La Voz de Galicia

El voto del Sireno

Vigo

Eduardo Rolland

25 Apr 2010. Actualizado a las 02:00 h.

Un poema de Gabriel Celaya sostiene que las estatuas de los parques se mueven. Que tardan siglos en levantar una mano y décadas en guiñar un ojo. Pero que están vivas y caminan «como buzos por el fondo del silencio». Así que, si el poeta vasco tenía razón, en las próximas municipales, podrá votar el Sireno. La escultura de Leiro, cumplirá en mayo 19 años. Denostada al principio, utilizada para meter miedo a los niños, al uso del hombre del saco, hoy se ha constituido en uno de los grandes símbolos de Vigo. Y, desde su columna de la Porta do Sol, nos observa.

Así que, con su carné de identidad de papel albal, podrá acudir a su colegio electoral para votar a su alcalde. Serán sus primeros comicios tras alcanzar la mayoría de edad.

Desconocemos, sin embargo, la naturaleza del voto del Sireno. ¿Qué opción política y qué candidatura será la que le convenza? Tiempo, desde luego, ha tenido para pensarlo. En 18 años, el hombre pez, aislado en la soledad de sus alturas, ha visto pasar a siete alcaldes: Soto, Príncipe, Manuel Pérez, Lois Castrillo, Ventura Pérez Mariño, Corina Porro y Abel Caballero. No es una mala marca. En el mismo período, en la otra orilla del Atlántico, la Estatua de la Libertad solo ha conocido a tres: Dinkins, Giuliani y Bloomberg. En A Coruña, María Pita ha visto a dos: Vázquez y Losada Y, en Madrid, la Cibeles a otros tantos: Manzano y Gallardón.

Con siete alcaldes, el Sireno puede presumir de tener ya una idea clara de lo que es la política. Además, desde su altozano, ha sido testigo de toda cuanta marcha tradicional se vive en Vigo. En 18 años, ha visto 18 misas de la borriquilla, otras tantas fiestas de la Reconquista y el mismo número de procesiones del Cristo. Además, ha debido de asistir a más de cuarenta manifestaciones por la paz, ochocientas de defensa de la sanidad pública, cuatro mil huelgas de la basura y dos millones de huelgas del metal. Por redondear, digo. También ha vivido 18 entierros de la sardina, momento que suponemos para él muy emotivo.

Para resumir, diremos que el Sireno nos conoce como nadie. Su voto será, sin duda, el más cualificado.

Por eso nos gustaría conocer qué piensa el hombre asardinado. Qué opiniones tiene sobre la ciudad donde se ha hecho mayor. La urbe que observa, un día tras otro. Porque, si Celaya estaba en lo cierto, tal vez las estatuas incluso hablen. Y conocer su parecer tendría más valor que todos los sondeos demoscópicos. Sin olvidar que, además, es una escultura muy brillante.

Así que habrá que estar atentos la próxima primavera. Seguir al Sireno en su trayecto hacia el colegio electoral y tomarle declaraciones a pie de urna. Si, contradiciendo a Celaya, no se mueve; si decide quedarse en su sitio, inmóvil, solo podrá ser porque, en 18 años como testigo de Vigo ha aprendido lo más importante: Que, vote lo que vote, le tomarán por el pito del Sireno.


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