Con menos de 2.000 euros, Eva y Cyrille pagan su hipoteca y hacen frente a todos los gastos de su hogar, incluidos los de su hijo Teo. ¿El ahorro? Para ellos, no existe
21 oct 2007 . Actualizado a las 02:00 h.«No necesitamos un sofá de piel ni un mueble de diseño, tampoco la vida es tan complicada», afirma Eva. Es licenciada trilingüe pero, a pesar de su formación, a sus treinta y pocos años es la primera vez que encadena cinco meses seguidos en el mismo puesto de trabajo que nada tiene que ver con sus estudios -es administrativa en una gestora de cooperativa de viviendas-y empieza a notar cierta sensación de desahogo, tras un par de años difíciles. Gana 1.001 euros al mes, lo mismo que su pareja, Cyrille (francés, de su misma edad), aunque su trabajo de autónomo -hace espectáculos de magia-suele desequilibrar los ingresos en función de las galas. «Hay meses mejores y peores, pero la media anda cerca de los 1.000», explica.
La pareja reside con su hijo, Teo, de tres años, en un primer piso de un inmueble antiguo, en pleno barrio vigués del Calvario. Sus cábalas para llegar a fin de mes son muy parecidas a las de miles de parejas que engrosan el ránking de comunidades con salarios medios más bajos, en el que Galicia ocupa el penúltimo puesto (1.300 euros) solo por delante de Extremadura. En casa de Eva y Cyrille se vive al día y se gasta lo que hay. ¿Tarjetas de crédito? «ni las tenemos ni las queremos», aseguran.
Gastos fijos de la casa y la cuota de la hipoteca. Se llevan un tercio de los ingresos mensuales de Eva y Cyrille. Los recibos del agua, la luz, el teléfono (fijo y móviles), el gas, la cuota de la comunidad y la deuda contraída con el banco para la compra de la vivienda familiar, de la que les faltan tan sólo diez años por pagar (la media oscila entre los 25 y los 30 años), rondan los 500 euros. «Es un edificio antiguo, necesita pintura, reforma y también algún mueble, pero ¿qué vamos a hacer? No da para más. Habrá que esperar a pagar la hipoteca», afirma Eva, sin dejar de esbozar una amplia y relajada sonrisa.
Extras, como impuestos. Cuando los ingresos están tan ajustados y el gasto tan decidido incluso antes de que la nómina entre en el banco, ¿qué ocurre cuando llegan desembolsos extras, como este mes, con el IBI (200 euros)? Eva lo tiene muy claro. «Si llega una factura extra se come mejor o se come peor, pero se paga, no queda más remedio», afirma. La pareja reconoce que lo han pasado realmente mal en algunas ocasiones por culpa de situaciones como ésta. «Ahora ya no, porque entran dos sueldos en casa, pero al principio llegamos a pasar hambre», reconoce ella. ¿Ayuda de la familia? «La de Cyrille está en Francia y yo tengo a mi madre y a una hermana, pero sólo acudiría en casos muy excepcionales», dice Eva.
Capacidad de ahorro al final de mes. La respuesta de ambos es unánime: «No hay ahorro». Y es que una vez sumados los gastos de la casa, la alimentación, la gasolina, el presupuesto que requiere el pequeño y otros gastos menores, pero imprescindibles (aseo familiar, limpieza de la casa) y lo poco destinado a ocio y tiempo libre, el resultado es ajustado milimétricamente a los algo menos de 2.000 euros de ingresos de esta familia, cuya situación y forma de vida coincide con miles de familias gallegas que se encuentran en idéntica situación.