La Voz de Galicia

Aquí se cuece todo

Yes

CÁNDIDA ANDALUz
En la praza Maior de Ourense

LAS PLAZAS MÁS ANIMADAS DE GALICIA son estas, las más YES, en las que da igual sentarse en las escaleras o en la céntrica terraza; donde corretean los niños o canta la tuna. ¡Arriba esas cañas!

27 May 2017. Actualizado a las 22:33 h.

Hay que echarse a las plazas, a llenarlas ahora que es tiempo de calor y aprovecharnos de esos rincones únicos que esconde Galicia en sus centros históricos. Y no tan históricos, que en algunas ciudades también las plazas han ido creciendo al ritmo de sus barrios. Del Casco Vello a las zonas nuevas, de las emblemáticas a las más curiosas, hoy en YES nos vamos de paseo para darnos un respiro, con la excusa también de saborear el aperitivo de mediodía o la caña de última hora de la tarde. Al pie de las escaleras en la Praza da Igrexa de Vigo, donde la plegaria es para conseguir sentarse entre los fieles del buen vivir, hasta Ferrol, en Amboage, un espacio que rompe la famosa tableta de chocolate que dibujan las calles más céntricas donde manda el ocio y el verde. Los cedros que la rodean son otro de los ingredientes que la hacen especial y, de paso, nos vienen de perlas cuando las quedadas empiezan (o acaban) con sol. Y seguimos en Pontevedra, en la que es imposible elegir una única plaza, porque hay para todos los gustos. Y hoy el gusto es de los niños, así que paramos en la de A Verdura. En Lugo, qué lujo, nos quedamos en la más acogedora, la Praza do Campo, y en Ourense, qué plaza, la Maior, que ahí no se para en todo el día. ¿Quién dijo parar? Tomamos la última en A Coruña, en una de las que junta más gente joven: la de José Sellier. Pero si la buscan, pregunten por la de la Urbana. Aquí nos quedamos, no sin antes rendirnos al esplendor santiagués.

XOAN A. SOLER

 

EL RINCÓN DEL OBRADOIRO

Santiago crece y vive desde hace más de 500 años en torno a las plazas que rodean la Catedral. El Obradoiro, A Quintana o Praterías se llevan la fama, las fotografías y las historias universales, pero a medida que la ciudad fue ampliando su anillo de influencia y su paisanaje los compostelanos de pura cepa y los de temporada se fueron sintiendo más cómodos en otros espacios más discretos y alejados del lío turístico de cada día. Sin embargo, a los pies del epicentro monumental hay un pequeño caballo de Troya, el coqueto y rehabilitado rincón urbano que desemboca en la rúa Raxoi por un lado y que separa el Ayuntamiento y la sede de la Universidade, creando un peculiar ecosistema: estudiantes de camino a sus facultades, funcionarios, policías fuera de servicio, tunos a la espera de actuar bajo algún soportal y sí, también algún turista, se reúnen en las terrazas con las mejores vistas que se puedan imaginar y que solo descubren los visitantes que se asoman a la rampa para la clásica foto de grupo con la postal más reconocible de Galicia de fondo. Los históricos dueños de los bares Raxoi y Obradoiro no se quedaron calvos pensando los nombres de sus negocios, pero fueron testigos privilegiados del creciente ambiente que allí se vive y del que también disfruta por las noches el pub Boneco, parapetado tras una escalinata pétrea y con un horario no apto para peregrinos agotados.

Cervantes, O Toural o San Agustín, limitando ya con el mercado, son las siguientes encrucijadas peatonales en importancia, en las que las tiendas enfocadas al turismo conviven -y en cierta medida, acechan- al comercio de barrio de toda la vida, con una clientela entrada en años que se mueve sin prisas, incluso a menor ritmo que los visitantes, que andan bastante más apurados.

La juventud, ya sean chavales o niños, se concentra más por la zona nueva de la ciudad. Santiago todavía paga a día de hoy el peaje de haber sido pionera en la peatonalización, que obligó a entregar sus espacios más modernos a las coches. Las plazas de Galicia, Vigo y Roxa tienen tráfico en superficie y aparcamientos en su panza, y aún así se han conseguido humanizar con sendos parques infantiles bien acondicionados que tienen un innegable éxito entre los padres y madres, que pueden charlotear en los bancos con la tranquilidad que da un recinto preparado para el juego y con medidas de seguridad.

De todas ellas, la plaza Roxa es la que tiene una historia más intensa y relativamente reciente. Se hizo famosa en los 70 y 80 por las protestas estudiantiles, pero más allá de los tumultos y muy a pesar de las tres reformas integrales, sigue siendo un ejemplo de convivencia entre distintas generaciones. Los que corrían delante de los grises llevan ahora allí a sus nietos, y los universitarios de ahora, muchos menos, solo han sustituido las carpetas y los apuntes de fotocopiadora por ordenadores. Las cañas en las terrazas del DJ o del Krystal cuando salen los primeros rayos de la primavera, esas, no han cambiado.

