Sheila Hernández, autora de «Soy joven, no gilipollas»: «Las redes sociales han creado un mundo superficial donde está mal visto no estar bien»
Yes

El acoso escolar, la depresión, el suicidio, la precariedad laboral o la salud mental. Son temas de los que habla la periodista en un libro en el que desnuda su mente para animar a los jóvenes a que no se rindan, que nada está escrito y que si quieren, pueden
06 Feb 2024. Actualizado a las 09:11 h.
Es un soplo de aire fresco para esa generación que se enfrenta a la vida adulta con unas perspectivas bastante crudas. Es una voz que se ha alzado para recordar que no todo está escrito, que puedes pertenecer a una clase vulnerable y conseguir todo lo que te propongas. Porque Sheila Hernández (Aguadulce, 1995) lo está haciendo: salió adelante de una dura infancia, logró estudiar Periodismo pese a la desconfianza de algún profesor, y ha creado un medio virtual con el que ha acercado el periodismo a los más jóvenes y que leen cada día cientos de miles de usuarios. Acaba de escribir un libro, Soy joven, no gilipollas en el que se desnuda para demostrar que «la resiliencia ante las adversidades nos hace a todos capaces de conseguir nuestras metas».
—Supongo que no ha sido fácil escribir este libro…
—Me senté durante un año entero a destapar mis miedos, cicatrices, fracasos, derrotas y, sobre todo, los buenos momentos y la metas conseguidas. No ha sido nada fácil, pero es el proyecto que más me ha servido a modo de reconstrucción hacia mi propia persona y hacia mi propia profesión.
—¿Cuáles eran las expectativas al arrancar y qué sensaciones te dejó al terminar de escribirlo?
—Siempre he tenido un único objetivo, el de demostrarle a la gente que no todo se consigue ya; y que no hay que conformarte con el lugar al que perteneces. Yo vengo de una familia muy humilde con unas expectativas de futuro bajas, no me tocaba ser lo que estoy siendo. Creo sinceramente que he sido supervaliente, por fin me he desprendido un poco de ese síntoma del impostor que tenemos todos, sobre todo muchísimas mujeres, y ya no creo que me lo merezca porque haya tenido suerte, sino porque me lo he trabajado.
—Tanto, que has creado un medio al que siguen casi 900.000 personas, ¿Crees que Es Decir Diario ayudará a cambiar la imagen de los medios?
—Creo que estamos en un constante proceso de evolución en todos los sectores y creo que mi periodismo es una nueva ventana de las que se están abriendo. No creo que sea competencia o algo negativo para el resto, simplemente somos caminos diferentes que vamos hacia un mismo lugar.
—¿Eres consciente de lo que ayudas cuando escribes lo que sientes?
—Tengo un problema y es que las causas sociales me mueven muchísimo; dicen que hay que ser objetiva, pero cuando tienes que contar la historia de una niña con una enfermedad rara o un caso de malos tratos, mi lado más humano se nubla un poco e intenta involucrarse en la causa. No eres plenamente consciente de lo que ayudas hasta que te encuentras con gente que te lo dice; me pasó durante una charla, se acercó un chico para contarme que estaba en una situación muy mala en la que solo pensaba en quitarse de en medio y que a raíz de leerme decidió perdonarse la vida. Esa es la satisfacción más bonita del mundo.
—Dices que crees en el periodismo más humano e íntegro. ¿Es lo que intentas hacer en tu día a día?
—Quiero poner el foco en alejarme de todo aquello que obliga al lector a dudar constantemente de lo que lee o ve.
—En este momento de crispación permanente, ¿crees que ganan valor aquellos que intentan mostrar el lado humano, ese que puede llegar a conectarnos?
—Quiero pensar que sí, pero creo que estamos en un momento de crispación muy complicado. Aunque, como de todo lo malo, siempre intento sacar algo bueno, me quedo con el refuerzo positivo de la gente que apoya y que abraza la salud mental y mi forma de ofrecer la información.
—¿Hasta dónde crees que puede llegar el poder de las redes sociales?
—Creo que no hay techo porque como no hay control, sigue creciendo y desarrollándose. Vetan que se muestre un pezón, pero se puede insultar sin ningún tipo de consecuencias. Es un monstruo que va a seguir creciendo hasta que se establezcan límites y pautas. Como todo, se hace un buen invento llamado internet, y hay gente que lo utiliza para el peor de los fines.
