Cangas ahora conserva ruinas
Cangas
Trabas legales frenan proyectos para dar uso a viejas fábricas de enlatado en riesgo de desaparición
24 Apr 2016. Actualizado a las 04:00 h.
Las fábricas de enlatado de pescado que un día generaron miles de puestos de trabajo en O Morrazo están abandonadas a su suerte. Cangas ya solo conserva ruinas. Estructuras de piedra que se han derruido y sufrido desvalijamientos. La pujante industria se ha convertido en un paisaje desolador con el que los vecinos conviven a diario. Recuerdan a otra época en la que el nombre de Cangas se posicionaba a nivel europeo.
Las últimas dos conserveras abandonan el pueblo. En las naves de Ojea trabajaba Paganini hasta que sufrió un incendio. Ahora lo hace en el Alto da Portela, polígono limítrofe con Bueu. El espacio que conserva detrás del edificio del Concello lo usa para vender latas. Por su parte, Conservas Iglesias se trasladará pronto a la antigua factoría de los Hermanos Cruz en Moaña, que llevan reparando a buen ritmo durante todo el año 2015, según confirman fuentes del sector conservero. Podrá duplicar su producción, algo imposible de hacer en las instalaciones que tenían hasta la fecha en Cangas pegadas al mar.
«Estas fábricas quitaron moita fame despois da guerra», recuerda Valeriano Pérez, que todavía tiene en su cabeza las imágenes de los barcos descargando sardina en Rodeira para que las mujeres. Lo cierto es que esta industria generaba miles de puestos de trabajo en la comarca de O Morrazo. El buque insignia era la célebre Massó, pero no la única. A lo largo de la costa todavía se conservan los restos de múltiples empresas que esperan su hora para volver a tener algún uso.
«Aquí había una empresa de salazón», recuerda José Martínez, vecino de la zona, señalando hacia la punta de Rodeira. De ella recuerda que la llamaban «la de Claudio». Los últimos temporales hicieron que se derrumbase el tejado y ahora presenta un estado penoso, con los escombros repartidos por el interior y varias pintadas de vándalos en su exterior. Los intentos que se hicieron por parte de la iniciativa pública y privada «se toparon con que no podían hacer nada por la Ley de Costas», cuenta Martínez. En esta factoría se hacían, fundamentalmente, sardinas en conserva.
En plena playa en la parroquia de Hío perdura sin ningún tipo de protección la fábrica de Ameixide. Durante años se oyó hablar del proyecto para realizar un hotel de lujo con spa, y pantalán deportivo incluido, por parte de Vaqueiro Gestión. Pero las trabas legales de Costas al puerto han ralentizado el proyecto, que de momento cuenta licencia municipal. Enrique Sotelo, exalcalde de Cangas y portavoz del PP, asegura que los trámites municipales están en orden. El nombre de Ameixide todavía le recuerda a los vecinos del entorno a la fábrica, más que al propio pueblo que se asienta en sus inmediaciones. La realidad es que está casi derrumbada por completo, con los escombros y restos del tejado en su interior. Se puede acceder a ella fácilmente saltando una cadena desde la carretera general. Por el exterior, los gamberros se ensañaron con una serie de pintadas que han degradado el aspecto que ofrece a los vecinos y turistas que deciden veranear en la zona, cada vez más demandada.
A escasos metros está el núcleo de Vilanova. La antigua fábrica de salazón es un cúmulo de piedras. Según explica el exregidor Sotelo y actual portavoz del PP, el grupo Vaqueiro intentó montar una escuela de vela privada en este entorno. El proyecto está parado, cuentan fuentes de la empresa, a pesar de contar con los permisos de Patrimonio.
Massó, emblema nacional de la conserva durante los años sesenta y setenta, continúa pudriéndose. Los planes que tiene para este inmueble Abanca, propietaria del mismo, son de momento un misterio, tras fracasar la urbanización con puerto deportivo por la paralización de la justicia. «Cando chegaba o barco, soaba a sirena e ían os veciños a traballar, non facía falta máis», recuerda Valeriano Pérez. Ahí siguen las viejas instalaciones a la espera de un acuerdo entre promotores y Administración que parece no llegar nunca.