La Voz de Galicia

La ONU también trabaja desde A Coruña

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Laura G. del Valle
Jessica Bardanca con uno de sus pares de Mexas

Naciones Unidas tiene en el polígono de A Grela un punto señalado en el mapa. El ente que vela por los Derechos Humanos contrató a Jéssica Bardanca para un proyecto que ayuda a emprender a jóvenes árabes

09 Dec 2021. Actualizado a las 09:57 h.

En la teoría es el empleo soñado: pagan bien, existe una total flexibilidad horaria, la oficina la eliges tú y el objetivo del trabajo es mejorar la vida de la gente. En la práctica, también lo es. Jéssica Bardanca sabe que tiene un caramelito laboral entre las manos y casi ni se lo cree. Y eso que si con treinta años alguien ha recorrido mundo y se ha empapado de otras culturas, esa es ella. Esta publicista coruñesa ha vuelto a casa de manera muy diferente a como lo hacen la mayoría de chicos de su generación: acumulando contratos basura y sin la solvencia económica necesaria para independizarse. De hecho, la herculina emprendió su retorno al nido desde México para formar parte de uno de los organismos internacionales más importantes del mundo: las Naciones Unidas.

Porque aunque parezca que es imposible acceder a determinados puestos o a determinados entes, Jéssica demuestra que, en la vida real, las cosas suelen resultar más sencillas y casuales de lo que pueda parecer. El gordo en su carrera llegó sin apenas buscarlo. Pese a tener un currículum que avala una trayectoria que solo encadena éxitos: trabajó en agencias de márketing, mientras llevaba el grueso de Latinoamérica en una compañía de venta de entradas en México creó una marca de zapatos huaraches y, en la actualidad, combina su labor de emprendedora con su faceta de divulgadora en Instagram.

«En la pandemia estaba dedicada prácticamente solo a Mexas (su marca de calzado) y una amiga que conocí en Lituania cuando estaba de Erasmus me dijo que había una vacante para ser consultora de márketing en la ONU. Ella estaba trabajando ahí y me animó; así que me presenté como candidata». Dicho y hecho, por fin esta joven veía realizado su sueño de apostar por un márketing social del que, asegura, nadie habla pero existe, y para el organismo más potente del mundo a la hora de velar por los Derechos Humanos.

Así las cosas, y con un buen puñado de trabajos que acreditasen su valía profesional, hace ya unos meses que el polígono de A Grela, donde reside, es un punto señalado en el mapa de las Naciones Unidas. «En mi caso, estoy contratada para un proyecto en concreto, pero en el momento en el que entras en la ONU ya formas parte de su base de datos y, si están contentos, suelen llamarte para que formes parte de otras iniciativas que vayan surgiendo», comenta Jéssica, que pone —seguro que muchas veces en pijama— un granito de arena para cambiar el mundo.

Tres días de trabajo

A diferencia de su amiga, quien le chivó la existencia de este tipo de trabajos y que ahora se va como consultora a trabajar a Nairobi, Jéssica desarrolla su cometido en remoto. Y la palabra cometido no es baladí porque, como explica ella misma, «me dan muy pautado lo que quieren de mí cada semana, y de este modo puedo administrarme como quiera para, también, compaginarlo con mis otros empleos, pues además de en Mexas estoy trabajando con algunas marcas de A Coruña». Su agenda la organiza de tal modo que se reúne los lunes por videoconferencia con dos chicas que están en Jordania y, después, suele dedicarse de miércoles a viernes al quid de la cuestión: una plataforma a través de la cual se enseña a jóvenes árabes a montar una empresa sostenible. Su trabajo, claro, es hacer de esa herramienta un ente visible, atractivo y convincente para llegar a cuanta más gente mejor. «Simplemente se trata de cambiar el enfoque y analizar el contexto, pero podría hacer esto en la empresa de venta de entradas».

A pesar de esta analogía, lo cierto es que luego Jéssica explica que se ha topado con ciertos y naturales escollos a la hora de desarrollar sus estrategias. «La igualdad de género está aún muy lejos, la manera de entender la vida es diferente a Europa y a eso hay que sumarle que tampoco usan las mismas redes sociales con las que estoy acostumbrada a trabajar. Estos chicos aún usan mucho Facebook». Esta iniciativa nació debido a que en los países árabes, como explica esta consultora, hay cien millones de jóvenes de entre 17 y 29 años; así que para hacer frente a la falta de oportunidades evidente, la ONU quiere lanzar una plataforma que a la vez que les permite a estas personas emprender, sus empresas tengan objetivos sociales y medioambientales.

Una salida desconocida

Este punto es del todo relevante y Jéssica cree que, incluso, fue definitivo a la hora de contratarla. «Creo que les gustó de mí que tenía conocimientos y me interesa el márketing consciente. Porque tú puedes hacer márketing para que una multinacional genere más ganancias o para que la gente viva mejor. En mi caso siempre me interesó esto último, aunque casi nadie le haga caso. Ahora está empezando a sonar en Estados Unidos, pero yo lo descubrí al montar Mexas».

«Aunque estudié Publicidad —se formó en la facultad de Pontevedra de la UVigo—, en la carrera nadie te habla de este tipo de salidas, siendo una alternativa más en el mercado laboral; el márketing social existe y, en realidad, parece que este tipo de estudios siempre tienen que ir acordes a valores capitalistas», comenta la herculina. Esta joven aún tiene tiempo, por cierto, para usar su cuenta personal de Instagram para poner en valor a compañías españolas y gallegas que tienen unos objetivos de marca con los que ella comulga.

Su luna de miel con la ONU está a punto de terminar, pero está más que dispuesta a seguir formando parte de esta gran familia. «Espero que me llamen para nuevas iniciativas», comenta. Esto, además de venir bien para engordar el currículum —esta experta en márketing reconoce que la oportunidad le va a abrir puertas en otro momento impensables—, es de lo más goloso porque, sin entrar en datos concretos, «la ONU no paga nada mal», apunta.

¿Hay algo negativo? También. La temida y tediosa burocracia. Si en un trabajo mundano cualquiera tiene que lidiar con infumables cadenas de e-mails y tropecientas firmas de superiores para avanzar en un proyecto, no hay que ser muy audaz para imaginar qué ocurre si trabajas para la ONU. «Esto se debe a que tienen que tener todo superbien documentado y justificado. En qué se gasta cada dinero y por qué. Y después, claro, que al ser un órgano tan relevante algunos procesos se dilatan mucho en el tiempo y son costosos de sacar adelante, pero esto es lo único negativo que se me ocurre comentarte; por lo demás, es todo increíble».


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