MARCOS MÍGUEZ

Es un cuadrado perfecto, está resguardada del tráfico y hasta tiene un pequeño árbol para dar sombra. La plaza dedicada al cineasta José Sellier es una de las más movidas de A Coruña. Más conocida como la plaza de la Urbana, el bar que más gente guapa reúne en la zona, aquí hay movimiento todo el día. Vale para tomar un café después de comer o una cerveza por la noche. «Por la mañana y al mediodía es más familiar y tranquila. Por la noche, como haga buen día, es difícil encontrar una mesa libre». Mara Esmorís es fiel a esta placita. Cuando cierra su tienda de la calle Orzán, Lily and White, es raro el día que no hace una parada en la terracita de la Urbana, del Baobab o se para en la Buserana. «Tomarme una caña en esta zona es mi mayor momento de felicidad del día». Si hace bueno, es el lugar perfecto para cerrar los apuntes y bajar a desconectar un rato entre amigas, como hacen Charlene, Pili, Rebeca y Martina: «Estudiamos… ¡Pero también tenemos vida social. Y, aunque no siempre podemos estar todas juntas, no decimos que no a un café al aire libre!». La actividad de este rincón es contagiosa. La vecina plaza de la Cormelana está siguiendo su ejemplo y acaba de estrenar terraza y bar, La Mar de Bonita, en un rincón que aspira a mover tanta gente como el de José Sellier.

 

 

Santi M. Amil

UN INSTANTE ÚNICO

Es el centro neurálgico de la vida social ourensana. La plaza Maior, en pleno casco histórico de la ciudad, es paso obligado. Pero también es un lugar en el que parar. La ausencia de ruidos de tráfico y el conjunto de viviendas que la conforman ofrecen al vecino y al visitante un momento único. Como si la vida se parase en el mismo instante de sentarse en alguna de las terrazas. En la plaza Maior se puede ver a familias enteras, con los niños correteando, mientras los padres les observan desde las terrazas. Pero también grupos de jóvenes a media tarde degustando un refresco o un helado. O por la noche, disfrutando de la primera copa antes de adentrarse en la movida nocturna de la ciudad. Bea Carracedo y Yolanda Pérez, por ejemplo, son dos ourensanas que dos veces por semana, como mínimo, se acercan a la plaza para charlar en una terraza. «É un lugar fantástico, moi recomendable e un referente da cidade», afirman las dos a la vez. Ellas vienen de clase de yoga, pero en la plaza, depende de la hora del día, también hay funcionarios en tiempo de descanso, pasantes y muchos turistas. En los laterales o bajo los soportales, no importa; desde cualquier lugar se divisa toda la plaza.

ALBERTO LÓPEZ

En Lugo una de las plazas más demandadas para tomarse una caña, un refresco y tapear es la Praza do Campo. Está justo al lado de la zona de los vinos y es una de las más frecuentadas. Varios bares y restaurantes la rodean y el ir y venir de gente le otorga un ambiente muy confortable. «En primavera y verano es genial venir aquí porque todos los bares ponen las terrazas y se está muy a gusto», opina Marta, fan de esta plaza. «Nos encanta sentarnos aquí a tomar algo y charlar», le sigue Nerea, quien reconoce que le pasa el tiempo volando cuando se sienta a tomar algo e aquí. «Quedamos entre semana, después de trabajar. Nos gusta venir porque hay mucho ambiente. Es un sitio muy recomendable tanto para por la tarde como para tomarte un vermú un domingo a mediodía. Siempre está repleta de gente y el ambiente es muy agradable». Pero además de la Praza do Campo, de las más acogedoras, en Lugo existen otros lugares con unas características parecidas: la plaza de Campo Castillo o la plaza de Augas Férreas, que cada fin de semana se llenan.

JOSE PARDO

La plaza de Amboage es algo más que una crucecita en el mapa turístico de Ferrol. Tanto para los que viven allí como para los que llegan de visita, se ha convertido en un punto de encuentro en pleno centro de la ciudad. Presidida por la emblemática figura del marqués, llegamos a ella al cruzar la calle Real, la arteria principal, y está rodeada de terrazas que se llenan hasta los topes en las noches de verano, pero también en las tardes de sol. De ahí las quedadas de muchas familias, que aprovechan la zona de juegos para los niños que hay en un lateral. Y ellos, como vemos en la foto que ilustra este reportaje, se lo pasan en grande mientras los mayores se toman unas cañas en el mismo lugar en el que ya jugaron antes de pequeños. «Si decides pasar unos días en Ferrol es obligado parar en esta plaza, tiene terrazas donde poder tomar algo, y si vienes con niños podrán corretear libremente por ella sin que los pierdas de vista», dice Ana Estuardo, que la conoce muy bien.