—Tú has sufrido en tu propia piel esas críticas, por ejemplo a tu forma de vestir.
—Desde que decidí mostrar mi cara he recibido comentarios tremendos como «si llego a saber que quien me informa es una mujer tan joven no habría confiado tanto en ti» o «si vistieras mejor te creería mucho más». Yo acojo y abrazo cualquier crítica constructiva, pero destructivas hay muchas. Las redes sociales han creado un mundo superficial, donde está muy mal visto no estar bien y hay que normalizar la tristeza porque es un sentimiento como cualquier otro.
—La gente conecta con quien habla de sus sentimientos, pero no todo el mundo sabe gestionar sus emociones.
—¿De qué sirve que yo sepa hacer una fracción si luego no tengo ni idea de cómo gestionar un sentimiento? Está muy normalizado ir al gimnasio, pero debería de estar igual de normalizado que tú vayas al psicólogo. Y las cifras hablan por sí solas: los hombres de unos 35 años están entre el colectivo con más suicidios, una generación a la que se le ha enseñado que hay que ser fuertes, valientes y que los hombres no lloran. ¿Y cómo gestionan los problemas? ¿Con quién se desahogan?
—¿Qué hay que hacer para que la psicología entre en los centros educativos?
—Creo que si las personas que dirigen los colegios e institutos abren sus puertas a personas que cuenten sus vivencias y a expertos que ayuden a gestionar los sentimientos desde pequeños, todo irá a mejor. Al final el pueblo salva al pueblo; desde arriba no podemos esperar nada, pero desde abajo se pueden hacer cosas.
—Sobre el acoso escolar, sorprende leer la lista de insultos que has recopilado, se repiten los mismos generación tras generación. ¿Por qué no avanzamos?
—Porque no se visibiliza, muchas veces se queda en que son cosas de niños, y lo triste es que muchos de esos niños no llegan a superarlo en toda su vida. Yo fui una caja de insultos y eso acarrea un montón de traumas para toda la vida.
—¿Por qué crees que se siguen silenciando los suicidios cuando, como bien dices, el silencio es su peor enemigo?
—Creo que es sumamente importante visibilizarlo y no agarrarse a que hay un efecto llamada porque durante mucho tiempo se ha omitido este tema en los medios y las cifras han seguido aumentando.
—Internet también deja ver la cantidad de gente que se siente sola, tú creaste una iniciativa para unir gente mediante cartas, ¿cómo resultó?
—La conexión es una de las mejores cosas de las redes sociales, lo negativo es que estamos conectados desde la soledad, que constantemente estamos relacionándonos virtualmente con gente, pero luego nos sentimos solos en procesos muy difíciles. Recibí muchas cartas de personas que se sentían solas, que estaban pasando un mal momento y no tenían a quién recurrir. Y surgieron miles de internautas dispuestos a sentarse a escribir una carta para alegrar la vida a otra persona. Fue superbonito.
—Comentas en varios momentos que eres una persona altamente sensible, ¿te ayudó saber que esa forma de ser y de afrontar las cosas tenía un nombre?
—Me ayudó muchísimo, sobre todo para no sentirme un bicho raro. Al final es un refuerzo positivo entender desde la propia psicología que lo que te está pasando le pasa a mucha gente; entender un poco lo que me ocurría me ayudó sobre todo a no culpabilizarme por mis emociones.
—Hablas del duelo por la pérdida de un amigo, ¿crees que está infravalorado?
—La muerte o el desamor, independientemente de cómo los lleve cada uno, están más normalizados. Pero casi nadie se atreve a hablar del duelo por perder a un amigo porque esa amistad se acaba. En el libro quise reflejar lo que para mí supuso perder a alguien que, en ese momento, era mi mitad, ocasionó un montón de sentimientos negativos.
—Cuando no está trabajando, ¿qué hace Sheila Hernández para protegerse de las adicciones tecnológicas?
—Me encanta estar sin el móvil, ir a la playa y dejar el teléfono en casa, aunque reconozco que no tengo mucho tiempo para hacerlo. También me gusta viajar, este año me he propuesto hacer al menos cuatro viajes, aunque sean de fin de semana, para desconectar y priorizar mi salud mental, que pueda no autoexigirme nada.