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De la línea de cal a la flecha amarilla

Rubén Ventureira A CORUÑA/LA VOZ.

SANTIAGO CIUDAD

El deportivista Pablo Álvarez llegó ayer a Santiago tras realizar 65 kilómetros a pie. «Ha sido una experiencia muy guapa, repetiré desde más lejos», promete

04 jun 2010 . Actualizado a las 02:26 h.

Pablo Álvarez cambió la línea de cal de la banda por la flecha amarilla. El extremo deportivista llegó ayer a la plaza del Obradoiro tras peregrinar 65 kilómetros en tres días. Se enteró en pleno Camino de Santiago de que para la compostelana hay que recorrer un mínimo de cien, así que promete volver, «cuando pueda», para hacerse con la credencial.

El contacto con la naturaleza y la gente, la gastronomía, y razones culturales han impulsado a Pablo a esta aventura primaveral. «Tenía muchas ganas de hacer el Camino desde hace años. Un amigo de Gijón, Isaac, se animó. Solo teníamos tres días, pero los hemos aprovechado bien», dice el jugador asturiano de origen gallego.

Partieron de Palas de Rei, e hicieron noche en Arzúa. Acostumbrado a los hoteles de cinco estrellas en los que se aloja el Deportivo, Pablo ha vivido una nueva experiencia en los albergues del Camino, donde ha dormido en literas. «Están muy limpios y muy cuidados. Son una pasada. El único problema es que están saturados y hay que llegar pronto para pillar litera. El primer día cuando llegamos solo quedaban las justas, dos». Le asombró lo que madrugan los peregrinos: «Algunos a las seis ya están en pie». Él y su amigo se lo tomaron con más calma. El primer día salieron a las 10.30 horas de Palas y llegaron a las 17 horas a Arzúa, tras 25 kilómetros de caminata. En la segunda jornada recorrieron los 20 kilómetros que separan Arzúa de Arca, en O Pino, en siete horas (de 9.30 a 16.30 horas). Ayer, salieron de esta última localidad a las 8.00 y vieron la catedral de Santiago a las 17.00.

«Nos lo hemos tomado con mucha calma. Es que teníamos buenas recomendaciones gastronómicas a las que hemos hecho caso», confiesa entre risas. Entre las anécdotas, un pequeño susto: un bicigrino que se la pegó a unos metros del deportivista. «Se dio contra una lápida. Lo tuvimos que auxiliar un poco».

Acabó con ampollas

De la ruta, a Pablo le ha sorprendido la mezcla de culturas. «Me he encontrado con húngaros, brasileños, alemanes, portugueses... Unos lo hacen por fe, otros por deporte, otros por diversión. La gente en el Camino es muy agradable».

Aunque deportista de élite, ha sufrido los típicos achaques del peregrino: «Alguna ampolla sí me ha salido. Y dolores por todos lados, sobre todo en los pies, de tanto cargar. La verdad es que he acabado cansado». ¿Más duro que un partido? «Distinto, no tienen nada que ver».

«Ha sido una experiencia muy guapa, que recomiendo a todo el mundo hacer una vez en la vida. Repetiré desde más lejos», promete el peregrino asturiano.