La Voz de Galicia

Coni La Grotteria, maestra e innovadora social: «Con los niños hay que negociar siempre»

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ana abelenda PROFESORA ENTRE LOS «NOBEL» DE LA EDUCACIÓN
La maestra e innovadora social Coni La Grotteria, autora de «Educar en la tolerancia».

«Cogerlos y meterlos en el coche sin decirles dónde vamos es violencia suave», señala esta profe de infantil distinguida con el «Nobel» de la Educación. Máster en dificultades de aprendizaje, revela tres armas muy eficaces: respeto, límite y rutina

11 Mar 2023. Actualizado a las 10:43 h.

La rutina educa. El respeto también. Los límites tampoco pueden faltar, primero han de ponerlos los padres, la vida lo irá haciendo a la par. Como dijo la bioquímica Margarita Salas, y recuerda la innovadora social Coni La Grotteria en Educar en la tolerancia, «lo importante es no tener arrugas en el cerebro». Estas no se planchan y nos dejan planchados. Una opción para resetear y actualizar ciertas creencias e inercias que nos lastran puede ser crear un calendario de tareas en casa para cada uno de los integrantes de la familia, una tabla en la que 1x1 no le dé al resto el todo hecho, donde sumen cosas como emparejar calcetines o guardar camisetas en los armarios, donde hacer la lista de la compra o limpiar el baño no le reste tiempo siempre al mismo o divida para siempre las fuerzas del equipo. Una tabla como la que propone esta maestra de infantil, que se encuentra entre los 50 mejores profesores del mundo, la única de España que está en la lista del 2021 del Global Teacher Prize, el «Nobel» de la educación. Máster en dificultades de aprendizaje, apasionada de la infancia, Coni La Grotteria, galardonada como mejor docente 2018 por la organización Educa en España, nos orienta para ser un modelo positivo para el crecimiento de los niños y las niñas sin acelerar etapas, desde el día 1. ¿Cómo? Empezando por los que viven con nosotros en casa, sugiere.

 

—La palabra «innovación» nos hace visualizar lo puntero en tecnología. ¿Qué significa ser un colegio o un profe innovador a nivel social?

—Es innovar transmitiendo valores. La gran innovación es tener al adulto como transmisor de valores. A partir de ahí, quienes trabajamos en infantil queremos acompañar a los niños en toda esta etapa, que es vital, y esta es la base de lo que será cada persona. Nos enfocamos en crear buenas personas.

 

—«Acompañar» es, en tu libro, un verbo clave. Y a menudo, cuando son pequeños, los llevamos de aquí allá sin preguntarles, como si no tuvieran voz ni voto. ¿Por qué es decisiva la etapa de infantil y cómo hay que acompañarla?

—Es clave la importancia de los primeros mil días de una persona, por el impacto que tienen a nivel de desarrollo neuronal. Y es decisiva también toda la etapa de 0 a 6 años. Yo lo englobaría en una única etapa de educación infantil, en la que se asientan las bases de la persona.

 

—¿Por qué?

—Porque ahí es cuando se asientan la personalidad, los sentimientos, cuando empezamos a crear una moral y a identificarnos con nosotros mismos. Los niños son esponjas: el entorno influye. La sociedad nos moldea a todos, imagínate a un niño... Por eso, necesita el referente adulto como un modelo positivo. Uno de los grandes retos que tenemos como adultos es ver al niño como una persona, entender que el niño tiene sentimientos, emociones, necesidades y entender los hitos evolutivos. Hay que saber en qué etapa está, porque pasan sus etapas de rabietas, que hay que encajar... Cada edad tiene sus necesidades y el niño es una persona. Si a un adulto no le haces determinadas cosas, ¿por qué a un niño sí? A un compañero de trabajo, a alguien extraño, le permites tener ese mal día. A un niño no. A un niño no se le pregunta. A un niño que nos hace una petición muchas veces le interrumpimos. Y su toma de decisiones llega muchas veces tarde, cuando les deberíamos ofrecer opciones desde muy pequeños.

 

—Hablas de «violencias suaves», normalizadas en el trato a los niños. ¿Es violencia suave llevar a una actividad extraescolar a mi hija, si se opone, porque no puedo recogerla antes por motivos laborales?

—No, hay que distinguir. La violencia suave es no tener en cuenta al niño como una persona, como una persona que siente, que piensa, que razona. Cada cosa a su edad. Adaptaríamos el lenguaje a la edad, la situación y el límite. El adulto tiene que ser el referente siempre en cuanto a los límites. «Yo te voy a dar un límite y hay que cumplirlo». Educar para la paz es educar desde la paciencia, y esto lo hacemos mucho en la escuela al repetir rutinas...

 

—La rutina educa...

—La rutina educa y a los niños les da seguridad. Es esencial.

 

—Pon un par de ejemplos de gestos o conductas que son «violencia suave».

—Un ejemplo sería coger al niño, meterlo en el coche e irte a casa de unos amigos. Eso no lo harías con un adulto...

 

—¿Hay que hablar con los niños como si fuesen adultos o no?

