Sí, hay hijos favoritos: ¿preferimos a los mayores o a los pequeños?
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Aunque los padres lo nieguen, los hijos lo tienen claro. Y los expertos también señalan que es imposible mantener la misma relación exacta con los hijos. El orden en el que nacen influye: ¿es siempre el pequeño el chichí de la casa?
17 Jun 2023. Actualizado a las 05:00 h.
Si eres padre es posible que lo niegues, pero si eres hijo, seguro que has pensado en algún momento que tu hermano o tu hermana era el favorito de tus padres. Todos hemos tenido alguna vez esa sensación, aunque pocos progenitores son capaces de admitirlo. Como padres se recurre a esas frases comunes de «a los hijos se les quiere a todos por igual», «es como si me preguntas qué dedo de la mano quiero cortarme» o «duelen todos exactamente lo mismo»... Sin embargo, esas expresiones no son del todo ciertas. En realidad, hay quien ya ha ido abriendo este melón. Aránzazu García es psicóloga y es rotunda al respecto: «Por supuesto que sí hay un hijo favorito, es inevitable, porque todos los hijos son distintos, y como son personas y no hay dos personas iguales, pues las relaciones entre dos son siempre diferentes. La mezcla del rojo y el amarillo da naranja. Y la de rojo y el azul da lila, así que inevitablemente las relaciones con cada uno de nuestros hijos salen diferentes, porque son distintos». Este favoritismo, en su opinión, es fácil de comprobar cuando responde a una similitud de caracteres o cuando entre el hijo y el padre se comparten intereses, sin embargo, no siempre se debe a estas cuestiones. No es matemática.
«En psicología hay cuestiones muy sutiles, que a veces nos parecen más abstractas y para las que no tenemos nombre. Por ejemplo, no siempre sabemos explicar por qué sentimos afinidad por alguien; es parecido a cuando tratas de objetivar por qué te enamoras de una persona y no de otra. En ocasiones un padre y un hijo comparten aficiones, les gusta, por ejemplo, el fútbol, pasan tiempo juntos, y sin embargo, no es su hijo favorito y sí el chichí de la madre», expresa Aránzazu. «No todos los niños son iguales. Hay algunos que no solo les gustan a los padres, sino a todos. Son niños muy buenos, cariñosos, familiares, sociables, que se ganan a la gente», apunta.
"El mayor suele ser el más responsable, porque se le impone”
En la misma línea, Jessica Griffin, profesora asociada de psiquiatría y pediatría en la Facultad de Medicina de la Universidad de Massachusetts, ha concluido que las madres muestran, en particular, favoritismo «hacia los niños que tienen valores similares a los suyos y que se involucran más con la familia».
Asimismo, una encuesta realizada por YouGov, recoge que, cuando los padres admiten tener un hijo predilecto, el orden de nacimiento juega un papel importante. No es lo mismo ser el mayor que el pequeño. De hecho, el 62 % de los progenitores dijeron tener como favorito a su hijo menor. Y en la misma dirección, el 43 % de los padres con tres o más hijos, prefieren al último, frente al 19 %, que se inclinan por el mayor, mientras que el resto del porcentaje le corresponde al hijo mediano.
MÁS APEGADO A LA MADRE
«Es fácil —señala Aránzazu García— que el pequeño esté más apegado a la madre frente al mayor, que suele ser el que se hace más independiente antes. Es lógico, porque en cuanto nace el segundo, se queda con la madre, y el padre se lleva al mayor con él. Por eso los más pequeños suelen ser los consentidos, incluso por el resto de hermanos mayores. Desde que nace el segundo, si no hay mucha diferencia de edad, ya le estás diciendo al mayor que se vista solo, que te ayude con su hermano, los hacemos responsables mucho antes, y al final, el mayor se va acostumbrando a que lo suyo, sus inquietudes, no tenga tanta importancia».
