Mariló y Daniel son familia de acogida: «El niño iba a venir para 15 días y ya lleva 6 años con nosotros»
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Aunque ya habían sido padres previamente, el matrimonio decidió sumergirse en el mundo del acogimiento familiar hace casi una década. Ahora lo definen como «una bendita locura» y desde entonces ya han pasado cuatro niños por su hogar. «Ellos no piden juguetes, solo quieren protección y cariño», afirman
06 Nov 2024. Actualizado a las 11:37 h.
Allá por el año 2015, Mariló y su marido Daniel se sumergieron en la «locura» de convertirse en familia de acogida. Aunque ya habían sido padres biológicos de dos niños —Dani y Jaime—, todo surgió en un momento complicado. «Yo esto no lo conocía. Cuando estuvimos con mi hijo mayor en el hospital, coincidimos en una habitación con un niño pequeño que era de acogida. Se quedaba mucho tiempo con nosotros, porque su familia de acogida no estaba mucho por allí», explica Mariló. Desgraciadamente, el proceso de Dani no tuvo un buen final. «Nuestro hijo Dani nos proponía lo de acoger, así que pensamos que cuando termináramos con su proceso nos lo podíamos plantear. Como la cosa no terminó como debía haberlo hecho, tardamos un poco más en tomar la decisión, pero continuamos adelante con la idea de acoger a un niño», confiesa.
Desde aquel momento, fueron cuatro los pequeños que pasaron por su casa. J. y C. fueron los primeros y actualmente tienen a D. y a A. «J. llegó con 12 años y terminó volviendo con su familia biológica. C. tenía meses y se fue en adopción. D. iba a venir para 15 días y ahora es permanente. Llegó con 2 años y ya tiene 8. En el caso de A., la fuimos a buscar con tres meses y medio. Ya lleva un año y pico con nosotros», indica.
«Solo quieren protección y cariño»
Existen muchos tipos de acogimiento, desde el temporal o permanente al especializado o de emergencia. Además, las familias pasan por un proceso para certificar que cumplen con las condiciones para ser familia de acogida. Ellos lo hacen a través de Cruz Roja. «Tú pides la información, te ratificas en que quieres ser familia de acogida y comienzas una serie de entrevistas. La primera condición es que todos los miembros tienen que estar de acuerdo con el acogimiento», explica. El haber tenido hijos biológicos les da una perspectiva mayor y aseguran que el amor se multiplica. «Sabemos lo que es tener un hijo engendrado y uno adoptivo o de acogida. Se les tiene el mismo cariño. Hay familias con niños adoptivos que nos han dicho que les gustaría que mucha gente oyera eso de alguien como nosotros. Yo doy mi vida por Jaime, por D. y en este momento por A.», detalla.
Son niños que buscan algo tan simple como un abrazo. «Cuando acoges a un niño tienes que hacerlo pensando en que mientras está contigo va a ser un hijo más. Ellos no te piden juguetes, lo único que quieren es sentirse protegidos y experimentar el cariño que cualquier niño puede sentir con una familia. La clave también es hacer con todos lo mismo. «Yo puedo echar broncas, pero como lo hacía con el resto de mis hijos. Eso sí, en mi casa la hora de ir para cama es sagrada y no faltan el beso y las buenas noches», explica.
Cariño a raudales que se refleja en la sonrisa de los pequeños. «Las familias de acogida estamos mucho para eso, porque no podemos pretender que en un centro se encarguen, es inviable. Habrá algunos que trabajen bien y otros que lo hagan mal, pero la vida de un niño en una familia no tiene nada que ver con la que pueda tener allí. Aquí hay un núcleo y tienen a esas personas a las que pueden agarrarse. Cuando tuvimos a J. lo peor que podías decirle era que tenía que volver al centro», recalca.
Y no hay niño igual que otro. «D. siempre fue muy tranquilo, pero a A. la llamamos en casa ‘la jefa de la mafia'. Llega al parque y es la que domina el cotarro. El otro día fui a buscarla a la escuela infantil y me decían que era la más rápida y organizada, y su hermano dijo: ‘Y tirándolo todo también'. Es muy cariñosa y empatiza con todo el mundo», añade. La relación con su hermano mayor también es estupenda. «Jaime tiene 23 años. Es más estricto que nosotros. A veces le digo: ‘Jaime, ¡que hace las mismas cosas que tú cuando eras pequeño!' y me responde: ‘Sí mamá, pero hay que corregírselas'. Se quieren un montón», confiesa.
