Estos locales les gustan más a los niños que a los padres
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¿Comemos fuera? Pero, ¿os vais a portar bien? En estos restaurantes no resultará difícil ya que para sus dueños tan importante es que los adultos disfruten de la comida como que los pequeños estén entretenidos
09 May 2022. Actualizado a las 09:52 h.
Cuando hay niños pequeños de por medio los que somos padres sabemos que salir a comer o a cenar fuera puede ser de todo menos un momento tranquilo. Por eso, hay locales que están apostando por sacrificar unos metros de sus negocios, en algunos casos muchísimos, para acomodar un espacio donde los menores puedan campar a sus anchas mientras los mayores disfrutan en torno a la mesa. Esta costumbre, muy habitual en otros países de Europa, se empieza a extender por Galicia, donde muchos restaurantes no renuncian a ofrecer una carta de calidad que incluye de postre toboganes, tirolinas o piscinas de bolas.
Y si el objetivo es encontrar la diversión entre mesas y sillas, en Pizza Park (Lalín) han hecho de su local un auténtico Port Aventura. No exagero. Cuentan con tres espacios bien diferenciados: bar, comedor y dos salones para celebrar cumpleaños, que conectan a su vez con un gran recinto infantil de seis metros de altura donde hay cuatro niveles de laberintos. Pero el atractivo del local no se reduce al enorme parque de juegos, sino que la comida es otro de los principales reclamos. Como buen hijo de italianos, Antonino Albano, que viene de Venezuela donde es habitual ver los locales de hostelería adaptados para los niños y donde ya contaba con un negocio propio, borda las pizzas artesanas, por eso de su horno de leña salen continuamente los panes planos, sobre todo el que viene con jamón york, «la más sencilla, pero gusta muchísimo». Insiste en que no ofrecen comida rápida, sino carnes, pastas, hamburguesas y ensaladas cocinadas con mucho esmero y cariño. El menú, al igual que los aseos, también está adaptado: minipizzas y salchichas en forma de pulpo con patatas fritas. «Ofrecemos lo que les gusta, y así vienen con gusto», dice Antonio.
Cada fin de semana familias enteras acuden a esta pizzería, en donde cada miembro encuentra lo que busca. Los padres, disfrutar de una agradable comida mientras sus hijos se entretienen, «porque, aunque vengan solos, a los dos minutos ya están con amiguitos», señala Antonio, que explica que este relax no siempre favorece al hostelero. «A veces, estamos llenos y no rotamos las mesas, se quedan más tiempo de lo normal». Entre otros cambios, la pandemia modificó el horario, y ahora cierran entre las comidas y las cenas excepto que haya un cumpleaños, ya que en ese caso disponen del local de manera exclusiva. Entre tanto tobogán, tirolina, piscina de bolas... no sería difícil perder a algún pequeño de vista, un problema que han solventado instalando cámaras (que no graban, solo transmiten en tiempo real) para captar los puntos muertos y llevar la señal a los monitores instalados en el comedor.
Raciones y tirolinas
Brinko Park (Fonteculler, Culleredo) llevaba un año abierto cuando el covid se llevó por delante cualquier resquicio de vida social, así que aún ha sido hace poco cuando han retomado con fuerza la actividad. Y ni tan mal. Cuenta Alberto, el propietario, que desde entonces han tenido una avalancha de reservas, lo que les ha llevado a abrir otro local en el centro de A Coruña (c/Maravillas, 26) solo para cumpleaños.
Pero en Fonteculler no se limitan a celebrar festejos, funcionan como restaurante los fines de semana, festivos y vísperas. La cocina se mueve principalmente a base de raciones: croquetas, raxo, chipirones, tequeños, tortillas..., platos que triunfan siempre sea cual sea la edad de los comensales. Por cada 30 euros de consumición regalan una hora en la zona de juegos, así que comprenderán que muchos aún no han terminado el plato y ya tienen un pie puesto en los hinchables. En total, 800 metros cuadrados donde no falta detalle: campo de fútbol, tirolinas, discoteca, pista americana, tobogán, columpios, piscina de bolas, pistas de obstáculos, incluso un ojo de halcón, un proyector que reproduce en el suelo diferentes juegos.
