Un ex profesor del IESE desenreda vía Internet el lío de las «subprime».
21 abr 2008 . Actualizado a las 19:19 h.La letra pequeña de los contratos, comisiones que se devuelven, otras que no, deudas que derivan de un remoto carné universitario... Mientras, las entidades seguían anunciando la máxima transparencia, aquella, de la que privaban a sus clientes y que ahora se ha vuelto contra ellas y contra todos.
Dicha característica, que no obtuvo en este sector la atención merecida, es la que nos acerca el ingeniero industrial Leopoldo Abadía, fruto de sus propias anotaciones, sin ninguna financiación que promocionara el estudio ni expertos económicos al frente. «Lo fui escribiendo poco a poco, sin pasar al siguiente punto hasta que haberlo entendido. ¿Que si está bien? No lo sé, pero es como yo lo entiendo», explicaba.
El último análisis emitido por el Fondo Monetario Internacional (FMI) no ha tenido una buena aceptación por parte de los Gobiernos más perjudicados, entre los que se encuentran los de Estados Unidos, Francia, Lisboa y España, que la califican de exagerada y pesimista. Lo cierto es que el ambiente que rodea esta crisis, es de escepticismo basado en una arraigada y trabajada desconfianza. «Todo el mundo ha invertido en el mercado internacional. Nadie sabe quiénes son los afectados ni la dimensión del problema», aseveró el ex profesor del IESE.
«Los trabajadores de los países ricos son los perdedores de la globalización», afirmó en su día Joseph Stiglitz, asesor de José Luis Rodríguez Zapatero y Nicholas Sarkozy. No hay más que ver el veredicto del FMI, mientras las economías de países como la India, China o Brasil, consideradas emergentes, también dejan sentir, pese a sus inmejorables porcentajes sobre sus indicadores productivos y de crecimiento, las consecuencias de la crisis global.
¿Se volverá contra los países ricos el abuso que han ejercido durante la historia? De momento, lo único obvio es que los «magos financieros» sortearon numerosos obstáculos en su larga carrera hacia la fortuna, que muchos consiguieron gracias a sus conocimientos metafísicos, disciplina que quizá por la ausencia de pruebas empíricas les impidió ver el foso al que estaban empujando al sistema bancario estadounidense y de rebote a la economía, en general, de casi todo el mundo.