Juan José Ballesta: «Mis padres tuvieron dificultades económicas, pero jamás me cogieron un euro»
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El actor madrileño sigue teniendo algo del niño que fue. Pero dice que la vida le ha enseñado a no ser tan confiado, tras verse envuelto en sendas denuncias de robo y agresión sexual: «He pasado un año malísimo. Espero que salga el juicio y se aclare todo»
13 Dec 2024. Actualizado a las 05:00 h.
Juan José Ballesta (Parla, Madrid, 1987) sigue siendo aquel niño de barrio de 8 años, que se llevó el Goya al Mejor Actor Revelación por El Bola. Inquieto, y a la vez amigable, se define como un hombre tremendamente familiar, hiperactivo y demasiado confiado. «Me encantaría tener una hija», confiesa a quien el año pasado lo dieron por desaparecido cuando, en realidad, solo había cerrado sus cuentas de las redes sociales. Ahora acaba de publicar La vida mejor, donde explica el precio de la fama que ha tenido que pagar y la acusación de agresión sexual de la que todavía está pendiente de juicio, así como la denuncia, que ya ha sido archivada, por haber robado una chaqueta de cuero y 50 euros a un amigo.
—¿Por qué has escrito este libro?
—Fue a raíz del programa que hice con Jordi Évole. Me llamaron desde Planeta, Martina me dijo que le parecía un chaval muy inspirador y si quería escribir un libro. Tuve una reunión con ella y me pareció bien. Yo soy muy inquieto, pero en ese momento estaba en un momento tranquilo y empecé a escribir a ver qué salía de ahí. Y salió La vida mejor.
—¿Cómo ves la vida ahora, mejor o peor?
—Ahora, pues mucho mejor. Se está solucionando el tema de los juicios. Uno ya se ha archivado. Y el otro, estamos en proceso. Todo está relacionado con el precio de la fama. Que tiene lo bueno y lo malo. He pasado un año muy malo. No me llamaban para trabajar en nada, me cerraron las puertas por esas causas judiciales de las que yo no tengo nada que ver. Pero se están solucionando. Y se está entendiendo que yo no he hecho nada, que no tengo nada que ver con ese robo ni con esa agresión sexual, evidentemente.
—Dices en el libro: «Cuando me veo muy arriba, me bajo...».
—Sí, cuando veo que la fama me supera, que mi cabeza va a explotar, que no doy abasto con las redes... Yo siempre me hago fotos y vídeos con todo el mundo, lo que quieran, pero cuando llega un momento que me siento muy agobiado y muy estresado, que mi cabeza va a petar, digo: «Se acabó». Corto y me retiro. Lo he hecho ya un par de veces. Una vez incluso salió en las noticias que había desaparecido, cuando mi familia y todos los míos sabían dónde estaba. Estaba en el campo, con mis animales, porque me sentía superado por la fama y necesitaba bajarme de la nube, reflexionar y tomármelo con calma. Hacer otras cosas y, sobre todo, ser feliz. Estuve como cuatro meses sin redes. Decían que si había desaparecido. Pero no era verdad. Lo único, que no tenía Instagram.
—¿Entonces es como una cura social?
—Eso es. Cuando las cosas me superan, me digo: «Vamos a bajarnos del carro y a poner los pies en la tierra. Y vamos a trabajar en otra cosa que no sea el cine, a doblar el lomo y a currar como cualquier currante. Y luego ya veremos si vuelvo o no». Pero lo importante es mi felicidad y mi estabilidad emocional. Que yo esté tranquilo y a gusto.
—Empezaste en el cine con 8 años y por la puerta grande, ¿cómo lo recuerdas?
—No era consciente de que era actor. Me lo tomaba como un juego hasta que cumplí 14 años, que ya empecé a ser más consciente de lo que hacía. Pero mis padres siempre estuvieron muy pendientes de mí, dándome estabilidad, equilibrio y principios. Por eso, le he dedicado un capítulo entero a mi madre en el libro. Ellos han sido un pilar fundamental en mi vida. Sobre todo mi madre, que era la que me llevaba a los castings. Y siempre me decía que si no me gustaba, que no lo hiciera, que nadie me obligaba. Y para que veas cómo son, ellos jamás han tocado un solo céntimo de mi dinero. Y tuvieron dificultades económicas en algunos momentos de su vida, pero no fueron capaces de tocar ni un solo euro de mi cuenta. Lo tenían todo a plazo fijo. Mi madre estuvo trabajando un tiempo en la obra y mi padre también. Y podían haber cogido el dinero, pero nunca lo hicieron. Eso dice mucho de mis padres.
—¿Cómo recuerdas tu infancia?
—Tengo muy buenos recuerdos. Todo el mundo me conocía. Y también recuerdo la envidia de los chavales, porque en la discoteca hacían cola las niñas para hacerse fotos conmigo, darme besos y firmar autógrafos. Y, claro, luego había un tumulto de chavales fuera que me quería calentar. Me tenía que ir por la puerta de atrás. Pero eso ya era cuando tenía 16 años. Pero siempre he sido muy natural con la gente.
—Cuéntame ese episodio de agresión sexual. ¿En qué momento está?
—Está parado. Estoy a la espera de saber algo. Tuvimos una declaración hace algo más de un año. Fui y declaré. Pero cuanto antes se aclare y se limpie mi imagen, mejor. Imagínate lo que supone esto para mí. He pasado un año malísimo. Pero malísimo. No me llamaban de ningún lado. Así que espero que podamos tener el juicio y que se aclare todo.
