Ketty Fresneda, finalista de «MasterChef6»: «Las mujeres de mi restaurante están en la cocina porque aquí no se viene a ver chicas guapas»
Yes
La cocinera cubana que triunfa en Pontevedra cuenta de Samantha que «es una tía sensible, aunque no lo parezca». Por Pepe tiene debilidad y a Jordi, «que va de duro», lo define de profesor nato
11 Aug 2021. Actualizado a las 10:36 h.
De médica en formación al Basque Culinary Center, un salto que Ketty Fresneda no esperaba. Hoy es chef, y para lograrlo, vivió una experiencia con sabor picante. «Repetiría, el concurso (Masterchef) me marcó la vida», cuenta. Su pasión por la cocina le llegó por curiosidad. Quería descubrir por qué a su abuela le quedaba la comida tan sabrosa. «Los frijoles de ella no tienen comparación. Ni siquiera con los platos de Martín Berasategui, -se ríe-. Los de mi abuela son únicos, el congrí y ese pollo en cazuela», relata con admiración. A Pontevedra llegó por amor, y una vez aquí, el mundo de la gastronomía ya sabía a presagio. «Me metí en la cocina a ayudar en el negocio familiar de mi esposo mientras estudiaba Dietética y Nutrición, y al final, terminé siendo cocinera de su restaurante». Pero como Ketty tiene sangre de incansable, y los retos la provocan, se lanzó a MasterChef. «Lo hice porque me pillaron justo en un momento de mi vida que necesitaba un cambio. Creo que les interesó un poco ese perfil mío alocado, melancólico y cocinillas que tenía». El concurso fue trepidante, todas las temporadas lo son, le digo. «Sí, como cuando comes un plato rico que te pica, fue intenso -contesta- pero está bien, porque lo disfrutas».
¿Y del jurado, quién fue más borde? Sin pensarlo, asegura que la imagen que proyectan allí es totalmente diferente de la realidad. «Samantha es una tía muy sensible, aunque no lo parezca, es muy familiar. Pepe es un amor, es para comérselo, además tiene sangre cubana y tengo debilidad por él directamente -dice entre risas- y luego Jordi que va de duro, es un profesor nato, está ahí para lo que necesites y para aportar siempre -lo cuenta como quien aprovechó cada minuto a su lado-. Se toma el trabajo de decir: ‘Esto sabe a esto, pruébalo, o esto pica y marida con tal cosa'», cuenta Ketty.
De vez en vez, su fuerte carácter salió a relucir durante el programa. La exconcursante tenía claro a lo que iba. «Muchos me criticaron porque me decían: ‘Es que tú vienes a competir'. Claro que vengo a competir, si quiero vacaciones me voy a Cuba -resalta-. Me criticaron bastante porque yo iba a lo mío, pero también hice buenos amigos porque siempre he sido la misma».
Para ella, MasterChef es una oportunidad «en dependencia, de cómo te proyectes. Una vez allí, dije: ‘Yo me quiero meter en la gastronomía. Si existen los influencers de moda, pues yo quiero ser foodie, que la gente me llame para que les dé mi opinión -añade-. Hoy en día me dedico a eso, a beber, probar y al final, lo enfoqué desde ese punto de vista, y así fue». Palabras de quien lo apuesta todo al caballo ganador.
Kutún «no me lo creo»
Detrás de ese rostro bonito, «de chica tropical», -donde no quiere que se le encasille- hay una mujer emprendedora, que asegura no tener ingrediente, ni sabor preferido. «Va según el plato y la ocasión», dice. De la comida gallega, le encanta todo: «Ufff, el marisco, el pescado fresco, y el cocido, por favor...» -se relame y acto seguido menciona a Pepe Solla-. «Le sigo en redes, probé su cocina y es increíble, lo tengo como referente porque es un tío superhumilde. Luego está Quique Dacosta, que lo conozco personalmente, y también Martín Berasategui, que es una bellísima persona, y merece tener una constelación de estrellas Michelin». Razones suficientes para que Ketty apostara por lo que la apasiona, abrir su propio negocio Kutún Cocina Traviesa, en Pontevedra, donde combina la gastronomía española y caribeña. «Aquí la gente es muy celosa con los calamares fritos y los pimientos de Padrón, y por eso decidí jugar mucho con el producto gallego y defenderlo -añade- y en base a eso darle mi toque personal con pinceladas de tropicalidad». Para variar, la mayoría de las guarniciones que se ofrecen en la carta son con boniato en vez de patata. Y también «tenemos el bocadillo cubano, una versión de los típicos medialunas que se venden en La Habana, con un poquito más de cocina moderna, porque hacemos el cerdo a baja temperatura, la costilla con doble cocción, y usamos el pan brioche que nos hace un panadero artesano», explica.
