La Voz de Galicia

Día de la banderita

Vigo

Eduardo Rolland

09 Apr 2010. Actualizado a las 02:00 h.

Cruz Roja celebró el pasado marzo el Día de la Banderita, tradicional cuestación en la que, al parecer, se nos pide a los vigueses dinero para fundar hospitales que resulten rentables. Parece chocante que una institución prime criterios de rentabilidad y, al mismo tiempo, pida limosna, pero de este misterio insondable habrán de responder sus actuales gestores. También, de la mala imagen que están dando de tan benemérito organismo, que por cierto tuvo gran protagonismo en Vigo, durante la repatriación de los soldados de Cuba, en 1898. En Portugal, también por motivos de salud, celebran estos días la fiesta de la banderita. En este caso, de la banderita de España. Los vecinos de Valença, hartos de una atención sanitaria deficiente, y tras el cierre de su servicio de urgencias, protestan engalanando sus balcones con la enseña roja y gualda. El alcalde valenciano, Jorge Mendes, considera la movilización «antipatriótica». Pero se equivoca: poco patriota es el político que no sabe atender a sus ciudadanos, al punto de empujar a estos a abrazar la bandera del vecino. Tampoco la protesta es para que se alarmen en Lisboa. Un valenciano, como todos los habitantes de la franja miñota, se puede sentir tan indistintamente gallego o portugués según le convenga. Ésta es la región transfronteriza más cohesionada de Europa. Y, si no basta el ejemplo del Couto Mixto, sirve también el de Salvaterra y Monçao, hoy una única ciudad en la que el que fue «puente internacional» es hoy una calle más para todos. Hasta las bromas nos unen. Los vigueses somos a veces llamados portugueses. Y no pocos celtistas han reclamado que su equipo dispute la liga lusa. En los asuntos serios, en economía y en cultura, hace mucho que compartimos un territorio común. Ahora, los valencianos hacen lo que el cineasta Michael Moore retrata en su documental Sicko. La pésima atención en EEUU obliga a muchos habitantes de Chicago a cruzar el lago Michigan para operarse en Canadá. Si los portugueses se ven obligados a lo mismo, el antipatriota será el alcalde valenciano o el gobierno luso, pero no sus sufridos vecinos. Curiosamente, Valença acaba de ser nombrada ciudad. El Gobierno portugués la elevó a esta categoría en 2009, en atención a sus 15.000 habitantes. Y mal encaja que el primer regalo tras el título sea retirarle servicios a sus ciudadanos. En cualquier caso, bienvenidos sean los vecinos lusos. Pero sería recomendable que, cuando reclaman ser atendidos en Vigo, se informen sobre la sanidad en la mayor ciudad de Galicia. Porque, aquí, un tercio de la población aun depende del concierto con un centro privado. Hay dudas razonables sobre el futuro hospital. Y el cierre de la Cruz Roja ha venido a empeorar la precaria atención. Veremos si, cuando ellos vengan con la banderita roja y gualda, no nos encuentran a nosotros cantando el Heróis do Mar.
Comentar