«Somos mamás de corazón, no de barriga»
Sobre cómo explicarles a los niños su origen, Mariló y su marido tienen claro que es necesario tratarlo con naturalidad. «Sé que A. se va a ir porque su familia está ahí luchando. Le enseño fotos de su padre biológico y le digo quién es. Intentamos ser lo más transparentes posibles. D. lo sabe, no tenía visitas. Su madre falleció. Cuando estaba en infantil, se lo explicaba a sus compañeros a su manera. Ellos son conscientes de que somos mamás de corazón, no de barriga. Le hicimos un árbol genealógico para explicarle su familia de sangre y la otra, que somos nosotros. Así como vamos al cementerio por mi familia, le preguntamos si quería llevarle flores a su madre, a lo que dijo que sí. Pienso que es un error ocultar las cosas porque acaban saliendo a la luz de golpe. Es mejor tratarlo de forma natural», afirma.
Son pequeños, pero entienden perfectamente lo que ocurre a su alrededor. «Cuando C. se fue para adopción, D. también tuvo miedo de tener que irse. Ahora lo que le dice a A. es que será su hermanito mientras esté en esta casa y que su mamá soy yo, su papá es mi marido y su hermano es Jaime», puntualiza.
Decir adiós no es fácil, pero hay que mentalizarse que en este mundo está al orden del día. «Vives un duelo, pero si te metes en esto, tienes que cambiar el chip. Dices: ‘Yo voy a ayudar a esta persona y seré su familia hasta que lo necesite'. Cuando se van para adopción también pensamos lo mismo, si no, no tendría sentido lo que hacemos. Yo soy partidaria de que si es posible vuelvan con sus familias biológicas. Siempre hay que facilitarles todo, debe ser lo esencial porque al final en la adopción ya corta todas sus raíces. El día que se van, sentimos que se marchan para estar en algo mejor. Cuando vuelven con sus familias biológicas es que han hecho un trabajo previo y que estarán bien», detalla.
A las familias de acogida se les da una bonificación por cada pequeño. Sin embargo, ellos alucinaron cuando lo supieron. «Cuando fuimos a preguntar por primera vez nos dijeron que nos daban un dinero al mes. Yo dije: ‘¿Cómo que un dinero?'. No entendía. Decía: ‘Si lo haces es porque sale de dentro'. También es cierto que para lo que te dan no te llega ni para los primeros diez días, entre pañales, leche, ropa o clases particulares... Creo que nadie puede hacer esto solo por dinero», afirma.
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La figura de acogimiento profesional ya existe, al menos en Aldeas Infantiles. «Puede sonar muy fuerte, pero si hay una familia que pudiera acoger a tres niños y que le diesen una cantidad para mantenerlos, ¿por qué no tenerlo como un trabajo? Evidentemente, después de pasar todos los filtros y que les den la idoneidad. Por D. me dan 370 euros. Multiplícalo por 3 y te dan unos 1.000 y poquitos euros. Señores, véanlo como una posibilidad siempre que los niños vayan a recibir cariño. Los macrocentros no funcionan. Hay que abrir un poco más la mirada, hay muchos niños que necesitan una familia», argumenta.
Mariló además es concejala de Servicios Sociales en Padrón y voluntaria de Acougo. «El 20 de noviembre es el Día Mundial de la Infancia. En muchos colegios, tanto alumnos como profesores van en pijama. ¿Por qué? Porque el momento pijama lo relacionamos con las conversaciones, el beso, el abrazo y el cuento antes de ir a dormir. Representa ese ratito familiar y de cariño. Aquí en Padrón fui a los colegios a proponerlo y este año quería hacerlo con los institutos», indica. Y la familia de acogida es la primera barrera. «¿Cuánto tiempo tarda un niño en irse en adopción? Nosotros somos los que estamos ahí en el acogimiento. Es lo más cercano a ellos para ayudarlos. Lo más importante para un niño es tener una infancia feliz», destaca. Porque para ellos esto es una «bendita locura».