La Voz de Galicia

48 horas en Oporto: dos días dan para mucho en el mejor destino urbano del 2022

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BRAIS SUÁREZ
Vista del puente de Dom Luís I

A Ribeira, Aliados, torre dos Clérigos, «bacalhau»... los emblemas de Oporto son incombustibles, pero la ciudad ofrece también alternativas culturales y comerciales a la altura de grandes capitales europeas. De hecho acaba de recibir el premio de Mejor Destino Urbano del 2022.

29 Nov 2022. Actualizado a las 05:00 h.

Una relación particular, la de los gallegos con Oporto. Es como quien siempre tuvo cerca a un gran amigo, al que da por hecho sin prestarle la atención que merece. A veces parece que su accesibilidad lo condena, con esa familiaridad impropia de la mística de destinos exóticos.

Sus calles empedradas, bajo la misma luz amarillenta que la poalla difumina en Santiago, o las frases de cadencia siempre descendente, o sus desarregladas fachadas parcheadas de cerámica, o el carácter dubitativo y cauto de los portuenses, o sus cuestas viguesas, resbaladizas por la humedad atlántica… Hay algo indiscutiblemente gallego en Oporto.

Las calles comerciales en torno al Mercado do Bolhão concentran la vida cosmopolita de la ciudad.

 Si ese aspecto cotidiano puede antojarse familiar, es también ideal para que cada encuentro con esta ciudad sirva para ahondar en lo que hoy por hoy es una atracción para todo el planeta: Oporto acaba de obtener el premio de Mejor Destino Urbano del Mundo 2022 en los World Travel Awards. Aunque los emblemas que la hacen famosa sean de una belleza incombustible, hay muchísimo más.

Día 1, tradición

Cualquier día debería empezar por decreto sobre el puente Dom Luís I. Desde allí arriba, uno de los puntos más altos de la ciudad, el sol perfila la carismática Ribeira (Patrimonio de la Unesco desde 1996) y las bodegas de vino de Oporto con una luz anaranjada, amable.

Parece inverosímil presidir un paisaje tan acogedor y hostil a la vez, con las pequeñas casas incrustadas en las ariscas paredes del valle del Douro y esta inmensa estructura que de alguna manera también une lo urbano con lo salvaje. Al contrario de lo que se suele decir, no es obra de Gustave Eiffel, sino de su colega Théophile Seyrig, que ya había construido previamente el puente también portuense de Dona María Pia.

Temprano por la mañana es el mejor momento para pasear por la Ribeira sin la habitual masificación que durante el día la convierte en un chabacano parque de atracciones, con música atronadora, xtreme jets y pésimos restaurantes sobrevalorados.

El cartel de la emblemática bodega de vino de oporto, Sandeman.

Lo bueno es que, cuando esa jauría se despierta, basta con ascender unos metros, Palacio de la Bolsa mediante, hasta la torre dos Clérigos. Subir sus 200 escalones es una buena manera de aclimatarse a la verticalidad de esta ciudad y de adquirir la mejor panorámica desde uno de sus iconos arquitectónicos.

Allí cerca, casi a sus pies, se encuentra la Livraria Lello, que la cultura popular vincula a Harry Potter, pero que en realidad, ni acogió el rodaje de las películas ni inspiró a su autora… lo que no impide que el establecimiento aproveche el tirón y sea casi imposible entrar sin esperar horas. Eso sí, podemos cruzar la grandiosa Avenida dos Aliados, coronada por el ayuntamiento, para acceder a la parte comercial de la ciudad y encontrar, también de estética art decó, el histórico Café Majestic, donde J. K. Rowling sí escribió cuando vivía en Oporto.

Se encuentra en Vía Santa Catarina, cuyo dinamismo se debe al ir y venir de los locales haciendo sus recados o tomando un petisco, entre la decadente Praça da Batalha y el renovado Mercado do Bolhão. Y, por cierto, ya que va siendo hora de comer, esta es una de las opciones más concurridas este año, desde su reapertura. Además de los puestos tradicionales de legumbres y pescado, hay otros de productos gourmet y vinotecas, que se pueden consumir allí mismo.

Con esta primera mañana podemos dar los deberes turísticos por hechos. Ahora toca buscar algo un poco distinto, así que en vez del tradicional expresso portugués, uno puede descansar en el Café C’alma, ubicado en el hermosísimo Ateneu Comercial do Porto. Desde ahí, cabe dedicar esa misma tarde a las tiendas vintage, cafeterías y exóticos restaurantes del bohemio barrio de Cedofeita, tan bien retratado por su personaje insigne, el director Manoel de Oliveira.

Para atardecer, no es que el jardín de As Virtudes sea la mejor opción, sino que es la única posible, con el sol escurriéndose entre los puentes hacia el océano. En uno de sus bares, el ya célebre cóctel local, el porto-tónico, es una buena introducción en la cosmopolita noche portuense, cuyo ambiente joven y dinámico encuentra su máximo exponente en Gare. Este pequeño club ofrece el cartel de música electrónica más puntero de Portugal, con DJs de todo el mundo y una fuerza única.

 

El jardín de As Virtudes es uno de los lugares más hermosos para ver atardecer y probar el ya célebre porto-tónico.

Día 2, Vanguardia

Aunque de tamaño mediano y patrimonio equiparable a otras ciudades de la Península, hay algo que concede a Oporto un aire de gran capital europea: el contacto permanente con el resto del continente. Actualmente esto se manifiesta en una crisálida de nuevas tendencias importadas, pero también propias. Uno de los referentes de arte joven es el teatro MalaVoadora; en las calles, si seguimos la pista de los grafitis de Hazul, llegaremos a los rincones más inverosímiles.

Representación teatral sobre el escenario de Mala Voadora.

En cuanto a la arquitectura, la espectacular torre de O Miradouro representa una combinación fascinante de brutalismo sesentero y clásica cerámica portuguesa. Su aspecto exterior, intimidante, se suaviza en el interior con un estilo modernista único, sobre todo, en el restaurante que lo corona, el Portucale.

De un robusto edificio moderno, a una modernidad robusta. A Casa da Música, de Rem Koolhass, es uno de los iconos del Oporto contemporáneo. Todo un barrio se articula a su alrededor y acoge una programación de conciertos de lo más ambiciosa. Entre otros, este diciembre actuará Ólafur Arnalds. Y por allí cerca, el mercado de Bom Sucesso ofrece variedad (y calidad) para todos los gustos, en un bellísimo edificio de corte industrial.

Estamos al inicio de la kilométrica Avenida de Boavista, que con sus hermosos chalés nos conduce hasta una institución artística imprescindible: la Fundación Serralves, cuyas exposiciones temporales son tan atractivas como el propio edificio, obra del arquitecto Álvaro Siza.

Aquí podríamos pasar lo que queda de día (o de semana), pero también podemos seguir la huella de Siza hasta su Matosinhos natal y las icónicas piscinas del Marés. Para irnos con buen sabor de boca, nada mejor que el pescado de los restaurantes de la calle Herois de França, seguido de una copita de oporto junto al mar.


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