Sin Alonso en McLaren y pese a la experiencia del 2007, Hamilton ha logrado el título con doce puntos menos que el año pasado por continuar con sus pifias garrafales
03 nov 2008 . Actualizado a las 13:02 h.Hace un año, los periodistas europeos concentrados en Interlagos apuraban sus análisis de la temporada para no ser atropellados luego por el desfase horario. El enviado de The Independent , David Tremayne, adelantaba entonces un artículo para La Voz de Galicia previendo que Lewis Hamilton sería campeón. Entre sus razones argumentaba: «Ha cometido pocos errores de bulto. Cuando Alonso erraba en España, Canadá y Japón, Hamilton solo falló realmente en China, donde podría haberse hecho con el título». Apenas unas horas más tarde, el piloto británico añadía dos graves errores sobre Interlagos (la nerviosa salida de pista y el lío con los botones) que le hacían perder el Mundial. Tras finalizar la carrera con el éxito de los Ferrari, Tremayne pidió al enviado de La Voz que destruyera el artículo.
Un año después, las palabras del periodista de The Independent tampoco son válidas. Sí, Hamilton ha obtenido el título y por lo tanto puede sentirse el mejor piloto del año. Sí, ha madurado, ha crecido, es más veterano. Pero esa madurez, crecimiento y veteranía no se ha traducido en una conducción regular, entiéndase: sin pifias. Al contrario, éstas se han multiplicado a lo largo del 2008 haciendo felices a sus opositores (además de los españoles, Lewis también ha encontrado animadversión entre muchos ingleses, críticos por fugarse a Suiza para evadir impuestos).
Sin Alonso en McLaren y con un dócil Kovalainen en su puesto, todos esperaban un mayor rendimiento de Lewis Hamilton, algo reconocido en la propia prensa británica. «A pesar de la sentencia pública de igualdad, seguro que los esfuerzos del equipo se centran en el talentoso piloto inglés», señalaba a principios de año el periodista inglés James Roberts, una habitual en los paddock de fórmula 1. Además, Hamilton ya no llegaría como novato a ningún circuito, como le había ocurrido el año pasado. Entonces, ¿por qué, con todo a favor, obtuvo doce puntos menos que el año pasado?
Desquiciado en Bahréin
Observemos el mundial más detenidamente. Lewis no tardó en rescatar su peor versión del 2007. Lo hizo en la tercera prueba del año, en el Gran Premio de Bahréin. Ya en la sesión del viernes, protagonizó un aparatoso accidente en la sesión del viernes mientras que en la carrera volvió a liarse con la combinación de botones que le dejó clavado en la parrilla. Posteriormente en su ímpetu por recuperar posiciones se topó con el alerón trasero de Fernando Alonso, entonces un habitual de la zona media baja del tráfico. La prensa inglesa volvió a funcionar como un lobby y el ingeniero de Renault, Pat Symonds, tuvo que salir con la telemetría para demostrar que el español no había frenado de forma irregular.
Pero el día más vergonzoso lo vivió en Canadá. Cuando Kimi Raikkonen esperaba en el pit lane a que se abriera el semáforo para volver a pista, Hamilton se le empotró por detrás. El gesto del finlandés señalándole con la mano la señal fue una de las imágenes más humillantes que el británico tuvo que digerir esta temporada.
La última vez que dio la de arena fue en Japón. Partía de la pole pero el ataque de Raikkonen le puso tan fuera de sí que alargó la frenada hasta lo insospechable arrastrando con él a su compañero y a los dos Ferrari. Alonso aprovechó la pifia para llevarse la segunda victoria del año.
Sobresaliente en Silverstone
Pero la irregularidad también supone la otra cara de la moneda, la de las grandes actuaciones, lecciones de pilotaje, como los que Lewis protagonizó en Melbourne o en la pasada carrera de Shanghái. Pero sin duda, su momento del 2008 para enmarcar sucedió en Silverstone, ante su público. Dobló a casi todos los pilotos, Ferraris incluido, y el segundo clasificado, Nick Heidfeld, apareció en la meta más de un minuto después.
Mimado en exceso desde niño por Ron Dennis, Lewis descubrió la dureza de la fórmula 1 más allá de la pista. Es el más abroncado en las reuniones de pilotos. Una de las más tensas fue en Fuji, cuando bajo la lluvia provocó un accidente entre Webber y Vettel. «Todos me apuntaban con sus escopetas, fue una decepción porque conocía a algunos de los pilotos y no esperaba que dijeran ciertas cosas», se quejó el de McLaren, quien esta misma temporada sigue siendo increpado por sus compañeros, que critican las peligrosas maniobras que continúa practicando el británico. Hasta el mismo Kubica, un remanso de paz espiritual, cargó contra Hamilton en la rueda de prensa de Shanghái por un adelantamiento en Monza. Y Lewis aguantó el chaparrón a solo medio metro de distancia. Tras la rueda de prensa volvió a refugiarse en su padre y su hermano. Pocos campeones han desprendido tan poco afecto entre sus rivales.