Gio Zararri, coach: «La principal causa de la ansiedad de los niños son los problemas de los padres»
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Su propia experiencia le valió a este ingeniero informático para querer aprender sobre lo que le estaba pasando, informarse y divulgar sobre ello. Hoy, este coach experto en ansiedad lidera una comunidad de miles de seguidores en las redes sociales
18 Jun 2022. Actualizado a las 19:10 h.
Hace algún tiempo que este ingeniero informático aparcó su profesión para convertirse en un experto en el trastorno de la ansiedad. Fue a raíz de su experiencia personal, cuando Gio Zararri (Vitoria,1978) seudónimo de Sergio González de Zárate Pérez de Arrilucea, decidió volcarse con lo que le estaba pasando y encontrar respuestas. Se informó y se documentó, también hizo terapia, y con lo que aprendió se lanzó a escribir El fin de la ansiedad, impulsado por la necesidad de compartir su proceso frente a la enfermedad y el mensaje que esta trajo a su vida. El bestseller se convirtió en el título de referencia en castellano sobre el trastorno mental más extendido en el mundo. Después de otros títulos como El arte de cuidarte o Respuestas a tu ansiedad, ahora acaba de publicar El fin de la ansiedad en niños y adolescentes.
—La ansiedad, sobre todo en estos tiempos, es otra pandemia.
—Sí, eso es. De hecho, hay estudios que alertan de que los problemas de salud mental son la primera causa de consulta en el médico de familia, y entre ellos, el principal motivo es la ansiedad. Es tan común como cualquier otra enfermedad.
—Pensamos que es una cuestión de mayores, y también afecta a niños y adolescentes, ¿no?
—Y más en los últimos años. La ansiedad, aparte de ser el trastorno de salud más común, también lo es entre los adolescentes. Este tipo de problemas ha aumentado muchísimo tanto en niños como en adolescentes en los últimos años, en parte, motivado por la pandemia.
—¿Por la mochila que llevamos a nivel mental? ¿Por las circunstancias físicas que vivimos?
—Es un conjunto de todo. Primero, los niños y los adolescentes son más vulnerables y dependientes de los mayores, y también porque su cerebro se está desarrollando. Sufren cambios físicos, orgánicos, psicológicos... constantemente. Si a esto le sumas el aislamiento social que ha habido, que a ellos les ha afectado de manera considerable porque necesitan jugar más, comunicarse más entre ellos, ir a la escuela; los problemas que hayan podido tener las familias, que han podido perder trabajos, calidad económica, y sobre todo personas cercanas... El tener que estar encerrados en casa les ha afectado mucho.
—A veces son lloros, otras veces mareos, falta de concentración... ¿Cómo podemos detectar los padres si nuestro hijo sufre estrés o ansiedad? ¿Cuándo deben saltar las alarmas?
—Cuando veamos que la vida de ese niño o adolescente está condicionada o limitada, que no es la misma persona que era antes. Si vemos que le está pasando algo raro es una señal de alarma, más aun cuando va acompañado de otros síntomas propios de la ansiedad: si llora mucho, si deja de hablar cuando considera oportuno, si es más sensible cuando gritan, si tiene mucho miedo a cometer errores... Si estos son muy continuados o muy extremos es cuando podemos entender que el problema que tiene nuestro hijo se debe a este tipo de trastorno.
—¿Cuál es la principal causa que motiva la ansiedad en edades tempranas?
—Sobre todo los problemas de los mayores. Cuando en las familias existen muchos motivos de estrés y no se tratan esto acaba afectando al niño. También puede que le pasemos nuestros propios miedos, y si un adulto no sabe convivir con esos miedos gigantes, imagínate un niño que se está desarrollando y no tiene tantas herramientas como un adulto.
—¿A partir de qué edad pueden sufrir ansiedad? ¿Un bebé puede sufrirla?
—Sí. El bebé no muestra ansiedad, pero puede sufrir tanto estrés que el día de mañana puede experimentar un trastorno.
—¿La ansiedad es una parte normal del crecimiento?
—Hay que entender que la ansiedad es un mecanismo con el que contamos todas las personas para protegernos ante situaciones que pueden ser peligrosas o que puedan poner en riesgo nuestra vida. Es lo que sentimos cuando nos puede atacar un perro, cuando tenemos un accidente o nos caemos. Nuestro cuerpo siente unos síntomas (taquicardia, hiperventilación, tensión muscular...) que intentan, sin hacer uso de la razón, que nos pongamos a salvo. El problema llega cuando se da el trastorno de la ansiedad, que como indica la palabra es un mal funcionamiento. Esto indica que esa ansiedad, que no es buena, se da de manera continuada y excesiva durante más tiempo del que debería. Entonces, hay un problema. Cuando se da el trastorno, la gente sufre una ansiedad fortísima por los síntomas que la acompañan ante cosas que no suponen un daño para su vida, y es ahí donde hay que entender que se necesita tratamiento.
