Dominique Lapierre viaja por la URSS de los años cincuenta
Televisión
18 Jan 2006. Actualizado a las 06:00 h.
En el verano de 1956, el joven periodista de la revista Paris Match , Dominique Lapierre, emprendió uno de los viajes que más honda huella le dejarían a lo largo su vida. Acompañado del fotógrafo Jean-Pierre Pedrazzini y de sus respectivas esposas, decidieron atravesar la columna vertebral de la antigua Unión Soviética, un país que en aquel entonces tenía restringido el paso a la «corrompida» civilización occidental. El resultado de aquella experiencia la recoge ahora en Érase una vez la URSS (Planeta), un libro de viajes que, al cabo de tiempo, se ha transformado en un documento histórico. El escritor galo -entonces tenía 25 años- ha construido el texto basándose en las notas que tomó durante el viaje y en los recuerdos que, según dijo, permanecen aún vivos en su memoria. «Cuando eres joven, tu cerebro es una esponja que procesa todo lo que ve», aseguró Lapierre, quien a sus 74 años muestra una energía y vitalidad inusuales a esa edad. Aunque en 1957 publicó tres reportajes en Paris Match , el libro que ahora presenta es inédito, pues lo ha redactado desde principio a fin. «Confío en que me haya salido con la misma frescura y el mismo brío con el que escribía de chaval». En un correcto castellano -ayudado en contadas ocasiones por el escritor y también viajero Javier Moro-, Lapierre recordó con muchos aspavientos y gesticulaciones algunas anécdotas de un periplo que llevó a cabo a lomos de un Simca Marly y en el que recorrió cerca de 13.000 kilómetros. «Antes de emprender el viaje, logramos entrevistarnos con el primer ministro ruso, Nikita Jruschov, para pedirle permiso; este hombre, que el año anterior se había atrevido a denunciar los crímenes de Stalin, nos dijo: ''Es una pésima idea; tenemos unas carreteras en un estado funesto y sus esposas no aguantarán. A los quince días se divorciarán de ustedes''». No fueron quince sino tres meses y medio los que permanecieron Lapierre, Pedrazzini y sus mujeres (finalmente no se divorciaron) en tierras rusas. Gracias a la mediación del ex presidente de la República francesa, Vicent Auriol, lograron la autorización del Inturist, el organismo encargado del turismo soviético. «Era la primera vez, tras la Segunda Guerra Mundial, que dos reporteros lograban entrar en el país con total libertad de acción», recordó Lapierre. Al volante del Simca atravesaron Alemania y entraron en la URSS por Polonia, una frontera «abarrota de policías y guardias de seguridad». Una vez en Moscú se desplazaron hasta el mar Negro y Georgia por unas «pésimas carreteras», donde lo peor no era el firme, sino la gasolina. «Estaba llena de impurezas, la tuvimos que filtrar con un sombrero que me llevé y que perteneció a mi padre, para que el carburador del coche la aceptara».