El joven sevillano de O Rosal que recogió el testigo de Bea y Mascato 17 años después
O Rosal
Canoísta en C2 (diploma) y C1 1.000 en los Juegos Olímpicos de Tokio, Pablo Martínez Estévez lleva pasando sus vacaciones de verano y Navidad en la tierra de su madre y sus cuatro abuelos gallegos
05 Aug 2021. Actualizado a las 19:49 h.
El pasado 25 de junio, el Concello de O Rosal se engalanaba para compartir la alegría de ver a uno de los suyos clasificado para los Juegos Olímpicos de Tokio. El gobierno municipal tributó entonces a Pablo Martínez Estévez y a su pareja deportiva, Tano García, una recepción oficial acorde a la victoria de los dos jóvenes sevillanos en el C2 1.000 en el todavía fresco Preolímpico Europeo de Szeged, Hungría. Nacido, criado y afincado en la capital andaluza, Martínez (23 años) lleva toda su vida convertido cada verano y Navidad en un vecino más de O Rosal. La localidad de sus cuatro abuelos y de su madre, Isabel, que conoció al padre de Pablo, Miguel Ángel, en las frecuentes visitas a Galicia de este último con sus progenitores, emigrados a Sevilla por trabajo.
Uno de sus tíos maternos, Jorge, se movió para conseguir que el Concello de O Rosal reconociese al que, quien sabe, pueda acabar convertido en Hijo Predilecto del municipio, tras conseguir junto a Tano García plaza en los Juegos de Tokio. «Vino toda mi familia. Hasta mis padres, que estaban trabajando en Sevilla, se plantaron en O Rosal y me dieron una sorpresa», ante la que Pablo Martínez no pudo evitar emocionarse, recuerda él mismo. Alrededor de 40 allegados lo arroparon en el consistorio, a donde la pareja de canoístas se trasladó aprovechando su estancia en Galicia para su última concentración antes de partir hacia Japón, entrenándose en el embalse ourensano de Castrelo do Miño.
«En Galicia siento un cariño enorme», cuenta el popa del C2 1.000, que el pasado martes completaba su primera prueba en los Juegos Olímpicos—en la madrugada del jueves al viernes participa, a las 3.16 horas, en las series de clasificación para las semifinales sabatinas del C1 1.000—. Una tierra Galicia, la de toda su familia, en la que encontró el lugar en el que disfrutar de sus vacaciones desde su primer año de vida, hasta que la pandemia lo obligó la pasada Navidad a renunciar por primera vez a su cita con O Rosal.
Durante sus vacaciones gallegas, Pablo ha encontrado en el Kayak Tudense todo lo que necesita para seguir con su rutina de entrenamientos. De ahí el agradecimiento del sevillano a los responsables del club, por «tratarnos como a uno más» de sus deportistas desde que su primo gallego David ejerció en su día de Cicerone del hermano de Pablo, palista del Náutico Sevilla y del mismo nombre.
Fue este último el que abrió el camino de Pablo en el piragüismo. Hace siete años, cuando el hoy olímpico decidió dejar el tenis para iniciarse a la singularmente tardía edad de los 16 en un deporte que califica de «precioso» y al que se enganchó viendo el buen rollo en el Náutico Sevilla siguiendo las aventuras deportivas de su hermano. Haciéndolo, además, en la canoa, convencido por los amigos que había hecho en el club de su ciudad de que tirase por ese camino.
Pablo Martínez evolucionó a pasos agigantados. Sobre todo, a base de una capacidad y ánimo de trabajo extraordinarios. Con este argumento, Pablo Martínez supo aprovechar el hecho de contar en Sevilla con la sede del equipo nacional Sub 23 de canoa. Su entrenador, Marcel Glavan, premió su esfuerzo convocándolo para formar un C4 en el Mundial Sub 23 del 2019. Y este año apostó por reunir a Martínez y Tano García (19 años), campeón del mundo júnior en C1 200 en el 2019, en un C2 1.000 que desbancó en el selectivo para la plaza en el Preolímpico Europeo a los dominadores de la especialidad en España durante todo el ciclo de Tokio, los gallegos Adrián Sieiro y un Sergio Vallejo mermado por una enfermedad.
Pablo Martínez y Tano García no desaprovecharon la oportunidad. Ganaron con autoridad el Preolímpico y se colaron en la final de los Juegos en su debut en la gran cita del deporte mundial, pagando con el último puesto su esfuerzo por lograr una clasificación recompensada con un diploma olímpico. Recogiendo el relevo, 17 años después, del último C2 1.000 olímpico español, el de los grovenses Fredi Bea y David Mascato, en otra vuelta de tuerca a la conexión de Martínez con Galicia.
En la madrugada del jueves al viernes, los dos andaluces paleaban por separado en el C1 1.000. Dos jóvenes novatos en tierra de curtidos medallistas y campeones olímpicos y del mundo. Dos promesas con pinta de tener mucho recorrido por delante, que volaron a Tokio sin nada que perder ni miedo a ganar: «Somos jóvenes. Pero, ¿por qué no? Si nos tienen que ganar, que nos ganen los rivales». Así habla el sevillano de O Rosal.