La Voz de Galicia

Tras las huellas de la guerra con Portugal

Salvaterra de Miño

jorge lamas vigo / la voz

Castillos de la guerra contra Portugal

Las orillas del Miño acogen varias fortificaciones levantadas durante el conflicto del siglo XVII

30 Nov 2024. Actualizado a las 05:00 h.

En 1640, Portugal se sublevó contra la monarquía española, a la que pertenecía desde finales del siglo anterior. Ese levantamiento es conocido en el país vecino como la Guerra de Restauración, que concluiría en 1668 con la independencia portuguesa de España. Aquel conflicto, que presentó distintas intensidades a lo largo de los años, dejó un rastro estructural en la raia, e incluso llegó a Vigo y Redondela. Para fortificar ambas partes de la frontera, los gobiernos de los dos países construyeron una serie de elementos defensivos que se pueden visitar debido a que en gran parte presentan un buen estado de conservación.

Frente a una localidad gallega que levantaba una fortificación, al otro lado del Miño se replicaba con un castillo similar. Así Caminha y A Guarda tienen sus recintos fortificados enfrentados, como también existen en Goián y Vila Nova de Cerveira, o en Tui y Valença, e incluso entre Salvaterra de Miño y Monçao. Más al norte, Vigo y Redondela cuenta con sus propios vestigios de aquella belicosa época.

Los primeros años de la guerra fueron de escaramuzas y saqueos a ambos lados de la frontera y, solo más adelante, se produjeron las incursiones serias. La excepción fue Salvaterra de Miño, localidad tomada por los lusos entre 1643 y 1659. Sobre un castillo anterior, los invasores reforzaron las defensas y, durante años, las hicieron inexpugnables.

Ese asalto obligó a España a construir fortalezas en otras localidades cercanas para impedir nuevas conquistas. Es el caso de A Guarda, donde se edificó el castillo de Santa Cruz, una fortificación abaluartada, realizada en piedra y dispuesta frente a la costa. Se conserva la planta romboidal con cuatro baluartes, fosos y dos puertas. Y experimentó una gran recuperación en los últimos años. En todos estos ejemplos, el baluarte es el elemento común. Se trata de un saliente en la línea de muralla que permitía coger entre dos fuegos a los asaltantes. Aunque ya desaparecido, en Camposancos existió también una batería de artillería.

Frente a A Guarda, en Caminha, los portugueses construyeron el fuerte de A Insua sobre un cenobio franciscano situado en la desembocadura del Miño. Hace unos años, el Gobierno luso realizó una concesión de estas instalaciones a una empresa para su explotación turística. En la propia Caminha fueron levantados distintos elementos defensivos, entre los que destacan la propia plaza fuerte y el castillo de São Rodrigo. Ya existía previamente un recinto amurallado de origen medieval.

En Goián se puede visitar el recinto del fuerte de San Lorenzo, que fue erguido sobre un fortín anterior, que había sido ocupado por los portugueses durante la Guerra de Restauración. San Lorenzo ya se construyó una vez concluida esta guerra con el objetivo de evitar nuevas aventuras bélicas de los habitantes de la otra orilla del río. La planta del conjunto es cuadrangular con baluartes en sus esquinas. Se conserva en buen estado el puente de acceso al interior. Jaime Garrido en su libro sobre las fortificaciones del río Miño señala la existencia, aunque ya si apenas restos, de un fuerte en el lugar de A Centinela, hoy ocupado por una plantación de kiwis.

Al otro lado de la frontera, en Vila Nova de Cerveira también se alzaba un recinto amurallado de origen medieval, reforzado con baluartes a mediados del siglo XVII. Se completaba el sistema defensivo con la atalaya del Espíritu Santo, en una zona más alta de la localidad. Tanto en la orilla gallega como en la portuguesa se fueron perdiendo pequeños fortines, como el de Amorín, el de Campos o el de Tui, destruido cuando se ampliaron las defensas de la ciudad en posteriores décadas. Recientemente, el Concello de Tui recibió fondos europeos para recuperar uno de los baluarte de época moderna con los que se mejoraron en los siglo XVII y XVIII las anteriores murallas medievales.

Frente a Tui, se muestra en Valença una de las fortificaciones más potentes de la época. Fue obra de un ingeniero francés que tardó cincuenta años en concluirse. Es un sistema defensivo estructurado en dos áreas unidas por la Porta do Meio. En la zona norte se muestran siete baluartes y tres estructuras triangulares, conocidas como revellines. En la parte sur se levantaron tres baluartes y dos revellines. Hace dos años, unas intensas lluvias provocaron la caída de uno de los lienzos de la muralla, que ahora se reconstruye.

En Monçao, los portugueses construyeron la fortaleza moderna en 1656, cuando ya dominaban Salvaterra, pero no fueron suficientes para impedir que la plaza fuerte fuera conquistada por los españoles en 1659, tras cuatro meses de sitio.

En frente, además de la plaza fuerte de Salvaterra hubo distintos elementos fortificados que ya no se conservan, como fue el caso del potente castillo de Santiago de Aytona o el fuerte de Fillaboa.

Ya en Vigo, la Guerra de Restauración fue la causa de la construcción del castillo de Nuestra Señora de O Castro, el fuerte de San Sebastián y el recinto amurallado que rodeó la ciudad. Este entramado defensivo cumplió su función en noviembre de 1665, cuando un poderoso ejército portugués conquistó la mayor parte del sur de la provincia hasta situarse frente a la entonces villa de Vigo. Ante aquellas murallas, los invasores decidieron no acometer el ataque y retrocedieron hasta el Miño.

Finalmente, de esta misma época también es la pequeña fortificación de Rande, destinada a proteger el fondo de ría de Vigo ante un eventual ataque de los portugueses o sus aliados los ingleses.


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