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El Dépor desquicia al Real Madrid en otra noche mágica de Riazor

DEPORTES

Lotina sorprendió con Verdú por Valerón y un preciso planteamiento que dejó a la vista los defectos del rival

01 sep 2008 . Actualizado a las 15:53 h.

La afición dio las gracias después del sorteo de la Liga, y no se equivocaba. Los tres puntos del arranque estaban garantizados. Diecisiete años de humillación convierten al Real Madrid en el rival más propicio de cuantos asoman el morro por Riazor. Por contundente e increíble que parezca, es más seguro para el Dépor recibir al equipo amigo de La Castellana que porfiar contra cualquier meritorio de Segunda B que venga en la Copa dispuesto a incrustar el autocar entre los palos de la portería.

No falla. Riazor sigue siendo la peor pesadilla del Real Madrid. Da igual cómo juegue el Dépor o el esquema que utilice. El Madrid se desquicia solo cuando pisa su escenario maldito, anoche frente a un excelente Deportivo.

Bastó con que el equipo entrase enchufado en el partido y con que Lotina apretase un par de clavijas escabrosas para que Guti empezase a bufar, Pepe sacase el hacha de leñador, Raúl se escondiese bajo la careta de la mediocridad y Casillas dudase en todas sus salidas.

La primera clavija, las bandas, porque hay que ver lo mal que defiende este Madrid de talento y virtud los costados de su defensa. El Deportivo abrió el campo con Guardado y Pablo Álvarez, ayudados por Laure y Filipe, colocó por delante la dinámica referencia de Mista -un acierto- y dio sensación de peligro desde el inicio del partido, cuando una típica jugada de extremo de Pablo la mandó el ariete al travesaño.

La segunda, el juego aéreo, porque el Madrid también lo pasa mal cuando le cuelgan balones al área. Casillas ya había salido a por uvas varias veces cuando en el minuto 26 fue incapaz de imponer autoridad en el área pequeña y se tragó el cabezazo de Mista a centro de Guardado. Petróleo de una falta esquinada.

El Deportivo insistió por alto en las acciones de estrategia y Pepe, Diarra y sobre todo Heinze no encontraron otro arte que el del codazo para asegurar su posición. Con Filipe en el suelo, el Madrid, por medio de Robben, no dudó en echar mano de la antideportividad para salir con vida de su campo maldito. Aranzubia lo impidió con un pie.

Por delante en el marcador, el Deportivo se acomodó en la búsqueda de la contra y, sin quererlo, cedió demasiado campo al Real Madrid, que no tuvo la imaginación necesaria para encontrar vías de acceso claras hasta Aranzubia. Desesperación de Raúl, enésima pérdida de papeles de Guti y pánico cada vez que De Guzmán y Sergio robaban el balón y montaban la contra.

Un despiste defensivo de Zé Castro y una buena dosis de fortuna por parte de Van Nistelrooy -este sí que es inmune al gafe de Riazor- subió el empate al marcador, pero la alegría de los blancos duró exactamente cinco minutos, el tiempo que necesitó el Deportivo para demostrar una vez más los problemas del Real Madrid por arriba. Córner preciso de Guardado y remate incontestable de Lopo.

El partido entró entonces en una fase de incertidumbre, con los blancos arriesgando en pos del empate y con claras opciones para los blanquiazules de sentenciar el partido. Porfiaron Pablo Álvarez, Verdú y Riki, que aprovechó bien los espacios que dejaban los de Bernd Schuster, pero el tanto de la tranquilidad no llegaba y la angustia encogía el corazón del aficionado cada vez que el rival se aproximaba. Pero un año más, y van 17, el embrujo de Riazor dictaría sentencia.