Diego Caballo toma el carril
Torre de Marathón
Recién llegado del Fabril, se consolida titular en el lateral zurdo con un gran papel en Extremadura
27 Aug 2018. Actualizado a las 05:00 h.
Hasta ahora, los grandes hitos de la carrera de Diego Caballo habían tenido que ver con la ausencia. Guardaban mayor relación con otros que con él. Hubo un día en que Vicente del Bosque echó en falta un lateral para un partidillo diez contra diez. Podría haber reciclado a un portero y enviarlo al carril de los suplentes de la selección, pero decidió buscar entre los sub-17 que compartían la ciudad deportiva de Las Rozas con la absoluta. El futbolista salmantino, que en marzo del 2011 militaba en el Juvenil del Real Madrid, echó así una pachanga con varios campeones del mundo. La segunda oportunidad de verse rodeado de jugadores de peso le llegó una tarde de abril del 2016. Militaba ya en el filial del Valencia y un par de meses antes había hecho bulto en la vuelta de unas semifinales de Copa que el Barcelona había sentenciado en la ida (7-0 en el Camp Nou); poco después de aquello, Pako Ayestarán había reemplazado a Gary Neville al mando, y ese día tenía la baja de Gayá. Otra vez un hombre de menos, otra oportunidad para Caballo, que compartió banquillo primero con Negredo y Enzo Pérez y después con Alcácer y Rodrigo, en la victoria (2-1) de los de Mestalla sobre el Sevilla. Nunca hasta este verano estuvo más cerca el salmantino de estrenarse en la Liga de Fútbol Profesional. Y cuando por fin ha dado el paso lo ha hecho por encima de los demás, sin necesidad de un ausente que le cediera el lugar.
En la plaza más concurrida de cuantas hay en el plantel del Dépor se ha asentado un chaval de metro setenta que a solo tres días de debutar dejó de pertenecer al Fabril. Sin opción de alternar entre filial y primer equipo, Diego Caballo dio el salto definitivo, adelantando por la izquierda a quienes ocupaban su lugar. Convirtió en suplente fijo a Sebastian Dubarbier, primer jugador de campo fichado por Carmelo del Pozo, y dejó sin viajes a Saúl García, en el cuarto intento del cántabro de vestir por fin de blanquiazul.
Primera recuperación
Entró directo al once del Belmonte para destacar en el sufrido empate con el Albacete, y se mantuvo otra hora y media sobre el césped durante la gris victoria de Almendralejo. En el Francisco de la Hera se confirmó como un futbolista mayor. Suya fue, en el minuto 1, la primera recuperación. Había perdido la bola Valle y salía en carrera Carlos Valverde, el interior al que se midió con insistencia Caballo al atacar y al defender. El lateral fue al suelo y rebañó el balón.
Abortado el susto, se abrió un período de dominio visitante, en el que destacó también el carrilero. La propuesta de Natxo no es de fácil lectura, pero ofrece ventajas a los ocupantes del costado si la interpretan bien. Con el cuero circulando por la derecha y David Simón en estampida hacía campo extremeño, Bergantiños se encargó de guardar la espalda del canario mientras el lateral izquierdo se arrimaba al centro cerrando la basculación. El trabajo de vigilancia defensiva cambiaba con el cuero en pies de Quique y Carles Gil. Las diagonales de estos en conducción concluyeron en tres ocasiones con un cambio de orientación hacia el córner opuesto, por donde a Caballo se le abría campo a la espalda de Álex Díez. A los siete minutos aprovechó por primera vez esta circunstancia sirviendo atrás el cuero para el posterior centro al área de Vicente, pero la mejor muestra llegó en el 68, con un envío de Gil que el salmantino cazó en el aire cuando se perdía por línea de fondo para asistir a Valle. El berciano envió fuera el remate, como el que le sirvió su mismo compañero en la jugada con la que concluyó el primer tiempo. Entonces al ex del Fabril le dio tiempo a levantar la cabeza antes de centrar.
La conexión entre los dos leoneses estuvo muy cerca de cuajar en gol y acabó propiciando en diferido el único tanto del duelo. El lateral metió rasa en el área la bola que Valle condujo a trompicones y Quique envió a la red.
Sociedad de zurdos
Esa sociedad siniestra que establecieron Caballo, Quique y Gil incluyó también al cuarto zurdo, Vicente Gómez, como recurso de proximidad. El centrocampista se apoyó varias veces en el carrilero, que sacó la cara por el veterano después de que Tienza le golpeara a traición. A uno le favoreció su altura; al otro, su velocidad. A 32 por hora se movió el charro, corrigiendo por piernas las ocasiones en que una contra le pilló fuera de lugar -en la más llamativa, envió a Valverde al césped con una carga legal-. En el acierto en el pase y los duelos aéreos estuvo el lunar, pero durante el último ataque extremeño supo proteger su posición ante Renella sin necesidad de saltar. Ahora que está ahí, por mérito propio, va a ser difícil de mover.