Un cuento de Navidad para la pesca
Somos Mar
24 Dec 2023. Actualizado a las 04:50 h.
Antor se preguntaba, a sus 80 años, en aquel extraño día de paz para él, acostumbrado a días más ajetreados, cómo se escribiría una crónica sobre el.
Antor imaginó que dirían que era un viejo marinero, ya retirado, pero que él seguía considerándose pescador, y sus hijos y nietos, aunque ninguno de ellos se dedicaba a su oficio, lo curioso era que también se sentían pescadores.
Antor había dejado hace tiempo de ir a los calamares, pues ahora la ría estaba llena de embarcaciones, sobre todo de turistas y en las poteras venían mas plásticos que calamares.
También había dejado de ir a las pescaderías, pues sus mostradores estaban llenos de especies foráneas, ya que nuestros antaño, abundantes y variados pescados y mariscos ahora habían desaparecido.
Cuando bajaba al puerto, como hacían otros marineros retirados, apenas se encontraba vecinos embarcados con los que hablar, y comentaban entre ellos las cosas de ese glorioso pasado de pescadores, orgullosos de haber trabajado en el oficio más hermoso del mundo, y de su contribución a la riqueza del pueblo.
No era Antor muy pesimista, a lo largo de su vida había pasado temporales e incluso alguna galerna, pero lo apenaba y llenaba de rabia ver cada vez menos barcos atracados al puerto.
Sabía que en algunos muelles había ya muchísimos barcos deportivos reconvertidos, embarcaciones que habían dejado de ser de pesca y solo mantenían su antiguo nombre de barcos de pescadores, como si se resistieran a desaparecer del todo.
También sabía que algunas lonjas que en su día estaban llenas de nuestros pescados y mariscos, ahora eran museos etnográficos con fotografías de los antiguos pescadores donde se destacaban a los pescadores como una especie de últimos mohicanos que finalmente habían sido vencidos a pesar de su feroz resistencia a dejar nuestros mares en manos de las grandes industrias energéticas.
Las Administraciones que en su día se encargaban de la pesca, ahora se habían reconvertido para gestionar la ingente cantidad de embarcaciones deportivas que faenaban en nuestros mares, y la gran cantidad de turistas que disfrutaban de la pesca deportiva.
Los departamentos dedicados a la pesca profesional se habían convertidos en gabinetes de Cultura Marinera.
De repente, Antor, se despertó, estaba en el hospital. Había tenido una caída mientras paseaba por el puerto con sus nietos que se habían dedicado a la pesca como el, y ya estaban a punto de comprar su segundo buque de pesca porque veían un gran futuro en ese sector, y desde la ventana del hospital seguía viendo el puerto lleno de buques de pesca, muchos de ellos recién construidos, la lonja rodeada de carretillas, furgonetas y comercializadores cargando esos maravillosos diamantes de salud que son nuestro pescados y mariscos, y el horizonte limpio, libre de gigantes de acero y cemento.
Feliz Navidad.