La Voz de Galicia

Galicia apuesta por las «superuvas» como alternativa al exceso de fitosanitarios en el viñedo

Agricultura

XABI GUEDE, M. C. Ourense
Los ponentes de Demoviña discutieron sobre la implantación de variedades piwi en Galicia.

La bodega Terras do Cigarrón acogió la feria de maquinaria agrícola Demoviña, con ponencias sobre el futuro y la sostenibilidad de la viticultura

31 Jul 2024. Actualizado a las 12:56 h.

La uva europea es débil. El sector de la viticultura es uno de los que más sufre por los continuos ataques de plagas, hongos y cambios de tiempo. Los agricultores recurren demasiado a menudo a fertilizantes, químicos y pesticidas, alejándolos de su objetivo de sostenibilidad ecológica y aumentando los gastos de producción. Investigadores de diversos países trabajan en una nueva solución: hacer uvas más resistentes. 

Las variedades piwi o superuvas no son un producto transgénico, sino que su obtención sería algo similar a cruzar dos razas de perro. Existen ramas de uva, principalmente americana, que son más resistentes a ciertas enfermedades y hongos como el mildiu, hegemónico en Galicia. Cruzar las variedades autóctonas europeas, como el godello, con una uva foránea podría dar como resultado una variedad casi idéntica a la tradicional en términos de sabor y textura, pero resistente a plagas y enfermedades.

No es algo exacto y precisa mucha investigación para garantizar que es solo el gen de la resistencia el que sale modificado, pero es una técnica en la que ya trabajan de forma científica viveros de toda Europa. El desarrollo, eso sí, lleva tiempo y las administraciones tienen que dar el visto bueno. La implantación de estas nuevas uvas permitiría, según los expertos, un enorme ahorro para las explotaciones, que reducirían su gasto en detección y combate de plagas, ayudando al medio ambiente ese descenso del uso de fitosanitarios.

Demoviña, escaparate de ideas

La bodega Terras do Cigarrón, amparada por la D.O. Monterrei, acogía este miércoles la muestra Demoviña, una feria de maquinaria agrícola que arrancaba con una serie de ponencias sobre el futuro de la industria del vino. Los debates se centraron en la posibilidad de la implantación de variedades piwi y en cómo debería hacerse. La jornada se prolongó con una exposición de productos agropecuarios, con diversas empresas de tractores, cosechadoras y drones detectores de plagas exhibiendo los últimos modelos. Por su parte, viticultores de la zona asistían y conversaban sobre cuáles serían los avances más adecuados para sus explotaciones. 

En las ponencias del certamen participó Mauro Pizzuto, responsable de VCR-Agromillora para la península ibérica. La cooperativa italiana gestiona viveros especializados en injertos y lleva 50 años trabajando en la investigación. Este año han hecho 900 vinos experimentales para probar los resultados. «Galicia tiene una situación similar a mi tierra en Italia. Este año los viñedos llevan ya 18 tratamientos fitosanitarios. No podemos continuar de esta manera, estamos muy preocupados», afirmó. Desde la empresa mantienen una investigación sobre el cruzamiento de variedades, para poder brindar al agricultor una variedad muy similar a la autóctona y llegar a ser más sostenibles. Están estudiando uvas de todas las denominaciones de origen de Italia y España, entre ellas albariño y godello. Han hecho 370.000 semillas fruto de cruces nuevos y esperan llegar en unos años a unas 40 variedades buenas. El objetivo no solo es la resistencia a enfermedades sino también la adaptación a cambios climáticos repentinos. Eso sí, advierte: «Es inútil tener una variedad resistente si no tenemos un vino vendible. El final es el consumidor». 

