La Voz de Galicia

«Urxencia cero»: Esta serie fue un flechazo

Yes

Ana Abelenda

Ojo, está en juego la vida. Esta historia tiene mucha trama emocional. Entramos en «Urxencia cero» y vemos a corazón abierto lo que somos, las pequeñas cosas de los grandes que salvan vidas. Los doctores Losada y Muíños, exnovios y colegas, se quitan la bata y nos dan las claves de su tensión en la intimidad. 

30 Jan 2016. Actualizado a las 10:35 h.

Entrar aquí es verse sobre la mesa de operaciones. Todo lo humano a corazón abierto. Pacientes o impacientes, esto somos, personas: material sensible. El gran mensaje de Urxencia cero es la generosidad salva vidas, pero hay otras urgencias más íntimas que YES quiere ayudar a descubrirles. ¿Admitimos corazón como desliz profesional?, ¿es posible trabajar codo con codo con un ex sin que sea personal?, ¿puede uno ser siempre fiel a sus principios? Veamos qué pasa, empezando por qué se cuece en los pasillos del Francisco Balmis.

Se apagan los ordenadores, arde el enchufe de la nevera. Oímos jaleo un poco más allá. ¿Pero qué ocurre? ¡Carlos Villarino cumple un año más! ¿Cuántos van? «41. Yo ya no miro atrás», dice el actor que interpreta al divertido, inseguro y genial doctor Losada. ¡Adelante! Así entra YES, de verdad, en la ficción de Urxencia cero, que volverá a emitir mañana Televisión de Galicia. 

Saltemos al ring donde se miden los egos de Daniel Losada y Eva Muíños, expareja condenada a funcionar codo con codo en lo profesional. Lo hemos sabido en el primer capítulo: Eva dejó plantado a Daniel en el altar.  «¡Tendrás que ver 14 episodios para saber más!», dice Julia Gómez, que interpreta a la fría y distante doctora Muíños, jefa de Cirugía Abdominal. ¿Se vio Julia alguna vez en una situación así, de dar un vuelco total a su vida? Sí, admite sin vacilar. «¡Pero no dejé a nadie plantado en el altar, eh!», matiza. Solo revela que el cuento de hadas no es su prioridad.

«Las segundas oportunidades siempre son buenas»

MARCOS MÍGUEZ

Con un lío de colegas a medio consumar empieza audaz esta serie producida por Voz Audiovisual. Las apuestas de salita de café dicen que Muíños plantó a Losada porque se lio con dos residentes, entre otras posibilidades. Qué sentido de la ficción tienen algunas apuestas. «Como Losada, vivo muy de cerca las cosas del hospital -cuenta Carlos Villarino-, la relación con compañeros y pacientes, porque Losada es muy apasionado, se desvive por lo que hace, se mete de lleno». La cuestión es, plantea, «¿qué te importan más en realidad, tus pacientes o ser un gran cirujano? Porque al final todos nos engañamos un poco. El que dice que lo hace por sus pacientes también esconde su vanidad». 

Con pasión, sin red, ¡a saco! Este es Losada, jefe de Cirugía Cardiotorácica. ¿Carlos, que está en su piel, es así, tan apasionado como él? Su mirada dice sí. Su voz: «Me implico en todo lo que hago, pero yo tengo facilidad para desconectar de cosas que me pueden hacer daño. Losada no, ninguna».  

Se diría que Eva Muíños pone la cabeza donde Daniel Losada se sale en corazón. ¿Existe el equilibrio entre esos dos motores vitales, preguntamos a sus intérpretes? «Sí. Buscar ese equilibrio entre lo racional y lo emocional es una misión de por vida», afirma Julia. Qué dice Carlos: ¿Hay una especie de atalaya a los 40?, ¿se empieza a mirar atrás? «¡Al contrario! -asegura-. Empiezas a mirar hacia delante como diciendo ?bueno... esta etapa de mi vida ya la he vivido, me queda la segunda... que sé dónde acaba. Ahora quiero escucharme más a mí, admitir mis emociones, expresarlas, y que eso me lleve adonde sea. Vivir el presente, dejar la cabeza a un lado, sus preocupaciones, algunos amores...». ¿Amores serios? Carlos no tiene ni pareja ni hijos, revela: «No quiero tenerlos por tener, pero que surja lo que sea». Vital.

Por felices que seamos, siempre sobrevuela la duda de la posibilidad.  Qué haríamos si la vida nos diese una segunda oportunidad. «Esa es una pequeña tragedia humana, siempre queremos lo que no tenemos, pero hay que querer lo que se tiene», dice Julia, que vive ahora «una etapa muy bonita». No quiere revelar mucho, como Eva Muíños, pero advierte que degusta un buen momento profesional y toma conciencia de lo que ha construido «haciendo lo que he querido». ¿Y Cupido? «Esto fue un auténtico flechazo», dice Julia con un amor de sonrisa. Pero ojo, la doctora Muíños habla de la serie, de su equipo, del feeling grupal. Habrá que seguir rascando en esa coraza en la que se resguardan la doctora Eva y sus secretos por desvelar al espectador. 

Urxencia cero es una historia de finales que son principios y de principios que son órganos vitales. Esta es una historia de segundas oportunidades, nos dice la voz en off del atractivo Losada. Sus protagonistas lo tienen claro, dentro y fuera del plató: «Las segundas oportunidades siempre son buenas. Son un regalo. Siempre hay una luz de esperanza en una segunda oportunidad».

¿Llegaremos a oír alguna vez «Siempre nos quedará el Balmís»?

