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El largo viaje de Alonso de la nada hasta el podio

DEPORTES

Acabó quinto en el Mundial y fue el tercer mejor piloto de la segunda parte

03 nov 2008 . Actualizado a las 02:00 h.

El largo camino al podio. Esa ha sido la senda que ha tenido que recorrer Fernando Alonso en la temporada 2008. Alejado de los laureles. Pero sometió al R28 a una metamorfosis casi impensable cuando arrancó el Mundial. Comenzó con un cuarto puesto en Australia que se antojaba milagroso. Y cerró el campeonato en el segundo peldaño del Gran Premio de Brasil y en el quinto puesto de la clasificación general. En cuanto a los constructores, Renault acaba en la cuarta plaza, condición exigida por el presidente de la firma, Carlos Gosh, para garantizar la supervivencia de la escudería en la fórmula 1.

Los datos demuestran que Alonso ha pulido el Renault hasta situarlo como una de las alternativas a McLaren y Ferrari. Si se lo contabilizaran los puntos correspondientes a la segunda parte del campeonato, Alonso ocuparía el tercer puesto, con 48 puntos, con solo uno menos que Felipe Massa, dos de desventaja con respecto al campeón, Lewis Hamilton, y 21 más que Kimi Raikkonen. El español acabó la primera parte del Mundial en una discreta décima posición, con solo 13 puntos, menos de un tercio de los que acumuló en el tramo final. Porque en el inicio de la temporada, Renault ni siquiera era la tercera escudería en discordia, a la sombra de las dos grandes favoritas, Ferrari y McLaren. BMW sí lograba coger el rebufo de italianos e ingleses.

En el Gran Premio de España, el cuarto de la temporada, el coche de Alonso mostró los primeros síntomas de mejoría. Estrenó carrocería, alerones y capó. Durante los entrenamientos libres, una pancarta animaba a Alonso, pero se cebaba con su coche, que quedaba pintado como el de los Picapiedra. Después de la jornada de calificación, el dibujo del troncomóvil fue tachado. Alonso se había colado por primera vez en la primera fila de la parrilla de salida, solo por detrás de Kimi Raikkonen. Después, en carrera, su motor se rompió. Una gran decepción después de haberse codeado con los registros punteros en los entrenamientos.

Tras ese rayo de esperanza llegó una especie de travesía del desierto. Tres puntos en Turquía. Abandonos en Mónaco y Canadá. Un solitario punto en Francia. Tres en Gran Bretaña y una nueva retirada en Alemania.

En Hungría arañó cinco puntos gracias a un cuarto puesto. Pero Singapur supuso el verdadero punto de inflexión en la trayectoria del piloto asturiano. El doble campeón mundial brilló en la noche asiática. Partió desde el puesto quince de la parrilla debido a una avería en la bomba de la gasolina, un percance sufrido durante la calificación. Pero se reencontró con el triunfo. La victoria podía atribuirse no solo a las mejoras del R28, también a la estrategia, a un oportuno safety car y a los errores de Ferrari. Por eso, cuando Alonso venció en la siguiente carrera, en Japón, despejó las incógnitas. Singapur no había sido un efímero guiño de la fortuna. En el circuito de Fuji, Robert Kubica y Alonso pescaron en el río revuelto de una salida loca. Y el español dobló a Hamilton y firmó su segunda victoria consecutiva.

Sin victorias en casa

El asturiano cierra el año con el amargor de no haber podido conquistar ni un solo punto en casa, en las dos citas españolas de la fórmula 1. La marea azul se fue de vacío de Montmeló y de Valencia. En el circuito catalán el motor su coche capituló a mitad de carrera. Y en el circuito urbano de Valencia, el japonés Nakajima se lo comió en la primera vuelta con una embestida que dejó en fuera de juego a Alonso.

Pero le queda el sabor dulce de la última batalla del Mundial. El adelantamiento por el exterior a Kovalainen y la capacidad de reacción de su equipo para cambiar a neumáticos de seco antes que sus rivales. Su premio fue el segundo puesto. Un nuevo milagro. Un indicio más de que seguía acelerando. Una evidencia de que el Mundial se le hizo corto.