Antonio del Campo Lavín ponía el punto de vista del pequeño propietario. Su intervención en el debate fue en la línea de la sostenibilidad económica, social y medioambiental. Dirige un proyecto de enoturismo en la bahía de Santander, una zona donde no hay mucha tradición vitícola. Vende sus vinos en la bodega poniendo el entorno en valor. «La sostenibilidad es fundamental y pasa por las variedades resistentes», sostuvo. Según Lavín, Cantabria es un lugar ideal para comenzar la plantación experimental de variedades piwi porque no hay uvas autóctonas representativas. «Los problemas de mildiu son constantes, son demasiados tratamientos cuando el futuro pasa, como en Francia, por ese desarrollo. Lo que va por detrás de los problemas del agricultor no es solo la tecnología, es la administración». Francia sirvió como ejemplo a muchos de los ponentes ya que, pese a «su apego por sus variedades propias y sus vinos», fueron los primeros en incorporar estas innovaciones por la presión social contra los productos fitosanitarios. Y mientras en Italia no se ha avanzado tanto, en Alemania hay bodegas que ya solo hacen vinos de variedades resistentes.

En la necesidad de invertir en I+D para garantizar la rentabilidad de las explotaciones coincidió Lorena Ruiz, directora de negocio alimentario del Banco Santander. Según ella, la implantación de nuevas variedades tiene que pasar especialmente por solucionar los problemas financieros de los viticultores y de las bodegas. «Para que las explotaciones sean sostenibles ecológicamente primero tienen que serlo económicamente», afirmó. Ruiz introdujo el tema de la mano de obra y de la falta de jóvenes en el campo, haciendo hincapié en que hacer solventes a las explotaciones es fundamental para atraer población nueva. «En esta comunidad, por sus características, hay muchos viticultores, mucho minifundio y el sector está envejecido. Hay que garantizar un futuro y una rentabilidad para que venga gente joven, que trae aire fresco. Siempre con la experiencia de las personas que llevan años cultivando», remarcó. 

Una visión adaptada a Galicia

Miguel Tubío, director técnico de Martín Códax, también participó en el debate e hizo un análisis parecido al de Ruiz. Su visión está condicionada por la necesidad de adaptarse al cliente: «Galicia tiene unas características concretas que le dan un vino concreto de calidad y es lo que se pide». El sector, afirmó, está compuesto por pequeños viticultores y la clave es acompañarlos, como en la cooperativa. Galicia tampoco tiene jóvenes en el campo y eso hay que revertirlo, opinaba, ayudando a subsanar la falta de mano de obra con una profunda mecanización. «Esto también es difícil. Nuestro paisaje es disperso y en cualquier lado hay un río o una casa, no se puede fumigar a 20 metros de los caminos… No es rentable. Para poder mantener esto, ayudar a los viticultores a que puedan vivir de su vino, queremos rentabilidad: la innovación en variedades también es real y es posible. El cliente y la legislación nos pondrán en nuestro sitio», dijo.

La opinión más científica fue la de Emilia Díaz, investigadora de la Estación de Viticultura e Enoloxía de Galicia. Díaz compartió la visión de futuro de la mayoría de ponentes: la investigación puede ser tediosa y no tan rápida como para solucionar los problemas que el viticultor está teniendo ya; sin embargo, es el camino. El paso hacia la viticultura ecológica y orgánica es una de las mayores inquietudes ahora mismo. Desde la estación consideran que algunas zonas de la comunidad sí deben dedicarse a esta rama más sostenible. Áreas como Monterrei son menos proclives a los hongos y, por lo tanto, a necesitar tratamientos. «Las variedades piwi tienen que ir para adelante», subrayó. «Estas técnicas de biología molecular permiten incluir nuevos genes y son el futuro, pero, por ejemplo, un godello resistente que sea el mismo godello es muy complicado. Hay que tratar de conseguir variedades que sean buenas pero que impliquen la resistencia», señaló. Díaz reiteró la importancia de formar a nuevos agricultores y de informar de las innovaciones tecnológicas: «Hay que profesionalizar el sector y que los jóvenes vuelvan al campo, un problema especialmente en Galicia».


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