Las futuras olas de calor tendrían a la almeja babosa estresada 24 horas al día
Somos Mar
La japónica resistiría más porque estaría «incómoda» ocho horas al día
21 Oct 2024. Actualizado a las 05:00 h.
Lo ocurrido en el 2023, un año anómalo climatológicamente hablando —con una temperatura que superó en 1,5 grados centígrados la media normal desde que hay registros—, sirve para ilustrar esos eventos extremos que los científicos preconizan para un futuro menos lejano de lo que parece. Las señales de la mutación del clima están llegando en forma de cadenas de temporales y olas de calor que alteran el ciclo de las especies. A las de bivalvos les afecta tanto la lluvia como el calor. La pluviosidad copiosa, en forma de bajadas de salinidad que pueden provocar importantes episodios de mortandad si durante tres días el nivel de sal por litro de agua baja de los 15 gramos o si cae por debajo de diez un día. Y el calor, con temperaturas atmosféricas y oceánicas que estresan e imponen un gasto energético extra a los bivalvos que acaba pasando factura, sea en tasa de crecimiento, maduración e, incluso, su vida.
De cumplirse las previsiones que ahora hay sobre la mesa, no es descabellado plantearse que en unos años haya olas de calor de 10 o 12 días. Y no solo en verano. De hecho, en el 2023, las más prolongadas no se dieron precisamente en agosto, sino en octubre. Y tampoco es disparatado suponer que zonas como los Lombos do Ulla el agua alcancen una temperatura de 26 grados, con picos de 28, sostienen los científicos del EphysLab, del Centro de Investigacións Mariñas (CIM) adscrito a la Universidade de Vigo.
Moncho Gómez Gesteira, miembro de ese equipo, contó en la última edición del ForoAcui (Foro dos Recursos Mariños e da Acuicultura), celebrada en O Grove, las simulaciones que realizaron con distintos tipos de almeja en esas condiciones de temperatura. De esos experimentos deducen que en tal situación, la almeja babosa estaría las 24 horas del día estresada, con lo que después de ocho o diez jornadas así, difícilmente podría sobrevivir. La japónica lo tendría mucho mejor. «No estaría bien, pero en malas condiciones estaría ocho horas» con lo que podría resistir más, señaló Gómez Gesteira. «Eso nos lleva a la selección de cuáles son las especies más adecuadas para cada una de las zonas», dijo, abriendo la posibilidad de trasladarlas para conseguir su supervivencia como estrategia de adaptación o mitigación. Porque hay zonas más amenazadas que todavía lo van a estar más en el futuro.
Así que o migrarlas o apostar por las especies más resistentes. «No podemos aferrarnos a una determinada especie porque siempre la ha habido aquí; la había porque había un clima que ahora ya no lo hay y no lo habrá nunca más, habrá que migrarlas». Por eso serán necesarios experimentos en mesocosmos para ver cómo pueden resistir y trabajar con la genética para dar con individuos que puedan sobrevivir. Algo parecido a lo que se está haciendo con el berberecho, al que se le están buscando marcadores para que pueda sobrevivir en condiciones de baja salinidad.
De lo que le ocurre a las almejas y al berberecho (que estaría estresado más de 12 horas al día) no es escapa el mejillón. Según los análisis del equipo de EphysLab, esta especie se encuentra cómoda en aguas que están entre 14 y 20 grados. Fuera de ese rango, la productividad cae. Y si ahora está como quiere durante más del 80 % del tiempo, cuando no del 100 %, con las olas de calor, ese tiempo en el que el mejillón de encuentra cómodo bajaría al 20 % del día, con la consiguiente caída en productividad y su traducción al rendimiento económico.