Los ángeles de la guarda de los animales
A Guarda
Perros, gatos y otras especies del área de Vigo tienen una segunda oportunidad gracias a rescatistas y voluntarios como el pensionista José Cabral, la ucraniana Olesia Iparrahirre y el adiestrador David Martínez
30 Jun 2024. Actualizado a las 05:00 h.
Son auténticos ángeles de la guarda para animales que, en su gran mayoría, estarían abocados al sacrificio. Los rescatistas y voluntarios consiguen que perros, gatos y otros tengan una segunda oportunidad, con una nueva vida en un refugio o en un hogar. Tres de las personas que dan ejemplo con su labor colaboran con la Isla de Tali, protectora multiespecie situada en A Ramallosa, y con otros colectivos e instituciones.
Captura de gatos
José Cabral tiene 61 años, es pensionista y dedica casi todos sus días a rescatar animales en peligro. Es voluntario en Nigrán y aunque desde hace muchos años colabora en la limpieza de montes o de playas, su verdadera pasión siempre han sido los animales. La primera vez que entró en contacto con el voluntariado de rescate animal fue por casualidad. «Un conocido me pidió ayuda para gestionar una colonia de felinos que se estaba descontrolando y me gustó», explica. En esa primera etapa empezó poco a poco para descubrir cómo era la experiencia, pero acabó convirtiéndose en parte de su rutina. En el momento en que su acción con colonias de gatos se volvió más activa y descubrió La Isla de Tali. «Al principio estaba un poco perdido porque no sabía trabajar a lo grande. Yo antes cogía a los gatiños y en mi coche los llevaba al veterinario y los volvía a soltar. Pero aquí hay un protocolo que seguir y es más fácil ayudar a los animales así», dice.
El trabajo principal de José como rescatista voluntario consiste en controlar las colonias de gatos que ya están localizadas, pero también tiene que acudir cuando aparecen nuevas: «Alimento a algunas colonias cada día y también aconsejo a los vecinos que se encargan de las que ya están controladas». Estas visitas son las que él llama «de control o seguimiento». Sin embargo, su dedicación va mucho más lejos, «tenemos avisos casi todas las semanas» y es ahí cuando se tiene que desplazar a nuevas colonias o intentar capturar a felinos que están enfermos o heridos. Capturar a los gatos es lo más complicado: las trampas las coloca de noche y no siempre se coge a los que necesitan cuidados a la primera. Él se encarga de llevar al animal que lo necesite en cada momento a las consultas veterinarias en A Guarda.
Tiene claro que volvería a escoger su pasión: «Lo más gratificante es cuando alguien viene a adoptar al refugio. Todos los arañazos y mordidas merecen la pena cuando la persona y el gato se van felices». Para él, ser rescatista va más allá de ayudar a los animales. «Siempre digo que realmente no ayudo yo en esta labor, me ayudan ellos a mí. Tanto los felinos como todas las personas con las que me topo en la protectora», declara.
Cuidados en el refugio
Olesia Iparrahirre tiene 40 años y es ucraniana. Llegó a Baiona en marzo del 2022 y también coopera con La Isla de Tali desde entonces. «A mí, aquí, me gusta todo, desde que llego hasta que me voy», declara. Su trabajo como voluntaria está relacionado con el cuidado, limpieza, alimentación y mantenimiento del refugio. «Yo soy mano de obra, apoyo en todo lo que se necesite. A los animales hay que limpiarlos y encargarse de que estén cómodos», explica.
Ahora mismo, solo puede acudir al refugio una vez a la semana, pero le gustaría estar más tiempo. «Cuando tengo un hueco libre, aprovecho para ir. Estar con los animales me da alegría, y a ellos también. Cuando estoy trabajando, que ellos vengan detrás de mí me pone contenta».
Olesia también rescataba a perros y a gatos en Ucrania, desde siempre le ha gustado estar presente en el mundo animal y ayudar en su protección. «Las personas tenemos más facilidades para defendernos que un animal. Además, a los que antes han vivido en una casa, luego no les es fácil sobrevivir o buscar comida».
En su propio hogar
David Martínez tiene 39 años y es educador y adiestrador canino. Él es rescatista independiente desde hace quince años. Es conocido ya por muchos vecinos, y gracias a sus llamadas o avisos, y a las publicaciones en redes sociales, realiza los rescates por su cuenta. Su labor es la de recoger a los perros que encuentra por la calle y seguir su protocolo de actuación. «Recojo al perro y compruebo si tiene chip. Si no es así, los traigo a mi casa para que se recuperen. Al día siguiente coloco carteles en la zona donde lo encontré y lo publico también en redes sociales. Suelo esperar una semana, y si no, acudo a una protectora. En el caso de que no puedan acogerlo en ese momento, intento buscar a alguien que lo adopte o quedármelo yo si me es posible», explica. Para él, el primer paso y el primordial es «salvar al animal cuanto antes».
Nunca ha dudado en arriesgarse si era necesario: «Una vez salí a buscar a un perro y descubrí que estaba en el fondo de un acantilado. El perro acabó muriéndose, pero nadie iba a ir a buscarlo. Me puse un neopreno, bajé con una tabla de surf al mar. Si tú no vas ahí, el perro tal vez está dos o tres días muriéndose. Por lo menos, dejó de sufrir».
Aunque en su día a día lo habitual es que se encuentre con más perros en estas situaciones, ayuda al animal que lo necesite, sea cual sea: «Me da igual que sea un conejo que un perro. En muchas ocasiones, si no estamos nosotros, muchos no estarían vivos». David ha preparado su finca para los casos en los que los perros tienen que estar un tiempo con él: «A veces, o lo traigo a casa o se queda en la calle, y yo no dejo a un perro en la calle».
Aunque en muchas ocasiones le resulte complicado y se complique la vida, reconoce que ellos también la han cambiado la suya para bien. «Me llena como persona. Pienso que esto no es nada especial, pero dependen de nuestra ayuda y es lo que deberíamos hacer. Lo que no es normal es no prestarles ayuda», cuenta. «Cuando un rescate sale bien, ver que el animal ha tenido una segunda oportunidad me empuja seguir y seguir».