La Voz de Galicia

Seis maneras disparatadas de entender la educación emocional: de la analgésica de siempre a la «Mr. Wonderful» y la «take away» de moda

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Dos grandes disparates y 30 malentendidos o, directamente, falsedades se propagan actualmente en la educación. Ojo a las «autoescuelas emocionales» y a algunas de las maneras de aprender a gestionarnos (rápido y mal) que más triunfan, según la experta Eva Bach. «Nunca se había hablado tanto de emociones como ahora, aunque emocionalmente vamos a peor», afirma la autora de Cómo cuidar la salud emocional.

18 Mar 2025. Actualizado a las 12:24 h.

No todo vale en educación emocional. No es oro, ni mucho menos, todo lo que reluce (que es mucho) o se nos vende en materias, enseñanzas y voces que tienen por objetivo ayudar a niños y adultos en la gestión del miedo, la ira, la vergüenza, la alegría, el asco o la tristeza. Ni las emociones se meten en frascos o nos ponen en rojo convirtiéndonos en monstruos de cuento ni la «psicología prêt-à-porter» cura depresiones y dolencias mentales. Así lo advierte el periodista Fidel Masreal, autor de Convivir con la depresión, en el prólogo de Disparates emocionales, ¡Basta ya!, que ha distinguido a definir en un acertado ejercicio de divulgación la pedagoga, maestra y pionera en educación emocional en los ámbitos educativo y familiar Eva Bach (Manresa, 1963), un referente que nos enseñó a muchos padres (entre ellos, al gran Carles Capdevila) a ver las maravillas de la adolescencia y tratar de ser cabales influencers de nuestros hijos.

 

Tras décadas de «castración emocional colectiva», de procesiones por dentro bien disimuladas o escondidas, en el terreno emocional hemos pendulado, como en todos, hacia el otro extremo, el del furor del desquite y la avalancha hiperactiva. Hay todo un merchandising superemotivo, que vende mucho pero no siempre aporta lo que parece. «Nunca se había hablado tanto de emociones como ahora, aunque, si nos atenemos a datos, emocionalmente vamos a peor», afirma la autora de Cómo cuidar la salud emocional.

«Las emociones siguen siendo hoy unas grandes desconocidas —asegura Eva Bach—. ¿Por qué? Porque buscamos la respuesta simple cuando es un tema complejo. Las emociones, como la vida y la educación, son complejas. Y seguimos buscando respuestas muy simples, con una visión superrestringida, herencia de cuando no atendíamos las emociones porque creíamos que eran una respuesta instintiva, primaria, biológica. Se relacionaban con la parte animal. Pero se ha demostrado que las emociones pueden ser luz, calidez, pueden matizar y dar tonalidad humana al saber, al conocimiento, a la razón. Lo digo siempre: las emociones pueden ser luz o pueden ser delirio; implicar lucidez o estar totalmente desacertadas. La razón también».

La emoción y la razón no son enemigas. «Antonio Damasio es uno de los autores que más han hablado sobre esto. Hay razón en la emoción, una lógica en ella. Y detrás de las emociones hay necesidades vitales básicas. Y hay emoción en la razón», subraya Bach. En esta línea decía el psiquiatra español Carlos Castilla del Pino que el conocimiento cuenta con una parte cognitiva, que tiene que ver con el conocimiento del objeto, y otra emocional, que tiene que ver con la relación que cada sujeto establece con dicho objeto de conocimiento. «Él decía: ‘Es una locura tan grande la razón como conservar solo la razón’». Helada compañía...

A la vista de tales jardines de matices, ¿cómo esperar de un reel de TikTok una lección potente para autogestionarse en la vida? Ante un auge desbocado de lo emocional, Eva Bach nos previene de influencers, gurús e ilusionistas de la autoayuda advirtiéndonos en Disparates emocionales de los dos grandes disparates y los 30 malentendidos que contaminan hoy esta educación esencial. A ellos añade 12 maneras equivocadas de entenderla, de las que avanzamos seis que pueden resultarte algo familiares.

No es nueva, sino anterior a internet y las redes sociales para ejercer de mala curandera. «La tenemos tan interiorizada que funciona como un automatismo», apunta Eva Bach. La manera analgésica de abordar la educación emocional es evitar el dolor emocional a toda costa. ¿Recursos? No hablar de lo que duele, taparlo, distraerse y ocuparse siempre de otras cosas, medicarse «en una línea ascendente exorbitante». La sobreprotección (evitarle al hijo que transite aquello que duele) es una práctica analgésica.

 

Evitar cualquier riesgo, conflicto o perturbación es el gran objetivo que persigue la manera profiláctica de enfocar la gestión de las emociones. «Hay que centrarse, en este caso, en promover la salud más que en evitar la enfermedad. El deseo de estar bien tiene que ser más poderoso que el miedo a estar mal», matiza la autora de Disparates emocionales. La receta profiláctica es única: no vivir para no sufrir. Moriremos igualmente, como si nada.

