Judith y Melisa, hermanas de 25 y 24 años: «Nos llevamos 20 meses y fuimos juntas al colegio, el instituto y la universidad. Somos un "pack"»
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Crecieron juntas en la casa familiar de Cambre y terminaron estudiando la misma carrera. Ahora, viven separadas por primera vez. «Además de hermanas, somos amigas», aseguran
17 Sep 2024. Actualizado a las 05:00 h.
Judith y Melisa Rodríguez han estado juntas desde la cuna hasta terminar la universidad. Literalmente, no se recuerdan la una sin la otra. Han compartido hogar, juegos, amigos, colegios, instituto y facultad. En definitiva, han compartido vida. Estas dos hermanas del concello coruñés de Cambre nacieron con 20 meses de diferencia y eso, aseguran, marcó su existencia: «Siempre fuimos un pack», afirman. Prueba de ello, es la palabra que más veces se repite a lo largo de la entrevista: juntas.
La existencia de la otra las marcó desde que llegaron a un mundo en el que siempre han ido de la mano: «Desde bien pequeñas ya jugábamos juntas, empezamos a salir juntas por la noche, compartíamos pandilla y hasta terminamos haciendo la misma carrera», explican. Y es que, por si habían pasado poco tiempo unidas, cuando llegó el momento de elegir profesión, las dos se decantaron por lo mismo y estudiaron el doble grado de Educación Infantil y Primaria. Ahora, Judith, la mayor, tiene 25 años y estudia un máster en otra comunidad autónoma. Por su parte, Melisa, que está a punto de cumplir 24, cursa el último año de carrera.
La marcha de Judith ha hecho que por primera vez estas hermanas estén separadas. Están convencidas de que es precisamente el vínculo que crearon al crecer juntas lo que ha favorecido que la distancia no haga mella en su relación: «Creo que haber crecido con tan poca diferencia de edad ha hecho que nuestra relación sea mucho más fuerte y estrecha ahora de mayores, que ya no vivimos juntas», defiende Judith. «Haber compartido todo desde pequeñas ha hecho que, aunque no estemos al lado físicamente, sepamos que siempre estamos ahí la una para la otra y que eso no va a cambiar pase lo que pase», describe Melisa, aunque su voz se parece tanto a la de su hermana que resulta difícil saber cuándo habla una y cuándo lo hace la otra. «Aunque pasemos días sin hablar, cuando volvemos a hacerlo es como si llevásemos hablando un mes y nunca hubiésemos dejado de vivir en la misma casa», ejemplifica la mayor de las hermanas.
Creen que esa confianza y ese vínculo que las une sería muy difícil de conseguir si su diferencia de edad hubiese sido mayor: «Pienso que nuestra relación sería mucho más distante», sentencia Judith. «Conozco otros hermanos que —continúa—, al llevarse más años, no comparten amistades, aficiones o gustos. Nosotras al crecer con tan poca diferencia siempre hemos compartido casi todo», defiende Judith. El discurso lo completa su hermana: «En nuestro caso siempre nos hemos apoyado y hemos contado la una con la otra».
A lo largo de estos casi 24 años, acumulan tantos recuerdos juntas que les resulta imposible quedarse únicamente con uno: «Tenemos muchísimos momentos desde pequeñas, durante la etapa de crecimiento en la casa familiar, hasta prácticamente el inicio de la vida laboral», explican ambas. «Nos recuerdo trabajando en la huerta con nuestra abuela, andando en bicicleta, jugando en el jardín los días de verano, las tardes de cine, los domingos en el Aquapark...», son algunos de los puntos que enumera Melisa dentro de esta lista infinita. Y las dos coinciden: «¡No podemos elegir solo uno!». Y es que ellas, dicen, son más que familia: «Creo que el hecho de que nos llevásemos tan poca diferencia de edad ha hecho que, además de hermanas podamos ser amigas», cuenta Judith.
Todo ventajas
Estas hermanas saben que, como todo, el modelo de familia por el que apostaron sus padres y en el que a ellas les tocó vivir tiene virtudes y defectos. Y es que, en su caso, eso de que el roce hace el cariño se cumplió en el 90 % de las ocasiones, pero no siempre.
Para ellas, la mayor desventaja está, precisamente, en esas circunstancias en las que ese roce hizo que, en lugar de cariño, saltasen chispas: «Hemos chocado mucho en momentos de nuestras vidas, sobre todo en la adolescencia», coinciden en señalar. Ser amigas además de hermanas resultó ser un arma de doble filo: «Al tener edades tan próximas y ser tan parejas hemos tenido más discusiones», explica Judith. Lo dicho, demasiado roce: «A veces puedes sentir que no tienes tu espacio, que estás siempre luchando por lo que quiere hacer una y lo que quiere la otra», añade la hermana mayor.
Pero insisten en que eso no dura para siempre, sino que «se concentra en una etapa de la vida». Lo que ambas tienen claro es que en la balanza, sale ganando todo lo positivo que les aporta su relación, que es mucho.«Creo que, en el fondo, no hay ninguna desventaja», reflexiona Judith. Y es que, cuando se ponen a hablar de todas las ventajas, no saben dónde parar: «Sabes que siempre tienes una compañía, una amiga, un apoyo. Aunque seas una persona tímida, nunca te vas a sentir sola, porque sabes que siempre está ahí tu hermana», explican entre las dos. «Es muy bonito vivir sabiendo que tienes una compañera», añade Melisa.
Y si para ellas para ellas fue beneficioso, creen que para sus padres todavía más: «Si para nosotras tuvo ventajas, estoy segura de que para ellos muchísimo más», aclara Judith. «Nuestra madre nos ha dicho muchas veces que para ella fue mucho más fácil el hecho de poder hacer lo mismo con las dos a la vez, en lugar de, por ejemplo, tener que estar llevando a una al instituto y a otra al colegio de primaria», relata la hermana mayor. «Siempre hemos estado en el mismo centro —añade Melisa—, salvo los años puntuales en los que mi hermana cambiaba de curso antes que yo».
Por todo eso, al menos Judith tiene claro que a ella le gustaría repetir patrón: «Si tengo hijos, me gustaría que fuesen bastante seguidos. Yo siempre viví con una compañera, eso me marcó y ahora siento que me faltaría algo sin ella», concluye la mayor de las hermanas.