MARCOS MÍGUEZ

Ellas no se pierden una en el hospital

Esto es un equipo. Ellas lo explican así: «Si falta una pieza, el reloj no funciona». Ayudarse, una máxima. La presión, una constante vital en el cuerpo del Hospital Balmis. Para liberarla, para dejar que el vapor salga de la olla a presión que impone este trabajo tan delicado, es necesario irse de vez en cuando a Las Vegas. No se vayan... que por Las Vegas se entiende -porque así se dio en llamar- el cuartito o almacén donde descansan y se alivian un poco los médicos de este centro de ficción. Algunos hasta fuman... pero la cerveza es sin. Aquí unas vidas se salvan y otras se ponen del revés, y si la ocasión lo permite también se pide por la pasta información confidencial o se hace una porra a ver por qué se fue al tacho la relación de menganito de tal y fulanita de cuál. ¿Hay un paralelismo real entre profesiones como las de médico y actor? «Son trabajos muy intensos, agotadores, en los que se acaba exponiendo lo bueno y lo malo de cada uno, la gama de matices de lo humano», dicen Ana Conca, Covadonga Berdiñas y Raquel Espada, actrices que dan vida a tres profesionales del Balmis. «Nosotros [los actores] damos vida, ¡podemos ser lo que sea! Somos madres ¡porque damos vida!», asegura vital Cova, Reme para el espectador. 

Sin títulos, corazón

«Reme es mucho más que una limpiadora -dice Cova-. Muy observadora, siempre está en una esquina, en la parte de atrás, parece que no está pero lo ve todo. A Reme le puede, además de que todo quede muy limpio, el corazón de las personas». «Es la más equitativa del Balmis», reconocen sus colegas. Donde esté una persona, que se quiten los títulos. Es también un poco cruel. «No, no es cruel, pero sí dura. Como las madres, que te dicen la verdad... aunque duela. Pero también es capaz de reconocer y premiar los cambios -descubre Cova-. Conoce a muchos médicos desde hace muchos años, por eso se permite ciertas licencias, opinar sobre sus vidas más allá de lo profesional». 

Esto es la vida. Más allá de protocolos y papeles ineludibles, con sus grandes títulos que cuelgan de la pared de un despacho mínimo, con  pequeños personajes que atesoran grandes historias, esenciales, que pocas veces se cuentan: «Todos tenemos porquería que limpiar, cosas buenas y malas. Da igual que seas gerente, que seas una tía profesionalmente muy válida, que te acuestes hoy con uno y mañana con otro...». Parece que Reme apunta a Ánxela, la gerente de hierro pero volcán del Balmis. «Ánxela ofrece una imagen más fría de lo que es. Lo que pasa es que ha supeditado su vida, su sensibilidad, a su carrera profesional -dice Ana Conca, que se ha metido en su piel y hace una concesión al humor-... ¡pero es que tú no sabes lo que es esto, lo que tengo que lidiar!». ¿El cargo obliga? «Ese papel de gerente hace que esté en el punto de mira, que tenga que luchar con muchas actitudes de los demás», defiende la veterana Reme.

Siempre en el punto de mira

«Como mujer estás siempre en el punto de mira, no te puedes permitir ¡ni esta! [Ana hace un gesto significativo con la mano], ni un pequeño fallo, porque un pequeño fallo te puede costar el puesto». La exigencia, admite Ana, empieza por el prefijo auto. Pero la autoexigencia de Ánxela salpica, como suele ocurrir en la vida, a su hermana en la ficción: «Es algo que Sara no aguanta -dice Raquel Espada, que interpreta a la adjunta de Losada en Cirugía Cardiotorácica-. Que su hermana no tenga una parte humana... que ella, Sara, sí tiene. Pero la vida te va modelando. La coraza que tiene Ánxela es la que se irá creando Sara por los palos que va a ir recibiendo». «Y la gente que tiene una coraza normalmente esconde una gran sensibilidad. Hay que comprenderles desde dentro», dice Ana. Las dos hermanas vienen de un mismo vértice, que es el nombre de su padre, «pero cada una lo canaliza a su manera. Ánxela asume el modelo para no defraudar al padre y Sara lucha contra él para defender su libertad, la de conseguir las cosas por sí misma... pero el apellido pesa», dice Reme. En Sara, aparentemente débil, descubriremos la magia de la vulnerabilidad, su potencia. Ella es el reflejo de una nueva generación que entra pisando fuerte, sobrecualificada, que lucha contra los viejos prejuicios y el qué dirán.

Todos y cada uno de los personajes del Balmis, sin excepción, van a tener un punto de inflexión «grande», advierte Ana. «Al espectador le va a enganchar la humanidad. La duda. El miedo. El amor. El conflicto. Somos personas. Así es la vida. Esto ocurre en todas partes», explica. Humanidad, toda una paleta de grises... de  colores.

¿Marca el hecho de ser mujer en un hospital? «En la serie no hay una discriminación. Ni positiva ni negativa. En el caso de Ánxela Souto, tiene unos parámetros claros de valoración, de cómo tienen que ser las cosas, independientemente de que sea mujer... -dice Ana-. Tema aparte es que se equivoque o no». Hay que combatir las visiones caducas, los roles heredados, afirma. «La persistencia del rosa y el azul», apoyan Cova y Raquel.  En la serie se ven abocadas a convivir con personajes que representan modelos arcaicos, como el de Lois, cirujano adjunto, hijo del celador que llega a decirle al padre: «Non me chames fillo no hospital». Lois es el machito, básico, superficial, alguien que juega sucio, dicen sus compañeras. Veremos si es que se opera el cambio. 

Ahora nos vamos a Las Vegas del Balmis... a aliviar la presión de este pequeño final.


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