La Voz de Galicia

Isabel, 86 años: «Decidí volver a la universidad cuando vi que la cabeza me empezaba a fallar»

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Susana Acosta Susana Acosta

«Me propuse toda la vida aprender. Y es lo que hago a pesar de que tengo muy poca visión», dice esta coruñesa que solo tiene halagos para la Senior: «Hay un montón de cosas que la gente no se puede ni imaginar. Y de un nivel fantástico»

18 Mar 2025. Actualizado a las 05:00 h.

Yo de mayor quiero ser como Isabel Grandal Nores que, a sus 86 primaveras, tiene una energía y una rapidez mental que ya quisiera cualquiera. No es la edad el hándicap más grande que tiene, sino una degeneración macular que le impide leer y escribir. Pero lejos de darse por vencida, ella ha decidido aprovechar el tiempo al máximo y, sobre todo, dedicarlo a lo que más le gusta, que es aprender. Por eso, como no hay obstáculo que se le resista a esta coruñesa, decidió regresar a la Universidade Senior de A Coruña, de la que ya había sido alumna unos años antes. «Sí, debo de ser la de más edad», confiesa esta gran mujer, que reconoce tener cierto pudor para hablar de ella misma.

«Tengo una degeneración macular muy avanzada y, me afecta, sobre todo para las cosas pequeñas. No veo para leer y escribir. Puedo escribir, porque conservo la grafía. La mano escribe, pero luego no puedo leer lo que escribo», comenta Isabel, mientras relata que se jubiló en el 2007 con 68 años. Ella trabajaba en la Diputación de A Coruña y se encargaba de la Unidad Técnica de Servicios Sociales. También daba clases en la Universidade de Santiago, en Traballo Social: «Era un trabajo muy bonito. Hubiera seguido más, pero estaba al cuidado de mi madre, que tenía alzhéimer». Una vez que falleció, decidió dedicar todo el tiempo a ella misma. Y en una revisión le descubrieron que padecía ese problema visual. «Entonces tenía una vista excelente. Solo era por la noche, cuando me fatigaba tras un exceso de trabajo con los ojos. Pero, claro, se ve que me estaba afectando. Y me dijeron que era un proceso lento, pero que podría ser causa de ceguera», dice. Ahora mismo, por ejemplo, explica que no puede ver las caras de la gente: «Veo la silueta. No veo las caras, tampoco las monedas... A una persona rubia la veo mejor que a una morena, por el contraste. Necesito contrastes y buena iluminación. Sobre todo, la natural. Por eso me paso la vida pegada a la ventana».

Muy positiva

Lejos de venirse abajo, Isabel reconoce que es muy positiva. De ahí que no le da miedo ir sola por la calle. Al contrario, se maneja mejor que en casa. «La lectura y la escritura es lo que más me gusta y me ha atacado ahí, a lo que me apasiona. Pero soy muy positiva. Estoy en la ONCE y allí me hice amiga de un niño de 8 años que es maravilloso. No hay nada que se le resista. Es increíble. Así que, ¡qué voy a pedir yo si este niño es un ejemplo!».

Con esta actitud, decidió volver a matricularse en la Universidade Senior: «Yo, al llevar una vida tan activa como la que llevaba, pues me dije a mí misma que tenía que hacer algo. No podía pasar del todo a la nada. Entonces decidí seguir estudiando. Porque eso es lo que siempre me he propuesto, aprender a lo largo de toda la vida». Otro de los motivos por los que se matriculó, y que comparte con muchos de sus compañeros, es porque también le permite conocer a gente nueva: «Contactas con gente, aprendes lo que no sabes y repasas lo que ya sabías. Y, además, lo actualizas. Considero que la formación permanente debe ser de por vida, aprender a lo largo de toda la vida. Y luego, también trabajas la mente», dice esta vecina de A Coruña, que es licenciada en Ciencias de la Educación y en Psicología y Pedagogía: «Y ahora pues siempre hay alguna novedad de algún autor, alguna cosa que te interese...».