—En el libro hablas de ese episodio.
—Hablo de lo que dije en la declaración, que yo no la conozco de nada y que no sé por qué pudo denunciarme esa mujer. No tengo ni idea. Supuestamente, coincidí con ella en una discoteca un día, saludé a un amigo, la conocí a ella, le di dos besos y, de repente, a los dos meses se montó todo esto. Más no te puedo decir. Eso fue lo que le dije a la jueza. Y en ningún momento fui detenido ni me llevaron al calabozo ni nada. Eso dice mucho. Es todo como surrealista. Lo único que sé es que me ha repercutido un montón en mi carrera. Me han dejado de llamar. Por eso, lo importante es que se aclare cuanto antes. Estoy seguro de que se va a quedar en nada, pero, claro, el daño ya está hecho. Las reseñas de Google haciendo referencia al tema, todo eso ya no se quita.
—¿Y lo del robo?
—Quedé con un amigo que me pidió que le hiciera un videoclip por 50 euros. Le dije que no, que si estaba loco. Entonces, me soltó un puñetazo. Yo intenté quitármelo de encima y me fui en el coche. Pero me paró la policía. Entonces me preguntaron que qué había pasado, que los vecinos les habían dicho que había habido bastante revuelo. Y les conté que un amigo se había puesto bastante agresivo y que me había ido para no tener problemas con él. Me preguntaron si quería denunciarlo y les dije que no, que seguramente se arrepentiría y me pediría perdón. La policía me aconsejó que lo denunciara, que les hiciera caso. Y mientras estaba hablando con ellos, ya les informaron de que me tenía que ir con ellos detenido, porque él me había denunciado. Me acusó de robarle una chaqueta de cuero y 50 euros. Y estuve tres días en el calabozo y lo pasé fatal. ¿Eso quién me lo paga a mí? Para que ahora digan que se ha archivado la causa. ¿Cómo le voy a robar una chaqueta y 50 euros? Yo le regalo la chaqueta y le doy 50 euros si le hace falta. No tengo necesidad de robar nada.
—¿Y qué conclusión sacas de esto?
—Que hay que tener mucho cuidado con la gente, porque pueden intentar aprovecharse y te pueden hacer mucho daño tanto a nivel psicológico como a tu familia. Imagínate que le digan a tu gente por la calle: «Oye, he visto que a tu hijo lo han denunciado de robo»... Lo pasas muy mal. Porque estar en el calabozo con todo tipo de ladrones y carteristas no es nada agradable. Yo soy un tío muy alegre, muy simpático, y no me gustan los problemas. Lo pasé fatal. Y ahora cuando me llama algún chaval conocido, me lo pienso dos veces. Voy un poco con pies de plomo. Mi madre me decía: «Lo raro es que no te hubiera pasado antes. Porque eres muy tonto y muy bueno. Y siempre lo das todo, y no todo el mundo es como tú». Y tiene toda la razón.
—¿Qué tal tu hijo?
—Muy bien. Tiene 17 años ya y trabaja en un taller de carrocería. Le llaman el minibola porque es igual a mí.
—¿Con cuántos años lo tuviste?
—Con 20.
—Por lo que cuentas en el libro eres un padrazo.
—Bueno, yo siempre he querido lo mejor para mi hijo. Dentro de mi hiperactividad, siempre he intentado darle lo mismo que me han dado mis padres. Cariño, amor y unos buenos principios para que sea una persona maravillosa.
—También hablas de tu ruptura con Vero, la madre de tu hijo. Dices que fue el peor día de tu vida.
—Sí. Es que con ella estuve 15 años. Fue muy duro dejarlo de un día para otro. Estábamos siempre juntos, iba hasta a comprar el pan con ella y tenía por contrato que mi hijo y Vero vinieran conmigo a los rodajes... Y pasé a ir a comprar el pan solo... me ponía a llorar. Lo pasé fatal. Tuve una media depresión. A veces me reía, a veces lloraba... Fueron unos años muy malos porque Vero es la mujer de mi vida. Pero me llevo muy bien con ella. Y aunque no fuera así, nunca me llevaría mal por mi hijo. Eso por descontado.
—Dices también que te gustaría enamorarte y tener una hija.
—Sí. Siempre pienso: «¡Qué ganas tengo de tener un bebé otra vez!».
—¿Cómo te ves como actor?
—Me considero buen actor. Tengo mucha seguridad y mucha confianza en mi trabajo. Nací siendo actor y moriré siendo actor.
—Grabaste «Hombre de acción» en Vigo, ¿qué tal?
—Muy bien, me lo pasé pipa. Hice muchos amigos allí porque me iba a pescar por la noche después del rodaje. Iván, Jairo, todos mis colegas de allí, con los que sigo manteniendo contacto y me envían vídeos pescando. Me decían: «El Bola se queda dos meses más y nos deja la ría sin calamares». Formé una familia desde el primer día con ellos. Y luego llegaba al rodaje y repartía a todo el mundo chipirones y calamares. Pero. claro, mi representante me decía: «Juanjo, me acaba de llamar Netflix, que son las 4 de la mañana y estás poniendo stories pescando y ruedas a las 6». Y yo siempre le decía: «Mabel, que me he echado una siesta de cuatro horas... Que no pasa nada, que estoy descansado».
—¿Y esa afición por la pesca?
—Mi padre siempre me la ha inculcado. Me llevaba de pesca desde chiquitito. Lo llevo en la sangre. Pero tengo licencia intercontinental. Que ya es lo que me faltaba, que saliera alguien diciendo que pesco sin licencia.