Es el «sonríe que la vida vuela» que pretende convertir todo marrón, revés o fiasco de la vida en algo positivo. Desde la explotación laboral a la precariedad o cualquier forma de maltrato afectivo. Es una de las que tienen hoy mejor prensa, más líderes y followers y quizá más peligro. Las tazas y los cojines con mensajes bonitos son objetos, no personas ni sentimientos íntimos. «El pensamiento Mr. Wonderful cree que las emociones ingratas son negativas, fruto de interpretaciones equivocadas de los hechos», explica la pedagoga catalana. En resumen, si sufres es que te falta voluntad o actitud. Digamos que no sabes ver el lado bueno de las cosas malas. «Si la vida te da limones, no siempre puedes hacer limonada...», ¡ni un gintonic! Cuidado con la frustración y el sentimiento de culpa, que son el revés de la moneda que va de «wonderful» por la vida.

Fue la profesora y especialista en innovación educativa Montse Jiménez quien acuñó la expresión «educación emocional take away». No cocinamos nosotros mismos nuestras interioridades emocionales, sino que las pedimos a domicilio o vamos a recogerlas «a cualquier sitio y las engullimos en un santiamén». Si buscamos soluciones rápidas en redes, si nos quedamos ahí donde nos dicen lo que queremos oír, si repetimos como loros frases hechas que no van al grano de nuestro malestar, «si esperamos oír siempre que la culpa es de otro»..., estamos ante una transmisión fast food o take away. También podríamos verla como una macdonalización de la psicología o la terapia ante el estado del malestar. La comida rápida va bien en el momento para la resaca, también la emocional. ¿Pero quién comería hamburguesas a diario? Que «casi nada alimenta de verdad si se cocina deprisa y corriendo» es una verdad incómoda que recuerda Bach.

Cuando las emociones se convierten en un circo o en un espectáculo, estamos ante lo que la pedagoga denomina «educación emocional saltimbanqui», un modelo en que educar emocionalmente va de saltar, cantar, moverse, reír, jugar, excitarse... Todo muy intenso, grotesco, forzado. «Estas son actividades que pueden ser muy saludables cuando su objetivo es generar una neuroquímica cerebral positiva, pero no cuando lo que buscan es anestesiar emociones desagradables o perturbadoras», explica la autora de La asertividad. Hay que ver qué hay debajo de nuestra energía y euforia. El peligro de la educación saltimbanqui es el terror que anida en el payaso o en el anfitrión de la fiesta. Vivir sin dolor es misión imposible. Fingirlo, una condena a base de «consumo compulsivo de subidones». Buscamos sensaciones cada vez más fuertes que silencien ese dolor hasta perder la sensibilidad por completo. Hiperestimulados y vacíos.

 

Te hace pensar en El retrato de Dorian Gray este tipo de educación emocional que apuesta por el lavado de cara a través del que personas, empresas e instituciones quieren vendernos su conciencia y su compromiso con la salud emocional ocultando muchas cosas que están en el verdadero cuadro. «Hay quien vende la moto —señala Eva Bach— de que con una conferencia o un curso de treinta horas se puede enseñar o aprender a gestionar las emociones de manera serena, asertiva y saludable. Esto es puro ilusionismo o, directamente, una estafa». Algunas de las prácticas más abusivas de este modelo se dan en empresas supuestamente «muy interesadas» por el bienestar y la cohesión de sus equipos, ¡pero muchísimo más por ofrecer una imagen corporativa, controlar a sus empleados y aumentar su rendimiento y su productividad.

Hay otros seis modelos, según Bach, ante los que nos conviene ser prevenidos en este bum emocional en el que cuesta poner orden y concierto. Menos influencers y scrolls, y más escucha a tu cuerpo. «Lo que dice nuestro cuerpo nos habla más de emoción que de razón. Como dice Rosa Molina, ‘‘el cuerpo es el escenario de nuestras emociones’’. También lo señala Nazareth Castellanos, que si estamos atentos al cuerpo, este nos puede anticipar cosas que van a pasar», sostiene esta madre de dos hijos y abuela de una niña que, revela, fue educada «como un huevo duro» y se deshizo en la vida «como una zanahoria».

Si se nos disparan las emociones, «esto nos afecta en las relaciones interpersonales, a nivel físico (con somatizaciones y enfermedades) y, desde luego, puede derivar en trastorno mental», subraya Eva Bach. «Por eso, para educarnos en esto no vale cualquiera. Puede haber gente que se exprese bien, gente que, aunque no tenga la titulación, puede ayudar a otros desde su experiencia personal. Oye, también hay gente con titulación que mete la pata hasta el fondo... Pero para montar una autoescuela hacen falta titulación y licencia. Tú no puedes enseñar a conducir a alguien si no tienes el carné y sin conocer el código de circulación, ¿no? Que la persona tenga una titulación y conocimientos de psicopedagogía es una primera garantía», desbroza la autora de Disparates emocionales, que en el número uno de las 12 maneras que distingue de malentender la educación emocional sitúa «el modo influencer». «Solo hace falta entrar en Instagram, hacer scroll y voilà: hallarás millones de circos simultáneos», que ceban el ego y el narcisismo.

Hoy se cometen, a juicio de la experta, dos grandes disparates emocionales. El primero es «negar su importancia vital». ¿Y el segundo? «Plantear muchas actividades y acciones superficiales y estandarizadas», supermercados con grandes frases de oferta nada nutritivas en la práctica, al menos no de forma duradera. 

«La educación emocional tiene más que ver con la salud que con la felicidad». Esta es una de las verdades más ignoradas en las consultas de Instagram, que también pone sobre la mesa Eva Bach. 


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