Hay que meter la pala excavadora
Torre de Marathón
22 May 2018. Actualizado a las 23:15 h.
El fichaje de Dani Giménez marca el comienzo de la reestructuración de la plantilla del Dépor. Un primer fichaje que debe anticipar una auténtica revolución, porque es lo que toca.
No se entendería de otra forma. La penosa temporada que han cuajado los futbolistas del Deportivo no merece otra cosa que pasar la pala excavadora, destruirla casi por completo y levantar un nuevo proyecto que en nada evoque a un grupo de peloteros perdedores, sin espíritu de lucha y que desde muy pronto se hicieron indignos tanto de la categoría en la que jugaban como de la camiseta, afición y ciudad que representaban.
Aprovechando el bajo nivel de exigencia que tradicionalmente existe en A Coruña (también en el club) con los jugadores, han penado por la Liga y han acabado con la ridícula marca de 29 puntos. Son muy pocos los futbolistas que se salvan de la catástrofe. Todo lo contrario que los que se merecen ser retratados.
Lucas Pérez fue una gran decepción. Tino Fernández apostó fuerte por su fichaje, pero el de Monelos, adorado por un gran sector de la hinchada, no estuvo a la altura. Ni vino en forma, ni cuando la adquirió, estuvo acertado. Siempre se entregó sobre el césped, pero su estatus en el equipo no era el de meritorio, sino que debía ser la estrella que liderara el proyecto.
Muchos aficionados soñaban con una pareja demoledora con Lucas y Andone, pero si el coruñés tuvo un año aciago, el rumano fue veneno en el vestuario. Sus cualidades fueron eclipsadas por su mal carácter y su comportamiento lo ha pagado caro el club, así como sus entrenadores, que no lograron domesticarle. Sin duda, Andone debería reflexionar sobre lo que es el fútbol profesional y el respeto a la entidad que te paga.
Otra decepción, Sidnei. El brasileño se vio tan sobrado desde que llegó al Deportivo que consiguió empeorar con el tiempo. Muchos le llegaron a achacar que estuvo más preocupado de salir de punta en blanco en las redes sociales que de poner toda la carne en el asador sobre el verde.
¿Y su compañero en el centro de la defensa? Lo de Albentosa fue dramático. Aquí no se puede decir que no lo diera todo. Ha sido honesto, pero ha protagonizado alguno de los momentos futbolísticos más deplorables del año en durísima competencia con los guardametas, sobre todo el tal Pantilimon, una broma pesada bajo palos.
¿Y Guilherme? Ni construye, ni destruye. ¿Mosquera? Tiene mucho más de lo que dio y está en deuda con una afición que festejó a lo grande el día que el club logró frenar su marcha al Valencia.
Los citados no son los únicos, pero valgan como una muestra de lo que fue un año terrorífico que no debe volver a repetirse. Por ello es necesario hacer una limpieza profunda que apenas deje rastro de los culpables del descenso. Eso incluye al entrenador. Seedorf ha sido un tipo trabajador, al que le encanta su oficio y que ha hecho lo que buenamente ha podido, pero aquí hace falta un entrenador que enseñe a la plantilla, que venga perfectamente formado y que conozca lo que va a tener entre manos, es decir, a sus jugadores y a una categoría como la Segunda División, especialmente dura.
Lo dicho, hace falta la pala excavadora.