—Sí, porque eso significa hablarles desde el respeto. Hay ciertos temas que como adulto modularás, pero está bien tratar de darles desde el principio una explicación. Yo trabajo con el modelo María Montessori, que dice: «Hay que sembrar. Sembramos palabras que ya entenderán». A veces solo el gesto, con que les hables diciendo lo que va a pasar, les ayudas a anticipar haciéndoles partícipes. Es una medida de respeto que hace que ellos puedan integrar mejor el cambio que aquello que no le has contado, que no tuvo siquiera la oportunidad de digerir.

 

—¿El adulto debe ceder o él decide el plan y se lo explica al niño? Como madre, elijo un plan que nos va bien a madre e hijo, no solo al hijo...

—El adulto es el que pone la pauta. Tú le llevas a un sitio en el que no corre peligro, que es un sitio adecuado... Pero lo que sí podemos hacer desde el principio es negociar, desde los primeros años de la infancia, con pequeñas cosas como «¿Qué ropa te quieres poner?».

—A veces decidimos el plan por ellos y al final lo agradecen, les va bien.

—Sí, y en ese caso lo que no recomendamos es decirle: «Ves, te lo dije», que no sea un reproche. Está bien en esa hora del cuento, antes de acostarse, hacerles preguntas como: «¿Qué te pareció al final el día, qué te ha gustado más?». Preguntas para conectar con ellos.

 

—Hay bastantes madres que visten a su hijo, que no entienden que, con 3 o 4 años, el niño quiera ya elegir su ropa.

—Si le dejas elegir su ropa, le estás dando un mensaje de «Te tengo en cuenta». Y este tipo de gestos son los que a largo plazo van a crear el diálogo, su consulta. Luego llegan a adolescentes, están con las pantallas y queremos que nos cuenten...

 

—No es fácil hablar a horas razonables con un adolescente.

—Si no les hemos hecho partícipes desde pequeños en la toma de decisiones, no digo que después sea tarde, pero va a ser mucho más difícil tener relaciones cercanas, de vínculo. Eso se empieza en casa. Para que luego tengan relaciones sanas con los amigos.

 

—¿La casa es la primera escuela?

—Sí, y es básico. Por eso, la escuela tiene que ir de la mano de la familia. Las escuelas tienen que estar abiertas a las familias para que podamos educar compartiendo miradas. No hay que tener miedo a preguntar, a decir: «¿Lo estoy haciendo bien?». Incluso con los niños. Cuando nos equivocamos, está bien pedirles perdón. Pedir perdón también educa. Son cosas con las que les estamos diciendo «Perteneces a la familia», «te tengo presente», «tu opinión cuenta». A veces, los padres lo planeamos todo solos, y lo hacemos por bien, ¿pero les hemos preguntado a ellos?

 

—¿Con los hijos hay que negociar desde el minuto uno?

—Con los niños hay que negociar siempre, en el sentido de darles opciones. Hay que escucharlos, no decidir por ellos. Hay que darles participación. Incluso en decidir las vacaciones. Ahora, el límite siempre lo va a poner el adulto.

 

—Hay cosas que como padres no debemos tolerar. No todo vale.

—Por supuesto. Necesitan el no. Si son muy pequeños, darles la mano para cruzar la calle sin peligro, por ejemplo... Y es importante no enviarles mensajes contradictorios o decirles frases que no se van a cumplir, como: «No te voy a volver a llevar al parque». Los que tenemos que cambiar somos los adultos, no los niños. La verdadera innovación está en el enfoque del adulto, en cómo propone los ambientes de aprendizaje.

 

—¿Los padres de hoy estamos bien informados, mejor que hace años, o simplemente más saturados?

—Están muy informados. Yo, como directora de un cole, veo que los padres hoy no hacen las mismas preguntas ni tienen los mismos intereses. Es verdad que el tipo de información ha ido reduciéndose. Queremos pautas, queremos claves y tips, y no hay tips para todo.

 

—¿Qué deben aprender, sobre todo, los niños en la etapa de infantil?

—En nuestra escuela no tenemos nota. «¿Qué valores tiene?, ¿cómo resuelve sus conflictos en el patio?». Ahí es adonde tendríamos que ir. Luego, numerosos estudios científicos nos dicen que es a partir de los 7 cuando el cerebro está preparado para descodificar las grafías y los símbolos. Por eso es importante conocer los hitos evolutivos y no apurar el aprendizaje. Al principio, aprendemos por experiencias, por lo sensorial. La escuela necesita más excursiones, impregnarse de lo de fuera, abrirse al exterior.

 

—¿Deben implicarse en las tareas de casa, son deberes educativos?

—Sí, deben tener responsabilidades en casa acordes con su edad; eso les genera una autoestima. Como familia, siempre es beneficioso, y barremos estereotipos. Emparejar calcetines es una actividad que tiene mucho aprendizaje detrás para los niños en infantil: trabajan la psicomotricidad fina, la asociación, el comparar lo grande con lo pequeño... ¡Le vemos un montón de propiedades! E impacta en positivo en la autoestima, mejor que decirle tanto «guapo» o «campeón». Así iremos cambiando modelos.


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