 

 

El entorno está a la altura de la que ya es una plaza convertida en punto turístico obligado. Rodeándola, nos encontramos con varios edificios de sello modernista como el del Bla Bla Café, firmado por el arquitecto Rodolfo Ucha, o con la iglesia del Carmen y el colegio y la capilla del Tirso de Molina. Fue la primera plaza en construirse en el barrio en el siglo de las luces, y ese toque histórico se respira por todos sus rincones. Las galerías de A Magdalena completan una estampa en la que, sobre todas las cosas, manda el ambiente. «Para los ferrolanos, sobre todo para los que crecimos en el barrio de A Magdalena, esta plaza tiene un encanto especial. Es una de las pocas, por no decir la única, que conserva todo su encanto de siempre, además ahora está muy animada con las terrazas», cuenta Asunción, ferrolana de pro. Si la visita a Amboage te pilla en medio de una sesión de compras, que sepas que corona la zona más comercial de Ferrol, por lo que se convierte en el punto perfecto para reponer fuerzas. Y, si te lías, ya es cosa tuya...

 

EMILIO MOLDES

 

UNA PARA CADA OCASIÓN

En Pontevedra es tan fácil como imposible elegir una plaza, porque toda la vida transcurre en ellas. Resulta muy sencillo si uno sabe exactamente lo que quiere: para un vermú de domingo, la de Méndez Núñez; para el del resto de la semana, A Verdura; para que los niños jueguen, depende de las edades. Los más pequeños se lo pasan de miedo jugando con las palomas en A Ferrería; y los un poco más mayores, a la pelota en Curros Enríquez. Si ya dejó atrás esa época y busca una caña primaveral aprovechando la caída de la tarde, regrese a A Verdura, y para cenar con estilo, camine unos metros para acercarse a la vecina de A Leña. Si la cosa se le ha ido de madre y se le ha echado encima el momento de tomar la antepenúltima, no dude en pasarse por el Teucro. Puede que a alguien de fuera le cueste distinguirlas en una primera visita pero cualquier pontevedrés le dirá mil y una diferencias. Y las hay, créanme.

 

Oscar Vázquez

El Cristo de la Victoria solo sale una vez al año a darse una vuelta por Vigo. El resto del tiempo está dentro del templo al que los fieles acuden a rezarle (a él y a la titular, Santa María). Pero son más los que se quedan fuera. Desde hace unos años, los vigueses le han encontrado un gusto especial a sentarse en las escaleras que rodean el perímetro de la entrada principal de la Colegiata, en la praza da Igrexa. Sus plegarias se inspiran en una liturgia más terrenal. Consisten, básicamente, en que les sirvan rápido unas cervezas bien frías y a poder ser, acompañadas de alguna tapa que amortigüe el trago.

 

 

Por los alrededores hay varios bares que obran el milagro (algunos de ellos están entre los míticos, como El Mosquito o El Capitán), pero hay que reconocer que uno de ellos es el que sin alharacas, ha creado más «peña»: La Colegiala, que juega, además, con la sacra denominación. Los que no saben de qué va la quedada continua tienen dentro del minúsculo local (pequeño en apariencia, pero con sorpresa en la planta superior con vistas a toda la plaza) la respuesta. El misterio no es más que la fórmula que suele obrar milagros en casi todos los bares que funcionan bien. Es decir: buen producto, buen humor con el cliente y dedicación a su trabajo. A ello se añade el comportamiento de un público educado cuya cooperación contribuye a que puedan salir fuera con las consumiciones sin causar ningún problema.

 

 

RESURGIR DEL CASCO VELLO

Su éxito es una confluencia de interesantes elementos. Por ejemplo, la cerveza de las cañas es de bodega. Las tapas no son trozos de pan con una loncha de chorizo o salchichón encima, sino unas deliciosas tostas con pan artesano en diferentes variedades como la de lacón con queso de tetilla o la capresse (con mozarela, tomate y pesto casero) además de los croquetones o la tortilla, que se sitúa entre las mejores de la zona. Bien. Hay que reconocer que la comida y la bebida son factores importantes a la hora de que esta plaza se haya puesto de moda sin que haya sido tomada por niñatos de botellón. Pero tampoco es el único motivo. Lo cierto es que el resurgir del Casco Vello de Vigo está detrás de toda esa gente que gasta sus vaqueros en las gradas de piedra porque es agradable para compartir un rato de charla con vistas a un pedacito de la Ría de Vigo (las que quedaron tras la construcción del Centro Comercial A Laxe, que desde allí oculta un buen pedazo de horizonte).

Encima de la praza da Igrexa está la de A Constitución, pero su fisonomía impide la sentada lúdica que ofrece la otra. También suele estar llena de gente, pero se estiban ordenadamente en las sillas de las terrazas. Debajo está la praza de A Pedra, hasta donde a veces se extienden el gentío y se confunde con los turistas que llegan a borbotones cuando es día de crucero y se quedan por los alrededores a probar las ostras.


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