Por si esto fuera poco están fabricando una máquina nueva. «Algo parecido a lo de First Dates, donde, después de las reuniones, se hacen las fotos en una especie de fotomatón. Pues queremos idear algo así para que la gente que venga a comer se lleve sus recuerdos. Creo que estará lista a finales de mayo», explica el gerente Alberto Souto. Además, los más pequeños cuentan con un baby park, donde hay una cabaña de chocolate a la que seguro que más de uno habrá intentado hincarle el diente. Las caras que ponen los pequeños cuando descubren las instalaciones son dignas de fotografiar, sobre todo las de aquellos que aterrizan en el mundo de los parques de bolas por primera vez. «Con esto de la pandemia hay muchos niños que nunca han visto uno, y cuando llegan y les ponemos las luces, la discoteca... alucinan», señala Alberto, que añade que en todo momento los niños están vigilados por los monitores.
No hay que sentarse a la mesa con tenedor y mantel para soñar con tirarse por la tirolina (lo que más gusta entre los niños), sino que también disponen de bonos por horas para que los menores puedan acceder al parque mientras los adultos disfrutan tomando algo, incluso en la terraza si luce el sol.
Una montaña especial
Jandri tiene claro el objetivo de su trabajo: conseguir la sonrisa de los niños y la tranquilidad de los padres. Y con esa filosofía ha montado Mountain House (Vilaboa, Pontevedra), un escenario alpino con un punto nórdico que hace las delicias de grandes y pequeños. Reconoce que la pandemia llegó cuando el negocio estaba a punto de arrancar, así que mantenerlo este tiempo sin apenas actividad no ha sido fácil, pero ahora, superado el momento más difícil, puede decir que tiene el «aforo completo». «No hemos hecho mucho ruido, ha sido principalmente gracias al boca a boca, intentando trabajar con toda la seriedad», asegura. Empezaron siendo tres en plantilla, y a día de hoy son 14.
En el parque de ocio hay desde toboganes (asegura que «son supuestamente los más altos de toda Galicia a puerta cerrada en mi categoría»), una pista americana de tres alturas, un hinchable, campo de fútbol y una zona pedagógica, que cuenta con Legos, libros de lectura y, en breve, con un rincón Montessori.
Aunque no tiene acceso al parque, el restaurante, que cuenta con dos pisos, está totalmente acristalado «por lo que de esta manera los padres tienen campo de visión a todos los puntos, y además disponemos de monitores que se encargan de atender a los niños». De martes a domingo abren de 9 a 21 horas, y los fines de semana cierran a las 23 horas. Fuera del horario del servicio de comidas funcionan como cafetería, donde tienen mucho éxito los desayunos.
La carta es muy amplia: desde pizzas y revueltos hasta tostas o entrecots. Jandri tiene en mente, ya lo intentó en otro momento y no cuajó, introducir de nuevo raclettes y fondues en el menú, ya que son platos que invitan a estar en familia y a compartir, que encajan a la perfección con la filosofía del negocio.
Comer y luego jugar
A diferencia de los anteriores tres locales, en el Mesón Avellaneda (Pontedeume) los niños no ven la zona de juegos nada más entrar, por lo que a priori pueden comer sin distracciones, aunque el parque de bolas puede convertirse en un gran aliado cuando los mayores quieran disfrutar tranquilamente de un café y un postre en la planta de abajo, donde solo se sirven comidas en los momentos de mucho apuro como en el verano. Hace casi siete años que Gustavo y su hermano Mario decidieron independizarse de sus jefes, también dedicados al sector de la hostelería, para emprender su propia aventura. No les iba mal, pero para aprovechar las tardes, esas horas muertas que tenían entre el servicio de la comida y de la cena, sumado a que no están precisamente en la zona céntrica de la localidad y por lo tanto quedaban fuera de la ruta de vinos, apostaron por darle un plus a sus clientes y ampliar el local con otra planta, donde poco antes de la pandemia instalaron una gran zona de juegos. «Antes se celebraban cumpleaños, incluso alguna comunión, todos los días, y ahora a cuentagotas», explica Gustavo.
A pesar de que da mucho trabajo, están muy contentos porque son muchas las familias que buscan este entretenimiento para pasar la tarde. «Tenemos piscina de bolas, un pasaje del terror, campo de fútbol, cancha de baloncesto, pero el hinchable gusta mucho porque no hay otro por la zona y les llama mucho la atención», explica Gustavo al mismo tiempo que confiesa: «A ver, no te haces de oro con esto, pero todo ayuda a sumar».
Las raciones son la base de la carta, y las de croquetas y raxo, dice, son las que más gustan, «aunque cuando vienen los madrileños loquean con el rabo de toro». Los clientes de la capital son una parte importante del negocio, sobre todo en el mes de agosto, «que es el más potente en Pontedeume» y en los puentes y Semana Santa. La pandemia ha hecho mella en la hostelería, lamenta, y a pesar de que quiere ampliar la plantilla, no lo está teniendo fácil. Igual si les cuenta lo que hay en la planta de abajo...