La bubela llega a A Guía procedente del centro de África
Vigo ciudad

La abubilla, como se denomina en castellano, ayuda a eliminar la procesionaria de los pinos
07 May 2018. Actualizado a las 12:43 h.
La primavera tiene estas cosas, que estamos de bienvenidas. Esta semana vimos, tras unos días escuchándola, a la abubilla en Teis. Las bubelas (upupa epops) ya están aquí para criar y, si todo va bien, cambiar de continente con sus hijas en otoño. Nuestra nueva vecina es fácil de identificar por su largo y curvado pico, similar al de un ave limícola, pero, sobre todo, por su llamativa cresta blanca y negra. Estos dos detalles son fundamentales para identificarla, porque sus colores y tamaño son similares a los del arrendajo y su canto, «up up up», suele confundirse con el «cu cu cu» de su pariente el cuco.
Vale la pena intentar imaginar lo que acaba de hacer nuestra amiga antes de llegar a la carballeira de A Guía. Pocas historias son tan épicas. Hace unas semanas estaba en su hogar invernal, a elegir entre Nigeria, Sudán del Sur, Camerún o Ghana. Su alimento escaseaba, entre otras cosas gracias al clima (el cambio climático las deja sin comida antes de tiempo) y a los pesticidas prohibidos en Europa por su letal toxicidad con los que se siguen regando los cultivos del África subsahariana, merced a que seguimos fabricando y vendiendo a nuestros primos los tóxicos que aquí prohibimos utilizar, pero no fabricar. Y así nuestra amiga se echó a volar cruzando sola el más extenso desierto del planeta. Sin posibilidad de encontrar alimento ni agua en sus primeros dos mil kilómetros de viaje a través del Sáhara, llegó al límite de sus fuerzas al norte de Marruecos. Allí apenas pudo encontrar unos insectos y una pequeña charca para recuperar el mínimo de energía que le permitiera saltar de continente. Son apenas 40 kilómetros, pero un abismo para tantas migraciones. Con algo más de suerte que las de muchos de nuestros hermanos, la abubilla consiguió cruzar el estrecho y llegar a la península. Aquí la cosa mejoró un poquito en el entorno de Doñana, que es un parque nacional entre otras cosas por eso, por ser zona de refugio y alimento de las aves migratorias.
Una vez recuperadas las fuerzas solo le quedaba a nuestra amiga un salto de 800 kilómetros, aunque por el camino tampoco lo tenía fácil viendo como de un año a otro sus zonas de descanso y alimentación en la península no hacen más que reducirse y solo aumenta el asfalto, el cemento y las escopetas.
Por fin llegamos a la carballeira de A Guía. Aquí tampoco lo tiene fácil porque necesita árboles viejos para nidificar en sus huecos y estos son el objetivo prioritario de la motosierra municipal. Las bubelas criando en el casco urbano (incluso llegaron a hacerlo cerca de la plaza de España, en castaños de indias ahora sentenciados) ya será solo un recuerdo. Pero sin duda es una buena noticia aunque como todo tiene sus puntos de vista la alegría no es unánime.
Para alguien escuchar el «up up up» del canto de las bubelas supone el anuncio de un peligro mortal: para la procesionaria del pino. Nuestras primas son especialistas, junto con los cucos, en zamparse las orugas de la procesionaria. Podríamos pensar por lo tanto, que las bubelas son unas muy estimables aliadas para mantener a raya esta plaga forestal que, cerrando el círculo, se convirtió en plaga precisamente por la escasez de bubelas y el desmadre de plantar pinos por doquier. A la procesionaria del pino le brindamos simultáneamente un restaurante en aumento a base de cultivos forestales, que nada tienen que ver con los bosques, y un depredador en descenso al que envenenamos. Así de fácil se rompe el equilibrio ecológico y un parásito como la procesionaria del pino pasa de ser controlable a convertirse en plaga. Con un poco de suerte la escucharemos, y con más suerte la veremos estos días en los entornos forestales de nuestro entorno y en los parques urbanos (aún no humanizados) rebuscando en el suelo con su largo pico los insectos y orugas que son la base de su alimentación. Es casi un milagro que vuelvan, pero es también una señal de esperanza. Mientras ellas vuelvan la vida sigue a pesar de todo lo que hacemos por impedirlo.