La candidata republicana a la vicepresidencia, Sarah Palin, testificó en la madrugada de ayer ante un comité que investiga si despidió a su jefe de policía por negarse a tomar medidas disciplinarias contra su ex cuñado, agente estatal. La versión facilitada por su abogado, Thomas Van Flien, es que «la gobernadora estuvo encantada de tener una oportunidad para que se conociera toda la verdad ante un investigador parcial e independiente». El significado político, sin embargo, es que supone un nuevo traspié para la campaña republicana, ya que no puede dejar atrás los titulares negativos.
Y es que la número dos del tique republicano se ha convertido en un verdadero quebradero de cabeza para McCain. Ayer se supo que su partido pagó 22.800 dólares a la estilista Ami Strozzi por el cambio de imagen al que la sometió. El dato llega poco después de saberse que le pagaron 150.000 dólares en ropa. La estilista cobró esta cantidad a cambio de dar un nuevo estilo al peinado de Palin, que hasta entonces portaba su característico moño, y por maquillarla para sus apariciones públicas. Además, la campaña republicana pagó 10.000 dólares a la peluquera Angela Lew, que viajó varias semanas con la candidata a la vicepresidencia.
No es el único obstáculo en el bando del elefante. Ayer trascendió que John McCain se reunió con el ex dictador chileno Augusto Pinochet en 1985. Según la agencia DPA, la información proviene de un cable de la Embajada de EE.?UU. en Chile que fue desclasificado. McCain calificó el encuentro con el entonces dictador como «amistoso y por momentos cálido». «Notó que el presidente parece obsesionado con la amenaza del comunismo».
Por otra parte, las divergencias en el interior del campo republicano, acentuadas por las encuestas negativas, involucran ya a sus dos principales figuras. El candidato sigue poniendo tierra de por medio con el presidente Bush, quien, con un paupérrimo 27% de popularidad y con el 75% de la población creyendo que el país va en la dirección equivocada, se ha hecho invisible en los últimos días.
Es notable su ausencia en galas para recaudar fondos para McCain, con quien no aparece en público desde hace meses (salvo en la cumbre contra la crisis financiera que llevó a Washington a McCain y a Obama el 25 de septiembre). En todo caso, sí está presente en la campaña gracias al aspirante demócrata, cuya estrategia de identificar al senador por Arizona con las fallidas políticas de Bush parece estarle dando resultado.
Obama se incorporó ayer a la campaña tras un paréntesis para visitar a su abuela, de 85 años, que sufrió una fractura de cadera y un paro cardíaco. «No estoy seguro de que ella pueda llegar al día de las elecciones», afirmó el senador en la ABC. «No quiero entrar en detalles, pero se encuentra gravemente enferma», afirmó.
El demócrata realizó una visita de dos horas a la mujer que llama «Toot» (un diminutivo de «Tutu», la palabra hawaiana para abuela) y luego dio un breve paseo por el barrio donde vivió entre los 10 y 18 años. Debió interrumpirlo al encontrarse con periodistas y regresó a su vehículo del servicio secreto. En apariencia, McCain no logró rentabilizar la ausencia de su rival. Pero, ante unos sondeos adversos que desmoralizan a los suyos, prometió no tirar la toalla. Acusó de exceso de confianza a Obama y adoptó una actitud desafiante ante miles de seguidores en Nuevo México. «Jamás permitiré que este país sea derrotado, amigos. Nos encanta no ser los favoritos y vamos a ganar. Lo que EE.?UU. necesita ahora es un luchador», dijo.