"En las herencias se ven las diferencias entre los hijos”
«Es verdad que el instinto siempre lleva a proteger al débil —indica la psicóloga Alejandra Dotor—, al que necesita más apoyo». Por eso recomienda que en las familias no se entre en comparativas, ni que como hijos se espere de los padres algo más que amor: «Los padres en el fondo no pueden estar continuamente equilibrando su tiempo ni el dinero que invierten en cada uno, es imposible». De la misma opinión es Aránzazu, que matiza que ese favoritismo puede ir cambiando, de la misma manera que cambian las relaciones humanas. «Cuando hay un favorito, no es para siempre. Con los años las cosas pueden cambiar, influye cómo es la pareja con la que viven, si residen lejos, si tiene hijos..., la querencia cambia».
Pero habiendo favoritismo, ¿se les quiere a todos por igual? «Yo más bien diría que la querencia es inmensurable, ¿cómo comparas? Es igual que si pones a competir a tres parejas de baile: una de clásico, otra de tango y otra de hiphop, ¿cómo decides quién baila mejor? Es muy difícil. Yo creo que no los quieres a todos por igual, porque se quiere diferente, no te puedo decir si más o menos, porque no sé medirlo», indica. «Los padres no podemos ser ecuánimes exactamente con lo que les damos a los hijos —especifica Aránzazu—. Y hay niños más problemáticos, a los que se les censura más, o niños enfermos que necesitan más atención. En la naturaleza nada es estándar. Eso pasa en todos los órdenes. Si tú eres el jefe, y tienes diez empleados, el trabajo difícil no se lo das a cualquiera, uno viene a pedirte cosas más veces, otro menos, es muy difícil ser igual con todos». ¿Y los hijos, tienen un progenitor favorito? «Sí, del mismo modo ellos pueden requerir a la madre o al padre en función de diversas cuestiones. A lo mejor se dirigen más a la madre si quieren que alguien los escuche, porque es la que les da más protección, y en cambio, a la hora de jugar o de que les solucionen algo recurren al padre. No tiene que ser así exactamente, me refiero a que en función de cómo sea cada uno de ellos los elegirán para cosas concretas», indica Aránzazu García.
SE NOTA EN LOS DIVORCIOS
Eso lo ve a diario la abogada Lucía Silvoso, que asegura que en los divorcios y en las herencias es cuando se conoce de verdad a las personas y ahí sí se ven objetivamente los favoritismos. «Hay padres que en las separaciones claramente te dicen que no se entienden con uno de los hijos, que no saben comunicarse, y en otras ocasiones, aunque ellos no lo reconozcan, tú lo ves. Hace poco tuve un caso en que el padre no sabía relacionarse con la niña, en cambio con su hijo sí. Era falta de habilidad, no sabía cómo tratarla». En su opinión, en las herencias hay hijos que salen muy mejorados, porque no se puede evitar tener más o menos afinidades a lo largo de la vida. «Como abogados, ves a algún cliente que cuando se lee el testamento se queda ojiplático, y al igual que he visto a hermanos pelearse por lo más nimio, por una cucharilla, también hay casos en que los padres han hecho muchas diferencias en la herencia. Pero después, los herederos de mutuo acuerdo han pactado compensar al que creían que había sido perjudicado. No es común, pero hay casos en que los hermanos arreglan el desajuste de sus progenitores en el reparto», expresa Lucía.
En general —dice— la mayoría de los padres procuran ser equilibrados, pero en los últimos años de vida, muchos cambian el testamento en favor de los hijos que los han cuidado.« A veces esto se hace de buena fe, incluso pactado con los hermanos, que saben que uno va a salir mejorado porque es el que se hace cargo del cuidado de uno de los progenitores o de los dos. Otras veces, claro, ya no es así. Y hay padres que te lo expresan directamente y quieren dejarle más a uno». «Hay casos de desheredación, pero son los menos, y en esos casos hay que justificar abandono o maltrato hacia los progenitores. Pero si no es así, lo único obligatorio es la legítima, que es el 25% de tu herencia. Así que si tienes tres hijos, repartes ese 25% entre los tres. El resto puedes dejárselo a uno solo, repartirlo por igual o dejárselo a un vecino, a quien tú quieras. La obligación solo es la legítima», apunta la abogada, que no duda en confirmar que, al menos en su ámbito, no siempre se quiere a los hijos por igual: «Cuando has roto relación con uno de ellos, tu favoritismo se plasma».