El líder socialista exige a todos sus ministros que expliquen su trabajo, pero también la acción del Gobierno.
22 oct 2010 . Actualizado a las 23:11 h.Si ha habido una queja recurrente en el PSOE desde que José Luis Rodríguez Zapatero llegó a La Moncloa es que siempre le faltaron escuderos. El jefe del Ejecutivo ha abierto con la última remodelación de su Ejecutivo una etapa nueva. Ya no está dispuesto a asumir casi en solitario la defensa de sus políticas. Justo cuando el debate sobre la sucesión sobrevuela cada uno de sus pasos, el líder de los socialistas ha optado por evitar la sobreexposición. «Éste -resumió hoy Alfredo Pérez Rubalcaba- es un Gobierno con un presidente y 15 portavoces, porque todo los ministros van a hablar de lo suyo y de lo de todos».
El espíritu presidencialista de antaño quedará así difuminado en un Gobierno de tinte más colegiado. O esa es la intención inicial.
Es cierto que en la crisis gubernamental del pasado año -que conllevó la incorporación al gabinete del vicesecretario general del PSOE, José Blanco, la del presidente del partido, Manuel Chaves y el ascenso al ministerio de Sanidad de Trinidad Jiménez- buscaba ya reforzar políticamente un equipo demasiado técnico concebido para un periodo de bonanza y gestión pura y dura. Y algo se logró.
Pero esta vez la operación es de mucha mayor envergadura. En su primera reunión con el Consejo de Ministros renovado avisó que espera de todos, sin excepción, que expliquen «lo que hacen en su ministerio pero también la acción de Gobierno».
El objetivo es articular una ofensiva en toda regla para remontar el nefasto resultado electoral que auguran las encuestas.
El jefe del Ejecutivo sabe que es una tarea ímproba que requiere altísima cohesión interna. Pero confía en que la estabilidad parlamentaria que ofrece el acuerdo presupuestario con PNV y Coalición Canaria, y el aparente período de calma financiera ayude a mantener alta la moral de su tropa.
Ya el pasado lunes, cuando en silencio empezaba a pergeñar la profunda renovación ministerial, anunció a los suyos que había llegado el momento de salir a por todas. Su nuevo ministro portavoz leyó también la cartilla a quienes a partir de ahora deberán rendirle cuentas desde la sala de prensa del palacio de la Moncloa.
Las líneas básicas de la acción gubernamental siguen siendo las mismas medidas que han llevado al PSOE de Zapatero a unas expectativas electorales sólo equiparables a las de la 'travesía del desierto', como conocen los socialistas a la etapa que se abrió con la derrota y posterior marcha de Felipe González. «Austeridad, reformas estructurales y cohesión social». Por eso, según Rubalcaba, hará falta poner al máximo rendimiento la «capacidad de comunicar».
Comprensión ciudadana
«Un Gobierno no puede pedir un cheque en blanco a los ciudadanos, pero puede aspirar a que los ciudadanos comprendan la necesidad de lo que se hace», señaló el vicepresidente primero.
Sobre todo, si lo que se hace, comporta lo que él mismo calificó como «sacrificios».
En el entorno de su antecesora, María Teresa Fernández de la Vega, no ha caído demasiado bien esas continuas referencias a la obligatoriedad de comunicar mejor. Ya cuando el miércoles Zapatero hizo hincapié en ese asunto levantó ampollas. Y Rubalcaba tampoco contribuyó este viernes a curarlas porque, aunque aseguró que la labor de comunicación del anterior equipo era «correcta, correctísima», añadió una apreciación más: «coordinación (uno de los cometidos de la vicepresidencia) no es sólo que las leyes salgan -señaló-; nada se coordina mejor que aquello que se comparte plenamente».
El mensaje a compartir es el de que «estamos iniciando la recuperación económica», pero también el de que eso no implica que lo que viene «sea fácil». Lo más complicado, aún así, es que la idea de que hay luz al final del túnel no se sustenta, según el propio Rubalcaba, «ni en la macroeconomía ni en los indicadores ni en los mercados», sino en la mera «experiencia» y en el hecho de que «cuando los españoles hemos tenido problemas, hemos salido adelante».