Un bronce con doble sabor a oro
Vigo
El conjunto de canteranas del Maniotas dice adiós con una medalla nacional tras trece años, y seis meses después del fallecimiento del padre de su entrenadora
23 Nov 2023. Actualizado a las 05:00 h.
Comenzaron juntas cuando rondaban los seis años y, después de trece, unidas y con la misma entrenadora, el conjunto del Maniotas de gimnasia rítmica formado por Lúa Pajares, June Álvarez, Morgana Cabano, Fernanda Labra y Naiara Davila, con el refuerzo de la italiana Gaia Pozzi, logró la medalla de bronce y el ascenso a la segunda categoría nacional. «Es histórico para nosotros», dice su preparadora durante todo este tiempo, Aiala Ortiz. Varias de ellas se retiran por comenzar ahora sus estudios universitarios; lo hacen con el broche soñado, «el culmen a muchos años de trabajo».
Se trata de un conjunto muy querido en el club después de haber perdurado tanto tiempo. Y por sus características. «Son cinco niñas de aquí, de Vigo, salidas de distintos colegios de la ciudad y de nuestra cantera», enfatiza su entrenadora. Recuerda que otros clubes disponen de más recursos, de fichajes estrellas de internacionales y que el nivel es muy alto. «Es muy meritorio lo que han conseguido. Que te cuelguen una medalla siempre es como ‘¡por fin!’, pero el éxito es más por la parte humana y personal», recalca.
Este grupo sabía lo que era quedarse a las puertas; lo había experimentado muchas veces. A la pregunta de qué ha cambiado para poder dar ese pasito extra este año, Ortiz revela una vivencia personal. «Hace seis meses que murió mi papi después de dos años de enfermedad; el último, muy difícil. Creo que lo que cambió fue no pensar tanto en el resultado, confiar en el trabajo. Él fue deportista y siempre me insistió en seguir yendo a los campeonatos, aunque cada vez me iba con la cosa de que igual ya no lo volvía a ver. Era muy duro», se sincera.
La entrenadora, de 36 años y gimnasta desde niña, asegura que siempre trató de mantener la sonrisa para sus chicas. «Intenté hacer lo posible para estar ahí, hacerlas mejorar. Me he ido informando e intentando aprender de distintos sitios, estudiar para poder aportar al equipo», entrando incluso en contacto con otros clubes para tomar nota. Su intención fue en todo momento que las gimnastas no se vieran perjudicadas por su situación, que «no perdieran aprendizaje» como consecuencia.
Una de las integrantes del grupo es su sobrina y el resto también estaban al tanto de lo que pasaba en la familia de Aiala. «A veces les he tenido que decir que me ayudaran, que había sido una semana complicada de hospital» y ellas siempre respondieron. «La clave del éxito es toda la disciplina anterior, trabajo que ha dado resultado ahora por sí solo ante este obstáculo. Ellas han querido ayudarme, han seguido si algún día yo no podía estar. El trabajo estaba y no se vio afectado. Había que dejar que llegara cuando tuviera que llegar, y fue mágico», analiza.
La competición consiste en ejercicios individuales cuyas notas se suman y esta dinámica hace aún más especial el resultado, que conquistaran la medalla colectiva. «June y Lúa lograron metales individuales, pero nos quedamos con que no fueran solo ellas, sino que el equipo completo subiera al podio», celebra. Siempre han competido como equipo, un equipo de casa. «Hay clubes que, con dinero, pueden hacer fichajes muy caros. Se ha convertido en algo que me recuerda un poco al fútbol», lamenta.
Para ellas, lo principal siempre ha sido disfrutar, aunque poniéndose también metas deportivas que en su despedida han cumplido con creces. «Los resultados están genial, pero de este equipo, me quedo con el valor humano que tienen», reitera Ortiz. Para ella, este conjunto fue su primer proyecto como entrenadora, faceta en la que se estrenó a los 16 años y tras haber sido gimnasta desde los 9. «Llevan conmigo desde el principio. Yo venía de una gimnasia antigua y quise cambiar la manera de entrenar y enseñarles. En mi época, había más envidias y se trata de aprender las untas de las otras y mejorar como equipo», reflexiona.
En paz con sus chicas
La medalla la celebraron llorando y abrazándose después de una jornada intensa. Como anécdota, el podio no estaba en su plan de viaje. «Nos tuvimos que ir al aeropuerto con las mallas puestas porque no llegábamos para coger el avión», revela. Ahora, Aiala procura no pensar mucho en que varias de sus chicas se van, porque le entristece. «Pero al haber conseguido esto, me siento en paz con ellas. Porque siempre lo han luchado y han podido tener su lugar, el sitio que merecían».