Alberto Ramos: El boirense con síndrome de Down que halló su lugar entre los mariscadores
Somos Mar
Ha luchado para lograr un trabajo y ahora se siente como si le tocara la lotería
19 Mar 2021. Actualizado a las 05:00 h.
Playa boirense de Barraña, diez de la mañana. Decenas de personas ataviadas con trajes de agua, guantes y botas toman el arenal dispuestas a extraer los exquisitos frutos del mar. Por su desparpajo, ilusión y simpatía, de entre todos estos mariscadores pertenecientes a la cofradía de Cabo de Cruz sobresale Alberto Ramos García (Boiro, 1986). Él es uno de esos ejemplos de superación que levantan el ánimo, que animan a agradecer los pequeños regalos que nos da la vida. Tiene síndrome de Down, pero ello no ha sido impedimento para que luchara contra viento y marea para conseguir un trabajo. Ahora que lo tiene se siente el hombre más feliz del mundo.
Aunque ya antes había ejercido de empaquetador en la conserva y había formado parte de la brigada de limpieza municipal, no fue hasta que entró a formar parte del batallón de mariscadores de a pie del pósito crucense, hace un par de meses, cuando encontró su lugar. Fue una conocida la que lo animó a realizar los cursos necesarios y a probar fortuna. Ahora, con el rastro en la mano y una bolsa de almejas colgada al hombro, no oculta su alegría: «Demuestro que soy capaz de ejercer este trabajo, que las personas como yo pueden acceder al mundo laboral».
«En esta vida no hay nada imposible, hay que aprender y tener ganas»
Asegura que ni siquiera las condiciones adversas a las que tienen que enfrentarse en muchas jornadas los mariscadores le han bajado el ánimo: «Me gusta el trabajo en el mar, no le encuentro nada negativo». Madrugar, meterse en el agua en días fríos y esforzarse para que el rastro realice los movimientos que permitan extraer los bivalvos no son para él inconvenientes, al contrario. No duda en asegurar que tiene claro su camino: «Ya no me veo trabajando en otra cosa que no sea esta».
«No hay nada imposible»
Alberto Ramos se considera un privilegiado. Sabe de las dificultades que hay a día de hoy para acceder al mundo laboral y es consciente de que para las personas como él es todavía más complicado, pero ha tirado de sacrificio y empeño: «En esta vida no hay nada imposible, hay que aprender y tener ganas, y yo las tengo todas». Ahora, cada vez que baja a la playa, se siente orgulloso; primero, por haberle demostrado al resto del mundo que es capaz de hacerlo, pero sobre todo, por lo que supone para él mismo: «Es como si me hubiera tocado la lotería».
Ser autónomo y no tener por lo tanto un jefe al que rendirle cuentas es para este boirense la gran ventaja de su trabajo. Le suma la buena acogida que ha tenido por parte de sus compañeros de la cofradía de Cabo de Cruz, de los que está aprendiendo el oficio. Una de ellas es Charo Vázquez, presidenta de la agrupación de mariscadores de a pie, formada por casi 200 profesionales. Sobre la reciente incorporación de Alberto Ramos, explica que la integración ha sido rápida y altamente satisfactoria: «Coñecémolo de toda a vida e sabemos que leva tempo querendo traballar nisto. Empéñase en aprender e iso é o importante».
«Ya no me veo trabajando en otra cosa que no sea esta»
Para ella, el hecho de que Alberto tenga síndrome de Down no supone impedimento alguno para que pueda desempeñar esta profesión como el resto de sus compañeros: «Aquí todos estamos no mesmo barco, non os hai mellores nin peores, hai que ir pouco a pouco, pero iso ocórrelle a todos os que empezan».
Cuando termina su jornada laboral, después del merecido descanso, el boirense le dedica el tiempo libre a sus grandes aficiones: el deporte y los amigos. Explica que la pandemia le ha hecho valorar un poco más la vida: «Vino para demostrarnos que hay que aprovechar el día a día». Asegura que el confinamiento no le resultó demasiado duro, pues aprovechó para practicar deporte en casa, y afronta con valentía una realidad marcada por el coronavirus: «Miedo no le tengo, pero respeto, mucho».