La Voz de Galicia

Problemas con la línea en Riazor

Torre de Marathón

Xurxo Fernández Xurxo Fernández

Los desajustes esporádicos pasaron factura a un Deportivo serio que aún debe terminar de afinarse

21 Aug 2017. Actualizado a las 05:00 h.

Llegó el Madrid en plan pelirroja Merchi, aquella de la pintada de Orillamar. «Cuanto peor está de quien te rodeas más disfrutas», aseguraba la más popular de las frases escritas nunca en una pared coruñesa. Y disfrutaron los blancos en cuanto encontraron las costuras del Dépor. Se dedicaron a hurgar en ellas, después de sufrir, disfrazando de goleada un partido en el que los blanquiazules plantaron cara al campeón. Emitieron los de Mel señales positivas durante la hora y media que duró el choque, pero no pudieron disimular los problemas de línea con que han llegado al final del verano; momentos de descoordinación traducidos en tres dianas del rival.

Falló la que se aventura como unidad más fiable en cuanto se afine. Esa que se asienta justo delante de Rubén. El meta no atrapó un disparo suave, pero fue Schär quien facilitó el primer gol. El suizo exhibió enormes condiciones: en el corte, el pase, la conducción... pero en el minuto 20 midió mal. Se quedó enganchado, muy por detrás de sus compañeros de zaga, convirtiendo en legal la posición de Bale y Benzema. En el 26 y en el 62, el desatino fue coral. Primero, se permitió cruzar de palo a palo un centro raso, con dos defensas y un meta de por medio; después, la descoordinación afectó al marcaje en un saque de banda. Mal ya acusado la temporada anterior.

Tres goles encajados en ocho disparos a puerta del Madrid. Agua en los seis intentos locales, y madera en otro más. En la efectividad estuvo la enorme distancia, más allá de la posesión. El 68% del tiempo, el cuero circuló entre los visitantes, que rozaron el 90% de acierto en el pase. No funcionó el falso trivote en la medular. Falso, porque nunca existió.

Borges tuvo que ejercer de enganche, una posición en la que nunca ha logrado encajar. Pierde eficacia como factor sorpresa porque atrae el foco de las vigilancias defensivas, le penaliza más su falta de velocidad, y se queda el Dépor sin un referente en la lucha por los balones que llueven sobre el círculo central. Es tradición en el conjunto coruñés lo de intentar improvisar mediapuntas, y nunca acaba bien. Que le pregunten a Juan Domínguez, obligado tantas veces en vano a vestirse de Valerón. El tico se vació, como Mosquera, aunque fue Guilherme quien sostuvo la zona de creación. A los extremos, perdidos también, les salvó la vocación ofensiva de cada lateral, pero nadie en la segunda línea se aprovechó del trabajo de Andone, solo negado al rematar.


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