Roy Cohn, el maestro de Donald Trump
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Oscuro, abogado y asesor. Roy Cohn ha atravesado la política desde MacCarthy hasta Trump, y el cine, la tele y la música han recogido su inquietante huella. Ha vuelto a la luz con la película «The Apprentice»
30 Oct 2024. Actualizado a las 05:00 h.
Como siempre que la ficción se convierte en la mejor cronista de la historia, una de las mejores descripciones de este personaje es una secuencia de Angels in America en la que Roy Cohn (un fantástico Al Pacino) responde a su médico, que acaba de diagnosticarle sida, que esa es una enfermedad de homosexuales, y que él no es homosexual. «Soy un heterosexual que se acuesta con hombres, y tengo cáncer de hígado», le dice. Y ese, y no otro, será su relato hasta el final. Porque a Roy Cohn (Nueva York, 1927- Bethesda, 1986) la realidad no le importaba nada. La realidad era la que él creaba. En un brutal perfil de la revista Politico, Michael Kruse define a Cohn como un judío que odiaba a los judíos y un gay que odiaba a los gais.
Ese personaje oscurísimo, manipulador e hipócrita, ha vuelto a la luz pública gracias a The Apprentice, la película recién estrenada que Donald Trump lleva persiguiendo desde que se presentó en el Festival de Cannes. Como no ha conseguido vetarla, los americanos han vuelto a encontrarse con Roy Cohn, interpretado por Jeremy Strong, para recordar la influencia de este personaje, que atraviesa toda su política, desde los años cincuenta hasta las elecciones del próximo mes. Todo empezó con el mediático juicio al matrimonio Rosenberg, acusados de ser espías soviéticos. Como fiscal adjunto, fue uno de los artífices de su condena a muerte, gracias a conversaciones poco éticas y secretas con el juez. Aquello lo catapultó a los despachos de los más poderosos.
Para la opinión pública, la caza de brujas tuvo un protagonista, Joseph MacCarthy, y una persecución implacable a cualquier sospechoso de filias comunistas. Pero una búsqueda sencilla de las imágenes de aquella época revela la presencia permanente de una figura junto al senador republicano. Porque Roy Cohn fue su mano derecha hasta que el propio MacCarthy decidió sacrificarlo.
LAS LISTAS NEGRAS
Si en la cultura popular, aquella etapa quedó ligada al cine (con los Diez de Hollywood, las listas negras y su reflejo en decenas de películas que recogen aquella época de delaciones, acusaciones y ostracismo), la caza no solo se limitó a las tendencias políticas. Lo cuenta muy bien una miniserie estrenada el año pasado, Fellow Travelers, que arranca precisamente con el ascenso de MacCarthy y otra de sus cruzadas: la que ejerció contra los homosexuales en la Administración estadounidense, lo que se conoce como el Terror lila. Will Brill interpreta de forma brillante a Cohn en esta serie, que recorre la historia de su país desde los cincuenta hasta la lucha por los derechos de los homosexuales y los enfermos de sida en la Administración Reagan, a través de la intermitente historia de amor entre Matt Bommer y Jonathan Bailey. Una historia que recoge el apogeo de la influencia de Cohn, su enfermiza persecución contra los gais mientras él mantenía una relación con un joven, su caída en desgracia, y aquellas últimas entrevistas, ya en los ochenta, muy enfermo, negando la enfermedad y la homosexualidad. En aquella época, precisamente, en la que los Reagan de cuya amistad presumía, le daban la espalda, como a toda aquella primera generación de víctimas del VIH, cuya lucha retratan tanto Fellow Travelers como la fantástica Angels in America.
AL, MERYL Y LOS ÁNGELES
Han pasado casi veinte años desde que HBO estrenó esta miniserie, la adaptación de las premiadísimas obras de teatro de Tony Kushner. La serie, dirigida por Mike Nichols, recoge la eclosión del sida a través de personajes reales, como Roy Cohn, rodeados de una ficción en la que los ángeles bajan a la Tierra para llamar a los moribundos como si de un arcángel San Gabriel se tratara, y los fantasmas asedian al abogado. Ahí está Meryl Streep convertida en Ethel Rosenberg, que en el lecho de muerte de Cohn puede vengarse al fin de él. La serie arrasó en el 2003: un papel tan jugoso como el de Cohn le dio a Pacino un Globo de Oro y un Emmy. Y podría conseguir, el próximo año, que Jeremy Strong logre otro pleno en la temporada de premios. Porque el actor de Succesion se convierte en Cohn en The Apprentice, dirigida por Ali Abassi, en la que Sebastian Stan interpreta a aquel joven Donald Trump que cayó bajo el hechizo de Cohn cuando en los años setenta el abogado no solo defendió al magnate y a su padre en una demanda del Gobierno, sino que, en una de sus primeras lecciones, lo animó a demandar al Departamento de Justicia. ¿Cuánto hay de acertado en la forma en la que Jeremy Strong da vida a Cohn? Roger Stone, otro asesor ultraconservador, afirmaba en X que la interpretación de Strong es inquietante por su exactitud. Ahí está, en una clase magistral de cómo mentir, negar, atacar, demandar y crear un relato, que por muy falso que sea, pueda servir para engañar al personal y mantenerse en el poder.
Roy Cohn murió en 1986, apenas unas semanas después de ser inhabilitado por conducta poco profesional y poco ética. Él, que había sido abogado de mafiosos y magnates, que presumía de enviar a la silla eléctrica a los Rosenberg, que enseñó a Trump a enviar a todos al infierno, que se paseaba por todas partes con sus supuestos amantes, que bailaba con Andy Warhol en Studio 54, que no pagaba impuestos, que rechazaba las normas, que había pisado las alfombras de la Casa Blanca durante décadas, estaba solo. Según recoge Michael Kruse, la secretaria de Cohn aseguraba que Trump lo dejó tirado como a una patata caliente. «No permitas que nada se interponga en tu camino», dice Pacino a uno de sus seguidores en Angels in America. Es evidente que Trump tiene una matrícula de honor en este examen.
Cohn solo tenía 59 años cuando murió, pero su oscura influencia, con mayor o menor peso, se ha dejado notar en la primera potencia mundial durante décadas... incluso después de muerto. Como decía en una entrevista en la BBC el escritor Thomas Mallon, autor de la novela en la que se basa Fellow Travelers, Cohn ha conseguido una vida vampírica que aún extiende su influencia.
DÓNDE ESTÁ MI ROY
Por mucho que el propio Trump negase, mucho más tarde, que Cohn fuese tan importante para él, cuenta la leyenda que, al poco de llegar a la presidencia de Estados Unidos, cuando el fiscal general Jeff Sessions se negó a defender a Trump en la investigación por las supuestas injerencias de Rusia en las elecciones, el presidente exclamó: «¿Dónde está mi Roy Cohn?». La frase se volvió tan famosa que unos años más tarde se convirtió en el título de un documental que repasa la vida y la carrera de Roy. Dirigido por Matt Tyrnauer, no deja títere con cabeza y define a Cohn como uno de los personajes más controvertidos e influyentes del siglo XX en los Estados Unidos. Imposible que la cultura popular no se hiciera eco de sus manejos, no solo en el cine o la televisión. Si uno repasa la siempre fascinante letra de We Didn’t Start The Fire, ese repaso histórico que escribió Billy Joel en 1989, ¿a quién encontramos en la tercera estrofa? Justo después de Stalin, Malenkov, Nasser y Prokofiev, Rockefeller, Campanella e, irónicamente, el bloque comunista, ahí está Roy Cohn. Porque siempre ha estado ahí, aunque no lo supiéramos, intrigante y fatal.