Las madres de Érguete vuelven a casa
Vigo
La Asociación organizó ayer un encuentro para preparar su 40 aniversario
26 Oct 2024. Actualizado a las 16:09 h.
«Cuánto sufrimos. Fue todo tan duro...». Hay momentos en los que recordar duele. Las heridas que nunca se cerraron se abren un poco más. Ellas las tienen marcadas en la piel. Ocho madres, ocho historias, una palabra común: Érguete. «Somos familia, lloramos, reímos y soñamos juntas», recuerda Dolores Covelo. La heroína se coló en sus casas como una pesadilla invisible. Se apoderó de sus hijos, se los llevó y, a algunos, también los apagó. No sabían qué les pasaba. La mayoría encontró «bolsas que parecían chocolate» en sus hogares. «No teníamos ni idea de lo que era», recuerdan. Lo aprendieron juntas. Octubre del 1985, un grupo de madres funda en un pequeño local de la calle Uruguay de Vigo la asociación Érguete. Allí, bajo el número de un portal, iniciaron la lucha que cambiaría sus vidas, la de sus hijos y, también, la sociedad.
Ayer, Carmen Avendaño, Dora, Rosa, Dolores, Tonina, Beli, Montse, Elvira y Carmen Alonso volvieron a la que fue su casa. Se reunieron 39 años después para recordar «a todas las que faltan» y ceder sus memorias a un proyecto que prepara la Asociación Érguete para el 2025, cuando se cumplirán 40 años del inicio de la lucha. Como en aquellos comienzos, fueron llegando a pocos a la asociación. Todas, con el peso de la edad a cuestas, aceleraron para abrazarse. Volver a entrar juntas las puertas de Érguete después de tantos años fue una fiesta. Hubo besos, sonrisas y lágrimas de las que se creían que no se volverían a ver. Al entrar, volvieron a encontrarse con sus sábanas. Las que pintaron, las que arrancaron de sus camas para señalar a los narcotraficantes en los bares, en los juicios y en ciudades de toda España porque «sí, las calles eran nuestras», recuerda Carmen Avendaño, presidenta de la asociación Érguete.
Desde aquel portal se abrieron al mundo. Patearon todo Vigo sin descanso buscando a sus hijos, se pararon, con lluvia, frío o calor, delante de los bares donde se vendía droga, persiguieron a los narcos en coches, las detuvieron, las llamaron locas, terroristas, se reunieron con todo el mundo, protestaron a los políticos, ayudaron a miles y miles de personas y, al final, «ganamos», destaca Dora Carrera, vicepresidenta de la asociación Érguete. No tardan mucho en recordar el pazo de Ballón, donde exhibía su poder el narcotraficante Laureano Oubiña. Año 1994, «nos fuimos hasta Vilagarcía todas juntas para que se lo confiscaran», recuerda Dolores. Se concentraron con otras tantas madres de la zona frente al pazo, golpearon sus puertas, gritaron «con toda la rabia que teníamos dentro». Aquel día no vencieron, pero 12 años más tarde, en 2008, entraban por la puerta escenificando la victoria final.
Como en toda reunión de viejas amigas, «de compañeras de batalla», las anécdotas vuelan. Están sentadas en un semicírculo de sillas azules, el color que eligieron para dar imagen a su asociación. «¿Os acordáis cuando nos llevaron detenidas a Fina, a Mari y a mí?», pregunta Beli Alonso. Como cada lunes, habían ido frente a un bar de la calle Lepanto donde se vendía droga. «Aquel día nos cerró la puerta y bajó la verja», recuerda. A Carmen le dio igual. Cogió unas tizas y pinto en su pared: «En este bar se vende droga». Al poco, el dueño salió y «le pegó un hostiazo a Carmen. Allí fuimos Fina y yo. Yo me saqué el zapato y ella, con las pancartas a la pelea». Cuando llegó la policía se las llevó al calabozo y estuvieron allí un par de horas.
Frente a las madres de Érguete, dos historiadoras graban sus palabras. Su memoria será el punto de partida de una gran exposición que imaginan en la Asociación Érguete. «¿Tuvieron miedo?». Todas niegan con la cabeza. «No me podían hacer nada peor que lo que ya me estaban haciendo», explica Carmen Alonso. «A mí me insultaron, me amenazaron de muerte y me pincharon las ruedas del coche muchas veces», recuerda Beli. «Yo pensé que nos iban a poner una bomba en el coche», dice Carmen. ¿Y no te daba miedo? «No, solo se acabarían los problemas y el sufrimiento», concluye.
Pero Érguete no fue solo dolor para las madres: «También es una de las grandes alegrías de nuestras vidas». Sin este lugar común, habrían vivido la desgracia solas. «Aquí reímos mucho, salvamos a miles de personas y también criamos a nuestros hijos», recuerdan. Trabajaron en los programas de la asociación en sus inicios. Cuidaban a usuarios en viviendas de acogida, visitaban prisiones y lucharon sus derechos. El plan gallego de drogas no existiría sin ellas. Son un legado vivo de una lucha que hoy continúa, en la asociación atienden a más de 8.000 personas cada año.