Está tan encantada con su decisión de ser alumna de la Sénior que incluso reconoce que hasta le entusiasmó un curso de Matemáticas que impartieron allí: «Porque era una visión que nunca había recibido. Si me lo hubieran dado cuando era niña, me habrían encantado las Matemáticas».

La primera vez que se matriculó, se graduó con su promoción: «Son cuatro años con asignaturas. Unas son fijas y otras optativas, que tú puedes elegir. Luego hay seminarios, talleres, hay un montón de cosas que la gente no se puede imaginar y de un nivel fantástico. Yo ahí terminé en el 2015». Opina que ahora el nivel es superior al de entonces: «Ha cambiado mucho y ha aumentado el nivel de los alumnos. Al principio, iba más bien gente que no había tenido opción en su vida de estudiar nada. Y encontraba ahí una maravilla. La gente estaba encantada porque muchos eran personas que no habían terminado ni siquiera los estudios básicos de entonces, por la época que era. Muchos de mi generación no han podido estudiar nada. Pero ahora eso ha cambiado. Incluso hay matrimonios que vienen los dos», comenta.

Talleres y seminarios

Tanto le gustó su primera experiencia que decidió volver a apuntarse. «Después de terminar estuve unos dos o tres años yendo a talleres y a seminarios. Porque los que nos graduamos, tenemos la opción de ir a asignaturas sueltas. Entre las que puedes elegir, una de ellas era inglés. Y así estuve durante tres o cuatro años, hasta que ya, por la falta de visión, lo dejé. Tenía una profesora que era superamable. Me traía las notas en folios preparados para mí. Si a lo mejor ocupaba un folio, a mí me lo daba en cinco para que tuviera una letra grandísima y lo pudiera ver», aclara.

«Debí de dejarlo hace siete años o así. Fue antes de la pandemia. Pero ahora volví con 86 años. Lo hice porque vi que la cabeza me empezaba a fallar. No tengo la fluidez verbal que tenía», cuenta, pero cualquiera lo diría, porque si hablas con ella percibes todo lo contrario. Y concluye: «Estoy encantada. Es verdad que ahora, por la falta de visión, participo menos. Me limito más a escuchar y estoy con gente nueva. Además, me he quedado maravillada de lo que ha subido el nivel, también el de la propia universidad. El otro día me apunté a un seminario de Investigación y Desarrollo (I+D) y me encontré con un profesor extraordinario de la Universidad de Salamanca y con unos alumnos con un nivelazo de miedo. Y me encantó. Porque ahora ya son generaciones que hicieron bachillerato, ya tienen sus carreras, sus experiencias... Yo voy encantada, porque además tengo unos compañeros superagradables».

Para estar activa

Esta es la manera que ha encontrado Isabel para estar activa. «Te diría que es como una medicina, una fórmula para sentirme mejor. Para mí es hasta saludable. Porque me di cuenta de que estaba perdiendo memoria y me dije: ‘Para allá voy’. Si te quedas en casa es mucho peor. Y además, a mí lo que me gusta es estar en contacto con otras personas», dice. Lo que ya no puede hacer es leer, una actividad de la que se confiesa una apasionada: «Pero ahora, la ONCE tienen unos audios maravillosos en cedés en la biblioteca y te los prestan para que los escuches. Por ejemplo, llevo una temporada con Torrente Ballester, que estoy volviendo otra vez a leer todas sus novelas con los audios y me está encantando. Ya no me acordaba de que me gustaba tantísimo. Hay que motivarse y estar vinculada a las cosas».

Está claro que a motivación no hay quien le gane a Isabel. «Antes leía con unas lupas especiales y unas gafas especiales, pero ahora ya ni eso. Aunque sé que no lo parece, porque sigo moviendo y expresándome mucho con los ojos. Y, a veces, cuando quiero acordarme del nombre de algún comercio y pido ayuda a alguien para que me lea el letrero, se extrañan. Y me pregunta: ‘¿Cómo que no ve usted?’ Entonces, les tengo que explicar que para leer no. Y se quedan asombrados. Porque no lo parece», explica esta mujer a la que no hay obstáculo que se le resista.

 


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