Nico Rodríguez, medallista olímpico: «A mí la política no me va a utilizar»
Vigo
«Estoy convencido de que el día que ganamos la medalla me dará fuerzas para el resto de mi vida»
25 Aug 2021. Actualizado a las 01:40 h.
Navega desde el 4 de agosto en el mar del aplauso, del reconocimiento, incluso de la adulación. Pero semeja que lo hace con la misma cabeza con la que junto a Jordi Xammar lucharon día a día, manga a manga hasta convertirse en medalla de bronce en 470 en las Olimpiadas de Tokio. Nico Rodríguez (Vigo, 1991) lo vive con plenitud, consciente de que los homenajes, las fotos, las entrevistas, las cenas y celebraciones forman parte de la colección de vivencias con las que pasado el tiempo reconstruirá el recuerdo del momento en el que se convirtió en medallista olímpico. «Es ya algo eterno. Es algo tan indescriptible que estoy convencido de que ese día, el día que ganamos la medalla, me dará fuerzas para el resto de mi vida».
Confiesa que se le ha puesto la piel de gallina varias veces desde que aterrizó en Vigo. «Nunca he llorado tanto como esta semana», dice sorprendiéndose a sí mismo de como emerge la emoción, como lo aplazado durante los últimos cinco años y la presión se abre camino en forma de lágrimas de alegría y satisfacción.
No ha habido día desde que su compañero Xammar le puso la medalla en Enoshima que no se la volviese a colgar del cuello. 480 gramos de metal que cede de inmediato para que quien la tome pueda sentir aunque sea una milésima del honor y grandeza que Nico se trajo de Japón. Esa generosidad en compartir su alegría se nota en el perfil de la diosa Nike de su galardón. Luce varias ralladuras en su torso y alas tras pasar por decenas de manos.
Además de amigos, de aficionados y de curiosos también se le han acercado políticos en estos días, unos cuantos, ávidos del calor que desprende un medallista olímpico. Nico Rodríguez ha sido campeón del mundo en 470 tres veces, y otras tantas de Europa. Pero la nueva presea es todo un tesoro. «No soy rencoroso, pero a algún político le he recordado que cuando necesitamos apoyo para intentar llegar a donde finalmente hemos llegado, no nos atendió. Se lo he recordado en privado, pero no buscando nada para mi, sino para tratar de evitar que le vuelva a pasar a otra persona que busque ese mismo apoyo», dice de forma directa, pero reservándose cualquier detalle que pueda desvelar la identidad del aludido.
El año pasado quedó con David Cal, «mi ídolo» dice, para pedirle consejo sobre cómo abordar las Olimpiadas, cómo gestionar la presión de partir en el grupo de los favoritos. Del ejemplo del cinco veces medallista olímpico de O Morrazo sacó Nico sus conclusiones. En realidad semeja que analiza siempre a sus interlocutores. «A mí no me va a pasar», corta en cuanto se le sugiere si también se va a adentrar en el mundo político como el piragüista. Dejando a Cal al margen, el regatista vigués tiene claro que «a mi la política no me va a utilizar», asegura, mientras rápidamente bosqueja posibles futuros en su cabeza. «No doy un no rotundo a que cuando sea mayor pueda dedicarme a la política», apostilla para diferenciar la fase que vive ahora de la que pueda llegar a encarar cuando haya completado todo lo que se propone hacer. «No me gusta que se mezcle deporte y política», dice con sus ojos de regatista en activo. Pero a continuación advierte que solo el deporte me podría llevar a dar ese paso cuando sea mayor», calcula, mientras talla una frase solicitada para que lance una propuesta: «Hay que abrir Galicia al mar».
Nico Rodríguez confiesa sentir envidia del partido que se le saca al mar en sitios en los que ha competido y entrenado como Sídney. Habla de vela, de piragüismo, de surf... de todas las competiciones que entiende que rías como la de Vigo pueden acoger para convertirse en foco de atracción. «Es una pena ver el paraíso que tenemos y no aprovecharlo», dice reconociendo que dar su opinión ha adquirido desde el 4 de agosto más responsabilidad.
De pequeño jugó al fútbol, al hockey, al tenis, al yudo... pero se quedó con la vela siguiendo el rastro de su abuelo materno, comandante de marina y profesor en Elcano. Considera que hay «muchos prejuicios» hacia la vela, que se tiende a pensar que quienes la practican son unos bien tratados por la vida, unos pijos en un mundo de postureo. Pero no reconoce ese cuadro, aunque alguna escena similar le sea familiar. Él muestra otra imagen, la del trabajo, la de cargar el material sin ayudas, de arreglarlo, limpiarlo, ponerlo a punto, aprender sobre metales, buscar expertos con los que mejorar el barco, que por cierto no tiene. «Cuando sea mayor tendré uno pequeñito. Un yate no, para nada», rechaza.
Para haber llegado a la élite Nico Rodríguez describe más trabajo aún. Un profundo ejercicio sobre su mente, prepararla para ganar y para perder, como en la vida. «Perder te hace más fuerte», asevera añadiendo que las mayores lecciones las ha obtenido en las peores derrotas. Pero ahora es uno de los pocos que ha subido al Olimpo y piensa en cómo hacer para contarlo y motivar al que se le ponga delante.
en detalle
Primer trabajo
Monitor de vela en el Náutico de Vigo con 16 años. Es odontólogo de profesión pero ahora se siente muy lejos de ejercerla, pese a que casi toma ese camino emigrando a Holanda y dejando la vela.
Viaje especial
La preparación de la Olimpiada entre Japón y Australia. «En el 2018 llegué a casa el 25 de diciembre. Casi no lo consigo».