La Voz de Galicia

«La búsqueda del hijo perfecto está haciendo mucho daño»

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Ana Abelenda Catherine L’Ecuyer

Su voz, que rompe inercias, afirma que «educar no tiene nada que ver con reprimir». Hablar con Catherine L'Ecuyer del juego, los deberes y los padres helicóptero es hacer un chequeo a fondo a todo lo aprendido. Quizá no nos falla la intuición y aprender consiste en otra cosa...

19 Mar 2023. Actualizado a las 12:40 h.

Como padres tenemos un instinto fuerte, un instinto a prueba de manuales, modas, vecinos y amigos implicados, un instinto que no siempre resiste la prueba del algodón de la realidad. ¿Revisamos modelos? Catherine L’Ecuyer advierte que es posible Educar en el asombro (16.ª edición). Y aún más, que es compatible con Educar en la realidad, nuevo libro de una investigadora que invita a respetar «las etapas y ritmos de la infancia, la sed de misterio y de belleza de los niños». Ellos no necesitan que les motivemos para irse corriendo a un enchufe, subraya esta canadiense convertida en referente educativo. «Los niños tienen una curiosidad innata por lo que les rodea. El asombro no se inculca, se respeta», dice L’Ecuyer.

 -«Educar es reprimir». ¿Cierto?

-¡No! Educar es sacar lo mejor del otro, no tiene nada que ver con reprimir, que es meter dentro por la fuerza. En vez de reprimir, deberíamos exigir, pero es preciso matizar por edad. Antes de los 2 años el niño necesita desarrollar un vínculo de apego con su principal cuidador. Ese vínculo se establece a base de atender las necesidades básicas del niño y es el que le da una autoestima robusta.

-¿Por qué?

-Cuando se atienden las necesidades del niño, él recibe el mensaje «me atienden, entonces valgo la pena, entonces tengo autoestima». Frustrar al niño en esa etapa puede interferir con ese mecanismo. Después sí se puede exigir.

 -Tendemos a separar tareas y juegos. ¿Se puede aprender jugando?

-El juego desestructurado es la forma privilegiada de aprender en infantil. Y perfectamente compatible con el esfuerzo.

 -Con un niño hay que estar todo el rato, dice Carlos González...

-Yo matizaría por edad. En la etapa infantil, todo lo que se pueda. Pero no se trata de imponerse, de agobiar o entrometerse en sus juegos, sino de estar disponibles. Tenemos que sacarnos de la cabeza que somos animadores de ludoteca de nuestros hijos.

 -¿Somos padres helicóptero?

-No lo son quienes están pendientes de sus hijos en edades tempranas, observándoles jugar, estando disponibles el máximo tiempo. En cambio, si nos referimos a padres que se entrometen en los juegos de los niños, los controlan en todo, no les dejan descubrir el mundo por miedo a que se caigan o se manchen o que les sobrecargan de extraescolares con una agenda parecida a la de un pequeño ejecutivo... hablamos de padres helicóptero. Y esto es nefasto, porque crea una situación de eterna dependencia que deja a los niños desprotegidos para la vida.

 -Un consejo para acertar.

-«Compra un buen detergente, deja de vestirles de modelitos, suéltalos en el bosque con una lupa después de un día de lluvia y... ¡respira hondo!»

 -¿Existe el manual perfecto?

-No, no existe manual definitivo de la educación o un libro idílico para padres perfectos que quieren niños perfectos. La búsqueda del niño perfecto ha hecho mucho daño en la educación, tenemos que acabar con esa visión irreal. Cuando nos empeñamos en saltarnos las leyes de la naturaleza, pasa factura. La hiperactividad, la violencia, el acoso escolar son en cierta medida «gritos de la naturaleza», como los llamaba Montessori.

-El modelo del apego está poniendo a la mujer contra las cuerdas, ¿no? La mujer o renuncia o se sobrecarga...

-Somos hijas de nuestros tiempos, no esclavas de nuestros tiempos. Me gustaría saber cuántas mujeres que aspiran a ser un 10 en el trabajo y como madres se sienten realizadas tras una doble jornada laboral. La supermujer no existe. Hay que dejar de plantear la conciliación como un derecho de la mujer a ser un 10 en todo y plantearlo como un derecho del niño de desarrollar un apego seguro con su principal cuidador, que puede ser el padre, por cierto.

 -No dejamos de discutir sobre deberes. ¿Son necesarios o inconvenientes?

-En infantil los deberes no tienen sentido. Se ponen con la excusa de que el niño desarrolle el hábito de hacerlos. ¿A nosotros nos hacen trabajar durante nuestras vacaciones para que no perdamos el hábito de trabajar? A partir de primaria, no estoy en contra, pero no puede ser que el niño lleve una mochila de 3 kilos de la que sacará 1 hora de deberes cada día. En España, el debate de los deberes es más complicado que en otros países, por el horario laboral que suelen tener los padres. ¿Qué sentido tiene que un niño que ve a sus padres poco tiempo al día se pase la cena rellenando cuadernos y fichas con ellos?

 -¿Cómo les hacemos fuertes?

-Dejando de comprarles las cosas que nos piden porque «todo el mundo lo tiene». Hay que ayudarles a entender que las cosas son verdaderas, buenas y bellas de por sí, no porque otros lo piensen. Si el motivo por el que no nos damos de baja en el grupo de WhatsApp de padres es que no queremos quedar mal, no debe extrañarnos que nuestra hija quiera una Monster High porque las demás la tienen. Si ellos ven que nosotros pasamos de las modas y del qué dirán, es más fácil que ellos hagan lo mismo.

 -Como padres parecemos más frágiles que nuestros padres. ¿Lo somos?

-Hemos pasado de obedecer a nuestros padres a obedecer a nuestros hijos. Muchos padres están tentados de tirar la toalla cuando ven que la educación más bien conductista que han recibido les resbala a sus hijos. La autoridad verdadera brota de la coherencia, el ejemplo y la exigencia amorosa; no de discursos, de amenazas, premios o recompensas.

 -¿Cuál es el mayor problema que afronta hoy la educación?

-Estamos convirtiendo la educación en un arma ideológica. Quizás por eso hay mucha educación en boca de todos y en las aulas, pero tan poca en los alumnos.


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