La chef considera que la cocina gallega y cubana maridan muy bien, mientras no choquen entre ellas, y tiene muchísimas ideas para su restaurante, donde no solo se pueden degustar excelentes platos, sino también buenos vinos. «Llevo meses pensando algo con los frijoles, no el producto en sí, pero sí que lleve algo de la base del cubano -aclara- y con ese fondo, crear algo diferente. Para cuando me pregunten qué es, decirles: ‘Pues este punto es frijol', y te lo pongo para que pruebes un poquito de forma distinta», concluye.
En Kutún no puede faltar «la verdurita y el pescado fresco, el buen producto». «Si trabajo con una mozarela, que sea la buena, y si es con marisco, que sea el mejor. Prefiero tener pocos clientes, pero buen producto». Y muy importante, la buena música se tiene que escuchar, «que la he apagado para hablar contigo, -me dice en broma- y «el buen rollo, siempre, un requisito que le he exigido a mis empleados». Por eso, «estoy superencantada de haber tomado esa decisión y no haberle hecho caso a nadie - se ríe-, de ser la loca que abrió el restaurante en plena pandemia, no ha sido fácil. Hoy no me lo creo».
«Tú no puedes»
Ketty va sobrada de alegría, pero es una bomba de relojería por su carácter y determinación, que le vienen desde pequeña -así lo cuenta-, y a eso añade que la vida también la ha llevado a ser así, «me he enfrentado a muchos ‘tú no puedes'» -apunta-. Y ¿en qué los has convertido?, le insisto. «En hechos reales. Por ejemplo, cuando pude coger la carrera de Medicina, que tenía un escalafón muy alto, eso fue un ‘tú no puedes', y lo logré. Otro cuando decidí casarme joven y marcharme de la isla, y aquí estoy. También, cuando entré a MasterChef y quedé segunda, y luego Kutún, el más reciente».
En cocina, el equipo lo integran mujeres y al público lo atienden hombres, ¿por qué? «Eso ha ido cambiando, pero sí que empezamos así. No quiero entrar en clichés, -aclara- pero lamentablemente tengo una imagen que puede atraer a curiosos que no me interesan. Entonces me encargué de tener chicos, porque no quiero que vengan a Kutún a ver a las chicas guapas que atienden en el restaurante -resume tajante-. Y para cuidarme un poco de eso puse dos camareros profesionales. Además, para luchar un poco contra ese estereotipo de que la mujer en casa siempre es la que cocina, y a nivel profesional no es tan reconocida como los hombres. Por eso, mis jefas de cocina siempre han sido mujeres y mi equipo ha estado integrado por chicas», señala.
En unos años, Ketty se ve con cuatro móviles de todos los restaurantes que confía tener. «Eso espero -dice con certeza-. Superestresada, con mensajes de mis amigos, echándome la bronca porque no les respondo por atender tantos negocios -se ríe- . Me veo así, corriendo de un lado a otro, que es lo que me encanta y apasiona».
Y la nostalgia, ¿a qué sabe?, le digo. «A ron y a habanos. Ahí canalizo mis momentos. Puede ser un cliché, pero los domingos después de mi caminata, llego a mi casa relajada, me ducho, ceno algo ligerito y me enciendo un buen habano, me tomo mi ron y soy la persona más feliz del mundo. A mí Cuba me sabe a eso, y a buena música. La llevo dentro siempre, y eso no va a cambiar», sonríe.