendendo pouco a pouco». Aún no ha podido iniciar los trámites para registrarse en el Consello Regulador da Agricultura Ecolóxica, pero su trabajo muestra su «compromiso co medio ambiente, con control biolóxico das pragas». Sobre las elaboraciones, confiesa el papel de su madre: «Na cociña sempre tiven inquedanzas e aprendín moito dela, que xa cando eu era nena facía pratos diferentes».

En su trabajo y en su vida, que casi se confunden, se atisba la misma filosofía, que también intenta transmitir a su hija, de 12 años. En su huerta, como en el atelier, «é todo moi artesanal, manual, feito con mimo, aínda que haxa unha parte mecánica... e o amor que se pon». De A Fusquenlla agradece «o traballo compartido» y de sus clientes, el ánimo: «A resposta é moi positiva e iso afiánzate no que fas». «A partir de aí —subraya—, o que quero é buscar unha forma de poder vivir no rural». De momento, la huerta no basta: «Ogallá a curto prazo si, é a miña idea, igual que ter unha persoa máis comigo, no agro e na Fusquenlla».


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