La Voz de Galicia

Limitar el comercio de quenlla no ayuda a proteger otros tiburones, dicen los gestores

Pesca y Marisqueo

e. abuín redacción / la voz

Señalan además que no se parece a otro escualo y lo difícil es confundirla

16 Oct 2022. Actualizado a las 22:23 h.

Dicen las malas lenguas que Panamá —país al que la Unión Europea ha enseñado una tarjeta amarilla por su condescendencia con la pesca ilegal— ha querido blanquear su mala imagen de pirata al arrancarse con su propuesta de incluir el tiburón azul (Prionace glauca) —comercializado como quenlla o tintorera— en el apéndice dos de la CITES (Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres). Estar en ese apartado de la famosa lista de especies protegidas supone introducir importantes trabas a su comercio, algo que los palangreros de superficie gallegos saben bien por la reciente experiencia con el marraxo, que tantos quebraderos de cabeza les ha dado. El argumento que emplean para sugerir incluirlo en ese apartado es su supuesto parecido con otros escualos que sí están amenazados y con los que podría confundirse.

Y lo cierto es que la propuesta tiene más de pantalla que de posible efectividad. Eso es lo que entiende la Iccat (Comisión para la Conservación del Atún Atlántico) de la organización regional de pesca (ORP), que asumió la encomienda de garantizar la conservación y ordenación de las especies de tiburones asociados a sus pesquerías. Esta, tras analizar la situación de los distintos stocks de quenlla, así como las medidas adoptadas por la ORP y las partes contratantes, concluye que «la inclusión de la tintorera en el apéndice dos de la Cites no contribuirá a la conservación de las 19 especies de escualo con las que, según Panamá, pueden confundirse. No lo hará porque, primero, la mayoría de esa veintena escasa de tiburones de la familia Carcharhinidae «están asociadas a zonas costeras y a la plataforma continental, cuyo hábitat no se solapa con el de la tintorera». La quenlla, argumenta la secretaría de la Iccat, se captura en alta mar en pesquerías controladas y, no es probable que se capturen y desembarquen con las otras 19 especies.

Y no solo eso. Recuerda la organización que en el área que regula es obligatorio para los buques pesqueros desembarcar todas las partes del tiburón: cuerpo, aletas y carcasas. Y la quenlla se distingue en todas sus partes de las demás especies, de forma que lo difícil es no diferenciarlas. Eso sin contar con que hay observadores a bordo para identificar las capturas y, además, existe una herramienta desarrollada por la FAO (iSharkFin) que permite ver que las aletas de la tintorera «no se parecen morfológicamente» a las de las otras 19 variedades de escualo que sí podrían estar amenazadas.

No está sobreexplotada

La secretaría de la Iccat ha publicado esa nota sobre la propuesta de incluir los tiburones Carcharhinidae en la CITES después de que haya pedido asesoramiento Japón, también preocupada como Galicia por el impacto que las trabas al comercio de una especie que «no está sobreexplotada», ni en el camino «de la sobrepesca», según exponen desde la organización que gestiona esas poblaciones. Recuerda la entidad que están en vigor 13 medidas de ordenación activas y vinculantes que son efectivas para proteger las especies de tiburones, como límites de capturas y la obligación de desembarcar íntegramente los ejemplares; es decir, con cuerpo, aletas y carcasas y solo se exceptúan la cabeza, las vísceras y la piel.

Además, existe en el seno de la Iccat un órgano específico que evalúa exclusivamente los stocks de escualos, sean pelágicos, oceánicos o altamente migratorios, financia un programa de investigación y recopilación de datos que incluye el marcado para conocer su hábitat y migración y, por si no fuese suficiente, ha desarrollado una guía de identificación para las especies de Carcharnihus y otros tiburones que solo habría que aprender a usar.

Eurocámara y Consejo apoyaron la medida sin atender a lo que decían los científicos

La respuesta que la secretaría de la Iccat ha dado a la consulta de Japón sobre la conveniencia de incluir los tiburones de la familia Carcharhinidae en el apéndice II de la Cites deja en evidencia lo que tantas veces han reprochado a las instituciones comunitarias, sea Comisión, Consejo o Parlamento Europeo: ese sesgo verde que en nombre de la conservación de las especies les lleva a votar indefectiblemente a favor de medidas que, en ocasiones, no tiene sustento científico. Y mucho menos análisis de las consecuencias socioeconómicas de tal decisión.

Que el Parlamento Europeo haya decidido apoyar la propuesta de incluir a la quenlla entre las especies de tiburón protegido sin tener evidencias claras de que este stock esté sobreexplotado o de que esté siendo sobrepescado —sino todo lo contrario—, ha indignado a un sector sobre el que llueve sobre mojado e, incluso, a los científicos, pues sus informes, fruto de su trabajo, quedan en la ignominia.

A diferencia de quienes votaron a favor en el Consejo de la UE, los eurodiputados disponían ya del informe del Comité de Pesca de la FAO que pone reparos a la iniciativa de Panamá por falta de sustento científico. Y aún así «votaron a favor», por «unha cuestión de fe, como quen vai a rezar a Lourdes», apuntan fuentes del estamento científico, pues no solo los científicos, sino los propios gestores de la Iccat, «desmontan un por un os argumentos nos que se basa Panamá para facer a súa proposta», sentencian indignadas las citadas fuentes.


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