Retrato auténtico de mujer

A Erick Zonca le habíamos perdido de vista desde que hace unos años se presentara en Cannes con la espléndida La vida soñada de los ángeles , ganadora del festival que luego alcanzó una difusión importante para un filme de autor. Al parecer había estado retirado casi hasta ahora, cuando finalmente se ha decidido a romper su silencio tras la cámara para ofrecer otro arriesgado ejercicio de cine intimista y personal, una vez más puesto al servicio de uno de esos complejos personajes femeninos que a nadie pueden dejar indiferente. El realizador ha viajado hasta Norteamérica, ese gran territorio cuyo enorme poder de fascinación ha atraído siempre a autores e intelectuales europeos, desde Tocqueville a Win Wenders, de Henri-Lévy (hay que recomendar su reciente American Vertigo ) a Zonca.

Personal

En el caso de este último, el contacto con Estados Unidos se resuelve en una película personal, a medio camino entre el cinema verité y la road movie, el apunte sociológico y el thriller de caminos polvorientos, fronterizo y crepuscular.

Zonca desaparece aquí por unos instantes para convertirse en el trasunto moderno de John Cassavetes y ofrecer una suerte de puesta al día de Gloria , película que ya fue objeto de un remake hace unos años, con Sharon Stone. Conviene aclarar que esta de ahora no lo es, pero comparte con el original apariencia, atmósfera, desmesura? y además ofrece el encuentro inesperado entre una solitaria mujer y un niño. Las conexiones, los puntos de unión resultan más que evidentes para cualquier cinéfilo. Igual que la película del realizador norteamericano constituía un tour de force al servicio de su mujer, Gena Rowlands, Julia aparece ahora dominada, de cabo a rabo, por la fascinante presencia de la camaleónica Tilda Swinton, que se vacía sin reservas en una de esas interpretaciones destinadas a perdurar en el tiempo, más allá de la anécdota puntual de los premios.

La otrora musa de Derek Jarman encarna con poderosa convicción a una mujer ahogada en alcohol, cuyo errático periplo existencial transcurre diariamente entre el bar más próximo y el lecho improvisado de su último compañero de farra, un recorrido tan inútil como vacío, reflejo último de la engañosa apariencia feliz de la vida citadina, tan falsa en ocasiones como las luces de neón de los establecimientos nocturnos donde se promete el paraíso al trabajador con ganas de dejar aparcadas en la trastienda sus miserias cotidianas.

La posibilidad del secuestro de un niño, nieto de un industrial multimillonario, sitúa a Julia Harris ante una fácil salida para sus males: el dinero del rescate podría servirle para emprender una nueva vida, ahora que por culpa de sus malos hábitos ha perdido el empleo y no dispone ya de crédito para afrontar sus deudas.

Zonca sirve un retrato sin concesiones de esta perdedora y de su particular viaje interior, una aventura que la lleva desde la desoladora rutina en la gran ciudad hasta el descubrimiento de la brutalidad en estado puro en su destino mexicano. Quizá pueda parecer algo prolija, su metraje excesivo, pero contar a fondo el intuido proceso de redención de esta auténtica mujer desesperada, fijándose en cada estación de su particular vía crucis, exige una minuciosidad a la que Zonca, puntilloso orfebre del retrato, no parece dispuesto a renunciar.