"La ansiedad es una emoción buena, lo malo es cuando se da el trastorno”
—¿Se puede acabar con ella o hay que aprender a vivir con ella?
—Hay que aprender a vivir con la emoción, porque es buena. Es el caso del miedo. Es bueno en sí, porque lo que indica es que puede haber algún factor alrededor que nos puede hacer daño y sirve para que sepamos si realmente es así. El trastorno, es decir el mal funcionamiento de la ansiedad buena, se tiene que superar. Por eso la gente va a terapia. Siempre tiene cura. El título El fin de la ansiedad sería el fin del trastorno, pero muchas veces en lugar de la palabra entera, se habla de ansiedad para hablar del trastorno. Y por otra parte, lo utilizo así porque sería el fin en el sentido del medio, el mensaje que trae la ansiedad a nuestras vidas. Lo que nos quiere transmitir ese problema. Es un poco un doble juego.
—Siempre nos avisa de algo.
—Normalmente, cuando se sufre el trastorno es porque hay cosas en nuestra vida que no son como deberían ser, y eso es lo que hay que identificar.
—¿La parte que más pesa en nuestro cerebro es la racional? Hasta un 76 %.
—Eso es, y muchas veces pensamos que con la razón se arregla todo, y hay cosas, como la ansiedad, que tienen poco de razón. La ansiedad es un mecanismo que se activa cuando hay un problema vital, y ahí el poder lo tiene el cerebro emocional, no el racional. Necesitamos ponernos a salvo muy rápido, en milésimas de segundo, nuestro cuerpo se tensa, se pone en condiciones de atacar, de huir... Ante muchísimas cosas, el cerebro racional no tiene ningún peso. Además, en los niños ese cerebro racional empieza a funcionar a partir de los 3-4 años, y no se desarrolla del todo hasta los 18. Muchos padres creen que hablando racionalmente al hijo va a entenderlo todo, y no es así.
—¿Desde qué punto hay que educar: desde padres o desde mejores amigos?
—Es muy complicado, porque nadie tiene una varita mágica. Somos personas y tenemos problemas, tanto niños como adultos, pero lo más importante es saber comunicar, entenderlos mejor, concienciarse de que los adultos somos nosotros, y que el que tiene que controlar, regular las emociones y equilibrar el modo en el que le afectan las cosas es más el mayor que el pequeño. Ese esfuerzo lo tiene que hacer el adulto. Tiene que entender cómo funciona el niño, cuáles son sus principales motivos de estrés, sus miedos... Informándose bien le puede ayudar a gestionar sus emociones, que en nuestros años no se creía que eran tan importantes, pero se está demostrando que sí lo son para una vida sana y feliz.
—No sé si el mejor padre o la mejor madre, pero ¿siempre hay margen para evolucionar?
—Más importante que querer ser buen padre o madre, es intentar ser mejores, lo poco que se pueda, ir mejorando. No se puede ser perfecto, la perfección no existe, depende de nuestros ojos, de nuestra manera de mirar a esa persona o a esa cosa, no es algo objetivo. Por eso, en vez de querer ser los mejores, los padres deberían partir de que somos humanos, podemos fallar en cualquier momento. Pero intentando ser mejores, nos acercaremos más al hijo, nos comunicaremos mejor con él, y nos convertiremos en un mejor equipo para el futuro.
—¿Cuáles son los grandes enemigos de los problemas emocionales?
—Hoy en día, uno de los principales, sino el principal, es la tecnología o el modo en que hacemos uso de ella, lo que pueden llamarse drogas tecnológicas. Hay un mundo que ni los adultos sabemos controlar, ni sabemos el daño que pueden hacer, pues menos los niños. Sobre todo cuando detrás de estas empresas hay científicos, psicólogos, que lo que intentan es que se enganchen más. Y otro es la vida sedentaria. Cuando un adolescente está todo el día en casa, comiendo comida basura, no hace más que ver la televisión, jugando a los videojuegos, en vez de comunicarse y de jugar lo que está haciendo es que aparezcan seguramente muchos problemas de tipo mental.